El Guasmo, corazón del sur
Entre 1962 y 1982 Guayaquil duplicó su población (de 500.000 a más de 1.000.000 de habitantes). La situación se volvió incontrolable por causa de una ineficaz política administrativa municipal, dado que los alcaldes fueron incapaces de implementar un plan regulador que controlara la avalancha migratoria del campo a la ciudad, a raíz del “boom” petrolero de los años setenta.
A inicios de los sesenta el alcalde Pedro Menéndez Gilbert trató de enfrentar el problema social que se avecinaba y propuso crear una “ciudad satélite” que estaría ubicada en los terrenos que serían expropiados de la hacienda El Guasmo. La propuesta no tuvo eco, pues se dijo que lo primordial era la urbanización del suburbio. Menéndez Gilbert, entonces, elaboró el proyecto “Vivienda Obrera” e insistió en la necesidad de ganarle terreno al sur.
Como parte de la nueva legislación agraria sobre la tenencia de tierras baldías, la Junta Militar expropió, en 1964, los terrenos de la hacienda El Guasmo que por décadas habían pertenecido a la familia Marcos, y en 1968 el gobierno de Otto Arosemena Gómez declaró “de utilidad pública” esos terrenos.
En 1973 se inició la “invasión” a El Guasmo, por parte de nueve familias, antiguos trabajadores de Juan X. Marcos. Dos años después, ya había 300 familias establecidas en el actual Guasmo Norte. En 1976 el alcalde Eduardo Moncayo Mármol ordenó demoler las improvisadas viviendas de los moradores del sector.
La fuerza pública quemó 260 casas de la cooperativa “Casitas del Guasmo”, acción que encendió la rebeldía y posibilitó la formación del Frente de Lucha Popular (FLP), conformado por las cooperativas “Río Guayas”, “Centro Cívico”, “25 de Enero”, “Los Vergeles” y “Casitas del Guasmo”.
A partir de entonces, politiqueros se aprovecharon de la necesidad ajena y empezaron a especular con la pobreza: una de esas efímeras administraciones municipales de los años setenta consiguió que el gobierno de las Fuerzas Armadas expidiera el famoso “Decreto 2740”, que autorizó a la Municipalidad de Guayaquil vender a 10 sucres el metro cuadrado en las áreas urbano-marginales. Comenzó así una escalada de asentamientos no planificados, al punto que para 1980 el Guasmo ya había alcanzado a la ciudad de Cuenca en población, con una densidad de 230 habitantes por hectárea, superior a los 174,77 habitantes por hectárea que tenía Guayaquil.
La dinámica de las “invasiones” había generado una compleja trama política y social que reconocía a los dirigentes de las pre-cooperativas y cooperativas como sus cabezas más visibles, indiscutibles “caciques” que controlaban el acceso y tenencia de la tierra a nombre del “pueblo”, los cuales se aliaban a partidos políticos de todas las tendencias y por lo general hacían uso de prácticas intimidatorias, convirtiendo sus áreas de influencia en verdaderos ghettos, donde era prácticamente imposible transitar.
Los pobladores del Guasmo se veían inmersos en ese juego de intereses clientelares, por los “beneficios” económicos y de seguridad personal que recibían de sus líderes barriales.
Al sol de hoy, el Guasmo aún conserva dificultades de acceso a servicios de calidad como resultado de su crecimiento desordenado, aunque la atención ha mejorado en los últimos años. Sin embargo, falta por resolver problemas de inseguridad que evidentemente afectan a todo Guayaquil, pero particularmente a este histórico y querido barrio del sur.
Quizá más trascendente que aplicar medidas coercitivas sea fortalecer la participación de los habitantes de este y otros sectores populares en programas comunitarios que generen desarrollo económico, social y cultural, trascendiendo la obra física realizada, para sembrar ciudadanía como recurso sostenible a largo plazo.
No en vano Juan Pablo II, en 1985, escogió al Guasmo para dedicar una de sus más sentidas alocuciones a la juventud ecuatoriana: allí, en medio del pantano, el “Papa viajero” vislumbró en los jóvenes del Guasmo la simiente de su propio cambio.