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Jorge Swett fue el gran exponente de la ciudad y uno de los principales del país

El muralista de Guayaquil

El muralista de Guayaquil
08 de junio de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

La modernidad artística en el Ecuador se consolidó en el siglo XX, con el surgimiento de las vanguardias y la creación de una institucionalidad sostenida en la existencia de salones, galerías, concursos y academias.

Dos tradiciones estéticas dominaron el escenario de las artes visuales durante casi toda la centuria: el modernismo y el realismo social. Así, directa o indirectamente, muchos artistas guayaquileños bebieron de esas fuentes, como Jorge Swett Palomeque (1925-2012).

Pintor, dibujante, escultor… Jorge Swett fue el gran muralista de Guayaquil y uno de los principales del país. Desde muy joven se involucró en el arte moderno como alumno de la Escuela Municipal de Bellas Artes que dirigía el escultor Alfredo Palacio. Entre sus maestros figuraron, a más de Palacio, Hans Michaelson, Galo Galecio y Segundo Espinel, quien fue su compadre y socio en diversas ejecutorias artísticas.

Acerca del muralismo

El muralismo es una forma de representación artística sobre muros o paredes. Los murales pueden ser realizados en espacios interiores o exteriores con materiales y técnicas que van de la pintura al temple, encáustica, frescos, óleos, mosaicos, pintura sintética, pintura acrílica o relieves en distintos materiales.

En América Latina, el muralismo se convirtió en arte público y de consumo masivo con formatos monumentales. Muchos de esos murales exponen la historia de las luchas políticas y sociales de los pueblos. De esta forma, se afirma un discurso identitario que gira en torno a la reivindicación de obreros, campesinos y pueblos ancestrales.

Una de las principales características del mural como medio artístico es su fuerte carga simbólica, a la par que se convierte, más allá del factor propagandístico, en instrumento educativo de las ‘masas’ populares.

Cabe indicar que el muralismo, si bien acarreó referentes de las vanguardias como el expresionismo, el cubismo o el futurismo, desembocó, en cierta manera, en el realismo social.

El muralismo se enraizó sobre todo en México, gracias a políticas culturales de Estado que implementaron varios gobiernos después de la revolución. Su impresionante difusión continental tuvo la impronta de notables exponentes, como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera.

En nuestro país, el muralismo estuvo representado por Oswaldo Guayasamín, Eduardo Kingman, Carlos Rodríguez, Jaime Andrade Moscoso, Jorge Swett, Manuel Rendón Seminario, Alfredo Palacio Moreno, Segundo Espinel Verdesoto, Camilo Egas, Eduardo Solá Franco, Humberto Moré, entre otros artistas modernos.

Jorge Swett, muralista

Hacia 1961, Jorge Swett se convirtió en muralista, participando en el concurso para la elaboración de los murales de Puerto Nuevo, el cual ganó. Con esta presea obtuvo un reconocimiento social que le valdría para el futuro, pues siguió conquistando otros premios, como el del aeropuerto internacional con su mural ‘El hombre y la paz’, e importantes encargos, como la elaboración del mural del IESS, culminado en 1968. En 1962 inició su colaboración con su maestro y amigo Segundo Espinel, primero en los murales del aeropuerto -ganaron ambos con sus respectivos proyectos- y luego en el Seguro Social.

Su afición por la arqueología le permitió acercarse al mundo de los símbolos prehispánicos, especialmente manteño-huancavilcas, de los que hizo uso en sus murales, junto a una visión de la historia atravesada por la dialéctica de dominadores y explotados.

Por ello, podemos distinguir dos líneas de trabajo en sus murales: una vinculada al discurso de lo propio desde la vertiente arqueológica precolombina y otra que se sumerge en la relación entre arte y política.

Swett introduce en algunos murales del puerto la simbología precolombina que le permite reflexionar sobre el legado indígena en nuestras sociedades: “Todo eso se me hizo carne. Todo lo que pinté, diseñé o dibujé después tiene, de una u otra manera, un tinte arqueológico ecuatoriano, de nuestra extraordinaria cultura manteño-huancavilca. Pienso que es el diseño precolombino con más personalidad en América”. 1

Pero acaso la segunda línea de trabajo de Swett fue la más fructífera, pues logró entroncar con la dimensión política y social del muralismo. De aquí provino la que indudablemente fue su obra maestra: el mural exterior de la Caja del Seguro Social en Guayaquil (1968), que elaboró con Segundo Espinel. Reputado como el mural más grande de Sudamérica a finales de la década del sesenta, su presencia es parte consustancial del paisaje urbano de Guayaquil.

Como dijo el periodista Alberto Borges en un artículo de la revista Vistazo, el mural exterior del IESS es la muestra fehaciente de un “arte auténtico en función popular” 2, pues fue hecho para que el transeúnte, el hombre y la mujer de a pie observen el relato de la historia de la seguridad social en un golpe de vista y puedan maravillarse de las formas, el colorido y la monumentalidad de un trabajo creativo que buscó insertar el arte público en la conciencia colectiva. Esa fue, esencialmente, la mayor preocupación del ‘muralista de Guayaquil’ en las 86 obras que le regaló a su ciudad.

1. El Universo, Guayaquil, viernes 12 de agosto de 2011.
2. Aldo (Alberto Borges), ‘Arte mural. Las claves creadoras de Jorge Swett y Segundo Espinel’, en Vistazo, Guayaquil, septiembre de 1968, pp. 53-54.

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