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El enigma de los poetas modernistas (II parte)

El enigma de los poetas modernistas (II parte)
01 de junio de 2014 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

Hay que reconocer el carácter marginal de los escritores y artistas en el momento en que se genera un proceso de acumulación capitalista y se establece una marcada división del trabajo, sobre todo en Guayaquil. Bien dice el crítico Frédric Jameson que “toda literatura debe leerse como una meditación simbólica sobre el destino de la comunidad” 1. En este sentido, los textos modernistas de la Generación Decapitada no son construcciones abstractas resultantes de extrañas divagaciones, huidas o escapes, sino la respuesta que la clase media y la burguesía intelectual dio a una situación de orfandad en el pensamiento, frente a los estímulos que el cambio de época imponía, junto a la forma como la sociedad mercantil capitalista en pleno auge los aisló, al mismo tiempo que ellos se ubicaron al margen del proceso socioeconómico productivo. 

Por ello, se empeñarán los modernistas en cantarle a mundos desconocidos, en un gesto estetizante y afán cosmopolita de ponerse ‘al día’ con las modas artísticas e intelectuales de Occidente.
Lo mismo ocurre con el nacimiento de la crítica literaria y artística en nuestro medio, que es valorada como parte de la generación de campos estéticos autónomos. Así, en fecha tan temprana como 1911, ejercer la crítica literaria en Ecuador era sinónimo de distinción frente a “la literatura barata que a diario nos regalan los órganos políticos, salvo las honrosas excepciones del periodismo culto” 2.  Es decir, ya se diferencia entre la escritura periodística ‘barata’ y la ‘culta’; la primera, identificada con el tema político, y la segunda, con el cultivo de las letras. 

En la anterior lógica se separa tajantemente lo público de lo privado, lo comunitario de lo individual. El cultivo de las letras y el arte en general implica no solo la búsqueda y defensa de una subjetividad, sino un cierto individualismo ególatra que tiende a acentuarse conforme ese tipo de prácticas socioculturales se legitiman. De allí que la modernidad sociocultural en el país se revele fuertemente ideologizada, según la manera como sus actores la viven, procesan y entienden.

No obstante, la crítica o ataque no siempre se dirige contra la tradición o instituciones tradicionales. La modernidad a veces se despliega interpelante y otras, dialogante con los paradigmas de la tradición. La modernidad no siempre se realiza en la ruptura. A veces, las formas culturales del pasado constituyen un puente para poder concretar nuevos proyectos, incluso para articular discursos modernos. Así lo comprende la crítica Beatriz Sarlo, quien no tiene mejor calificativo para caracterizar a la modernidad bonaerense de 1920 y 1930, que el de ‘cultura de mezcla’, pues en la transición  latinoamericana a la modernidad “la ciudad misma es objeto del debate ideológico-estético: se celebra y se denuncia la modernización, se busca en el pasado un espacio perdido o se encuentra en la dimensión internacional una escena más espectacular” 3.

Aunque esta designación no necesariamente calce con los procesos de conformación de la modernidad en las ciudades ecuatorianas, la experiencia moderna en América Latina demuestra que lo que verdaderamente importa es que tanto Buenos Aires, Bogotá, Lima, San José, La Habana, Cartagena, Quito o Guayaquil vivieron complejos procesos de modernización donde convergieron campos de fuerza, proyectos y actores sociales diferentes y a veces opuestos.

Resulta interesante comprender el papel que en este proceso social jugó la burguesía y la pequeña burguesía ilustradas, en la voluntad de ser ‘modernos’, como señal de una secularización liberal que triunfaba en las mentes y moldeaba los espíritus inquietos, apuntando tanto al desarrollo de las potencialidades individuales como al progreso sociocultural del medio. Así, para los jóvenes literatos que en 1896 crearon en Guayaquil la revista quincenal de artes y letras América Modernista, el anhelo de ser modernos implicaba sumarse al modernismo porque todo movimiento literario, decían, “refleja el grado de cultura y civilización de un pueblo” 4.

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