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También se lo representa como un sujeto excéntrico

Escenas de la vida bohemia

Escenas de la vida bohemia
28 de septiembre de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

A inicios del siglo XX, el bohemio aparece representado en la prensa como una figura emblemática del cambio de sensibilidad que trajo consigo la modernidad sociocultural en las urbes ecuatorianas, en torno a la producción intelectual y el lugar social del escritor en la división del trabajo. Aunque no faltaron los artículos moralistas que repelían la presencia del bohemio en la polis, ya en 1906 se celebraba la aparición de jóvenes poetas como los hermanos Joaquín y Emilio Gallegos del Campo, “para honra de la Bohemia Ecuatoriana”1, en los siguientes términos: “bohemios de pur sang viven soñando en mundos ideales de luz, con destellos de auroras; y sus miradas, al impulso de nobles anhelos, rasgando las densas sombras de lo ignoto, vislumbran los horizontes del Genio, y sueñan cantando”2.                        

De alguna manera prevaleció en nuestro medio la imagen de la bohemia romántica que destacaba el idealismo y desparpajo de los artistas, relacionando a la bohemia con la juventud como identidad particular. En un texto publicado en 1909, se describe la condición etaria del bohemio: “Ya no es un niño; es un joven con la gallardía de los diez y nueve abriles. La infancia hace disipado en la sombra juguetona de su inocencia; la juventud aparece ya; y con ella se despierta el alma bohemia y con ella vienen a posarse blandamente en su cerebro ingenuo los ideales, las ilusiones, el amor”3.

Se habla del “ideal” del bohemio, atributo que es calificado de “intangible”, “etéreo”, puesto que buscar el ideal “en tiempos de positivismo es una locura; pero vivir sin él, le es imposible”4.  Claramente, en estos textos de inicios del siglo XX vemos configurada la imagen estereotípica del artista y poeta como alguien que “vive en las nubes”, perdido en la ensoñación y sin los pies en la tierra: “Huye del ambiente materialista que le rodea; huye lejos, muy lejos en alas de su fantasía, porque él no ha nacido para las bajas pasiones que el materialismo imponente enseña, vive soñando porque es menester, es su elemento, es su destino y no tiene deseos de contrariar a su naturaleza que le ordena tener ideales, tener ilusiones: que sea bohemio”5.   

Pero al mismo tiempo se lo representa como un sujeto excéntrico, despreocupado de su apariencia y entregado al alcohol y las drogas: “Van así los bohemios las más de veces en cenáculos ignorados, impenitentes trasnochadores, caleteando entre mares amargos de alcohol y lujuria”6.  Y se relatan historias de excesos como aquella del Hispano-Bar, en Quito, que narra Hugo Alemán, donde algunos celebrantes de la noche respondían al desafío de beber canelazo “con la jeringuilla de Pravatz en alto, dispuestos a perforar sus carnes lánguidas”7. Lo cierto es que, con o sin estupefacientes, los poetas y artistas bohemios fueron una cofradía, la primera subcultura de la urbanidad latinoamericana que, consciente de su papel histórico en una época de profundos cambios, se sintió llamada a emprender una cruzada contra la “vulgaridad” de la vida materialista y positivista que tanto le asfixiaba.    

No obstante, entre los cultores de la vida bohemia había una gran diversidad de individuos que se diferenciaban por su conducta: desde aquellos que eran vistos como vagabundos porque no tenían hogar ni trabajaban en oficios conocidos8, pasando por los que el cronista Enriargo llama “turba de fracasados tabernarios, que pretenden escudar su inmenso talento desconocido bajo la melena simbólica que añora el tirolet9 de faldas amplias con quitasol”10. Estos snobs acomodaticios, al parecer alardeaban sobre sus lances amorosos, por lo que Enriargo los califica de “proxenetas abúlicos” y sale en defensa del “verdadero bohemio”, quien estaría al otro extremo del espectro: aquel que, en sus palabras, “tiene la suicida necesidad de ser sincero y leal a un arte mejor y a una vida más alta”11.  Estos bohemios, por supuesto, eran los poetas y los artistas, ilustres buscadores del “ideal”.

La bohemia ilustrada en las ciudades del Ecuador, entre 1900 y 1930, significó la afirmación de una identidad compartida por poetas y artistas que, al mismo tiempo que buscaban afianzarse en su individualidad, asumían la voluntad de formar comunidades de iguales, “por el deseo de pertenecer a un grupo, una comunidad en el que encontrar un público donde ejercer su magisterio”12.  Esas antípodas eran sintomáticas de la época: si bien estos artistas e intelectuales intervienen en el proceso de construcción de la autonomía de los campos (arte, literatura, música), paradójicamente, su lugar en el entramado social  no se resuelve aún, porque el rol social del artista en el proyecto de la modernidad ilustrada es problemático y lo seguirá siendo, a lo largo del siglo XX, desde que ellos imponen, como ética y praxis, su obstinado ideal de vincular el arte y la vida.

“PLEGARIA A LA MORFINA” (FRAGMENTO)

Muchos compadecen a los que te
amamos, los pobres no saben por qué te
buscamos y por qué es tu culto nuestro
único amor.
Culto bondadoso de los que soñamos,
de los que sufrimos, de los que lloramos,
de los predilectos hijos del Dolor.
De los que llevamos el secreto anhelo
de batir las alas y emprender el vuelo,
lejos de este mundo, lejos de este suelo,
donde tiene un trono la vulgaridad”.

Ernesto Noboa y Caamaño

1.  M. A. Díaz, “Dos bohemios”, Guayaquil Artístico # 119 (Guayaquil, 28 de febrero de 1906): 60.
2.  Ibid, p. 59.
3. L. M., “El bohemio”, Momo # 2 (Guayaquil, 18 de febrero de 1919): 8.
4. Ibid, p. 8.
5. Ibid, p. 8.
6. Enriargo, “La princesa bohemia”,  Álbum Social # 2 (Guayaquil, abril de 1919): 5.  
7. Hugo Alemán, Presencia del pasado, Quito, Banco Central del Ecuador, 1994, p. 351.
8. Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 351.
9. Enriargo, “La princesa bohemia”, p. 5. Las cursivas son del texto original.
10. Ibid., p. 5.
11.  Ibid., p. 5.
12. Mónica Bernabé, Vidas de artista. Bohemia y dandismo en Mariátegui, Valdelomar y Eguren (Lima, 1911-1922), Rosario, Beatriz Viterbo Editora/Instituto de Estudios Peruanos, 2006, p. 27.

(Texto extraído de: Ángel Emilio Hidalgo, “Bohemia y sociabilidad entre 1900 y 1930”, en Alexandra Kennedy Troya y Rodrigo Gutiérrez Viñuales (editores), Alma mía. Simbolismo y modernidad 1900-1930, Quito, 2014).

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