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Aunque ya no se vean en gran número, la tradición se mantiene

En varios sectores las cometas levantan su vuelo

Las cometas se comercializan entre julio y septiembre. Hace algunos años eran consideradas artesanías. Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
Las cometas se comercializan entre julio y septiembre. Hace algunos años eran consideradas artesanías. Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
06 de septiembre de 2015 - 00:00

Por Tatiana Jiménez y Juan Sánchez

Entre fantasías, anhelos y recuerdos, las miradas podrían dirigirse hacia el firmamento para deleitarse con ese sueño de volar sin alas. Sobre todo cuando empieza la temporada de cometas, que se mantiene desde junio hasta septiembre de cada año. Así lo cuenta Rolando Holguín Cantos, comerciante informal que desde hace 4 décadas  labora de manera organizada en la Av. Nicolás Lapentti Acuña, en la bajada del puente de la Unidad Nacional del cantón Durán.

Son las 08:00 de la mañana y Holguín ya se encuentra listo para un día más de labores, pero para llegar a su lugar de trabajo viaja desde el kilómetro 26, cerca de la ciudad de Milagro, donde habita con su familia. Él es apasionado por lo que hace y se ha aprovisionado lo suficiente de varias docenas de cometas que resaltan desde lo lejos con sus vivos colores y diversos diseños.

Para Holguín este punto de la avenida en Durán, primer tramo del parterre, es muy importante, ya que allí confluyen miles de transportes durante todo el día provenientes de distintos lugares del país; es la puerta de entrada a Guayaquil, la ciudad porteña que le brinda la posibilidad de llevar honradamente el sustento económico a su hogar.

Aquí aprovecha el intervalo de tiempo por minuto que le ofrece la sincronización del semáforo para demostrar, promocionar y vender las coloridas cometas. El comerciante asegura que los sábados y domingos el lapso del semáforo en rojo es más prolongado, por lo que una larga fila de carros le permite hacer más demostraciones y eso incrementa sus ventas.

Las cometas son de manufactura china, la que hace aproximadamente 15 años desplazó al producto colombiano. Las adquiere, la docena de medianas, al por mayor en el pasaje comercial Huayna-Cápac de la Bahía de Guayaquil a $ 13,80, y a       $ 21 la docena de tamaño grande. Ya en su lugar de trabajo los precios fluctúan entre 3 y 5 dólares. Su venta total en la semana oscila entre 150 y 200, lo que le deja una ganancia de alrededor de $ 350. Pero para vender esa cantidad tiene que trabajar muy duro.

Con tristeza en su rostro lamenta que la temporada de cometas pronto culmine, y vuelva a vender los protectores solares para vehículos y mangas acrílicas estampadas, que son los productos que ofrece la mayor parte del año. El trabajo de Holguín depende de estas circunstancias en las que interviene el tiempo, el clima y hasta las costumbres locales.  

Añoranzas de un juego tradicional

Además de dedicarse a la venta de cometas, a Rolando Holguín también le agrada realizar esta actividad, ya que cuando era niño, ingeniosamente, él construía sus propias cometas utilizando latilla, caña guadua bien lijada, papel manteca, goma o almidón para finalmente pegarle una enorme cola que permitiera elevarse mucho más alto. Sus lugares favoritos para hacer volar la cometa solían ser los más despejado, pero con muchos árboles circundantes, a orillas del río, o en una pequeña loma.

Con nostalgia cuenta que ya nadie las construye de manera artesanal, que todo se encuentra listo para ser adquirido e incluso hasta en el bazar del barrio.  

Entre los tipos de cometas más conocidos están las de forma de rombo y hexágono en monoplano, ala rígida.

La cometa es conocida como un juego tradicional infantil, pero motiva la participación de adultos en muchos países del mundo. Se conoce que las cometas nacieron en la antigua China, su uso era de señalización militar.   

En Europa, en el siglo XII, los niños ya jugaban con cometas a las que añadían cuerdas para hacerlas sonar. Benjamín Franklin la utilizó para investigar los rayos e inventar el pararrayos; finalmente influyó mucho en la invención de los planeadores, paracaídas y parapentes.

En América Latina es conocida con diferentes nombres: barrilete en Argentina, Uruguay, Brasil, Costa del Caribe, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua; papagayo en Venezuela, papalote en Costa Rica, y volantín en Chile y Bolivia.

En Guayaquil también existen puntos estratégicos para la venta de cometas, como las principales calles y avenidas de la ciudadela Alborada, la Garzota, e inmediaciones de los centros comerciales Albán Borja y Río Centro norte.

Ha servido como fuente de inspiración en la cultura popular.

Roberto Calero, artista ecuatoriano, y la peruana Lucha Reyes, dieron a conocer la famosa canción ‘Una  carta al cielo’, donde se relata la historia de un niño que a través de su cometa intentaba enviar un mensaje a su difunta madre.  

El  22 de agosto, el Ministerio del Ambiente y el Municipio de Durán realizaron el Festival de la Cometa, donde el cielo que une a este cantón con la Isla Santay se engalanó de estas tan queridas y coloridas artesanías, una tradición que ha pasado por varias generaciones. (I)

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