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ALgunas personas se dedican a darle color al rostro de los difuntos

El último maquillaje antes de la despedida

El último maquillaje antes de la despedida
30 de agosto de 2015 - 00:00 - Éricka Vera. Estudiante de la ULVR

Llega apresurada con su maletín cargado de maquillaje. Lleva guantes puestos y sin más reparos inicia su trabajo. Katiria Mejía es una mujer que ha viajado a diferentes lugares del Ecuador para efectuar la tanatopraxia.

Este término abarca 2 actividades: la aplicación de formol sobre el cuerpo para que este no entre en estado de descomposición durante los días de velación, y el arte de maquillar a una persona fallecida, para darle un toque más estético a la vista de sus seres queridos, quienes quieren grabar en su memoria el mejor rostro de su familiar. Es así como define Katiria a esta actividad que para muchos puede resultar tétrica, pero que para ella es una forma de ganarse el pan de cada día. “La gente mucho comenta que no es muy agradable trabajar con personas fallecidas pero para mí es un trabajo como cualquier otro”.

Mejía ejecuta 15 maquillajes semanales en funerarias, morgues, hospitales y velorios domiciliares. En cada práctica se requieren 10 minutos de concentración.

Desde muy pequeña, Katiria sintió vocación por el maquillaje. Eso generó que se  inscribiera a varios cursos. En ellos aprendió que lo importante no es a quién se le aplique la técnica, sino el amor con el que se lo realice. “Nunca pensé que iba a maquillar a los difuntos, lo único que sé es que a mí me gusta maquillar. Y lo hago con mucha dedicación y gran respeto”, dice.

Con mucha técnica

Antes de aplicar color al rostro, hay que tener en cuenta los hematomas que se les pueda producir por efecto de alguna enfermedad o por algún accidente. Para contrarrestar estos moretones se utiliza un pañito húmedo y se da masaje hasta lograr deshacer los coágulos de sangre, y posterior a ello, se unta la base del color correspondiente a la piel del difunto,  explica Katiria, a quien se le ha hecho más fácil maquillar a las mujeres, durante los 7 años que tiene realizando esta actividad.

En la actualidad la mayoría de exequias brinda el servicio de tanatopraxia, con el fin de ofrecer una buena imagen. Además se formolizaba a los cadáveres.

El maquillaje que utilizan es común, pero se suele aplicar uno de mayor concentración para que la piel quede muy natural.

Carlos Guerrero Álava, de 34 años, ejerce también esta actividad en la funeraria Gallegos.

Para él las autopsias que realizaba con su padre a los 14 años fueron el primer paso para trabajar con cadáveres, y posterior a esto convertirse en un experto maquillando a difuntos. “He visto cadáveres desde que era muy joven, eso facilitó mi inclinación hacia este trabajo. Soy muy respetuoso con los difuntos y trato de realizar un buen maquillaje para satisfacción de los familiares”.

Cuenta que antes de aplicar el maquillaje, lo primero que realiza es la formolización del cuerpo, el sellado de la cavidad nasal y la boca. Como segundo paso, si es hombre, se le rasura la barba. También se aplica color, siempre y cuando se tenga el consentimiento de parientes. “En hombres casi ni pregunto, pero si veo que el bigote o la barba  las ha llevado siempre ahí procedo a preguntar y dependiendo de lo que me diga el familiar actúo”, dice Guerrero.

Dentro de las herramientas que utilizan Mejía y Guerrero para la protección de sus cuerpos están el alcohol en gel, mascarillas, guantes normales y guantes quirúrgicos.

Entre los materiales adicionales se encuentran el Fungirex, que se utiliza para tapar algún tipo de llaga que se produzca en el rostro de la persona fallecida, gel para cabello, bases líquidas, en crema y polvo.

Rasuradoras, navajas, curitas, algodón, toallas sanitarias que ayudan a absorber la humedad que emana el difunto, delineadores, brochas, labiales de diferentes tonos y, por supuesto, las sombras, son sus herramientas.

Guerrero y Mejía manifiestan que elaborar la tanatopraxia es algo que les genera muchos ingresos económicos, por ello seguirán con la labor y, por supuesto, porque es algo que les nació y aman desde que eran muy jóvenes.  

Los 2 coinciden en que la actividad genera temores en otras personas porque se trabaja con cadáveres. En lo personal, dice Mejía, “no siento temor alguno. Maquillo al difunto con mucha dedicación y trato de que los familiares queden satisfechos. Amo mi trabajo y con eso he vivido en paz”. (I)

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