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LAS FAMILIAS SOLO CUENTAN CON UN SITIO DE ESPARCIMIENTO

El barrio Nigeria lucha por borrar un estigma

Los habitantes de Nigeria usan canoas para llegar más rápido al otro extremo del Estero Salado. Un puente es otro de los anhelos de los pobladores. Foto: William Orellana / El Telégrafo
Los habitantes de Nigeria usan canoas para llegar más rápido al otro extremo del Estero Salado. Un puente es otro de los anhelos de los pobladores. Foto: William Orellana / El Telégrafo
17 de mayo de 2015 - 00:00 - Redacción Guayaquil

El olor a verde y chancho frito es penetrante en una esquina del sur de Guayaquil.

Proviene de la casa de Teresa Simisterra, una habitante del barrio conocido como Nigeria (en la Isla Trinitaria).

Con un mortero machaca la masa del bolón más popular del humilde barrio del puerto principal.    

Cuando camina por las calles, en la mañana, los vecinos le preguntan si todavía tiene. “¡Ya se acabó!, responde un martes a las 11:00”.    

Aparte de que su bocado tiene buen sabor, lo ofrece a bajo precio. “Hay desde $0,75”, precisa.     

Trabaja en ese puesto de lunes a domingo. Así ha logrado el progreso. Su esposo ayuda a cortar los pedazos de cerdo. Ella hace el resto.

“Con mucho esfuerzo estoy terminando de construir mi casa”, expresa. Simultáneamente señala un inmueble de 3 pisos, de cemento, que sobresale entre el resto de pequeñas viviendas.        

Teresa, de 39 años de edad, madre de 5 hijos, es una de las vecinas que quiere el progreso del barrio urbano marginal.    

La mujer nacida en Quinindé, al igual que otras vecinas, considera que es difícil criar a un hijo en dicho barrio.   

Escasean los espacios de recreación para que niños y adolescentes se despejen sanamente.  

“Necesitamos más cursos de capacitación para que no haya niñas embarazadas a temprana edad. Para que se entretengan en algo más y tengan algo en qué entretenerse”. El Centro Comunitario Juan Bosco, que tiene un área para hacer actividades culturales y deportivas, es el único lugar de esparcimiento.  

En la Cooperativa Independencia II (Nigeria) hay alrededor de 8.000 familias. Muchas se asentaron en el lugar tras emigrar de la provincia de Esmeraldas.

Washington Angulo, residente desde hace 23 años, recuerda que para contar con el espacio comunal, inaugurado en enero, tuvo que distanciarse de los dirigentes, que tenían intenciones de invadirlo.  

“Todos los dirigentes me han tirado bandera negra, desde entonces, porque luché por el terreno del centro”, relata el oriundo de Borbón.      

Antes, dice, era una cancha de tierra en la que se enseñaba fútbol en la mañana y en la tarde.

La apariencia Nigeria ha evolucionado. Ya no se ven los puentes de caña, canales de agua, caminos fangosos y oscuridad (pocos tenían energía eléctrica). Hoy cuentan con calles de cemento y las casas de caña son minoría.    

Los vecinos, en su mayoría, se conocen. Cuando ven a un extraño las personas paradas en las esquinas lo observan.     

Lo mismo ocurre cuando circula un carro por sus angostas calles.  Hay pocos automotores en sus peatonales.

Cultura afrodescendiente

Carlos Valencia, quien es educador del centro, asegura que la Nigeria actual no es la misma de hace 5 años.

La gente tenía miedo de entrar, cuenta. “Todo el mundo te hablaba mal de Nigeria. Pensaban que era el infierno. Todos los problemas sociales los encontrabas acá”.         

Hace un lustro, cuando llegó a trabajar al sector, había niños callejeros: los menores de edad que pedían dinero cerca a los malls y bajo semáforos de la ciudad eran del barrio.        

A sus compañeros, que llevaban algún tiempo laborando en el centro,  los asaltaron, la gente peleaba en las calles y “miraban con resentimiento” a los visitantes. “Hoy la mirada de ellos es distinta”.  

Una de las acciones emprendidas para reducir los problemas sociales es la promoción cultural.   

Valencia enseña a tocar la marimba y la danza. El fin es rescatar sus valores (ancestrales y culturales). “Queremos devolverles la identidad. Una persona que no sabe de dónde viene, jamás sabrá a dónde va”, explica.

Por esa razón, los vecinos celebran la misa afro en honor a la Santa Virgen del Carmen y la recuperación de los chigualos.  

“En Esmeraldas a los difuntos  les tocaban música con tambores  toda la noche”, añade Valencia.

Según el profesor, quien también se autoidentifica como afrodescendiente, la identidad es una fortaleza. “Es devolverle a la gente su dignidad, que sea digna de ser negra, afrodescendientes”.

También los vecinos han efectuado campañas antidrogas y contra la violencia.

“Deseamos que sepan que lo que están viviendo no es normal ni digno”.  

Necesidades

Mientras la vecina Ana Ortiz camina con un equipo de este diario por las calles del sector (antes era todo de tierra) recomienda: “Vamos por acá mejor, vi unos muchachos pasar por el otro lado”, advierte. Y regresamos.  
Algunos residentes aún experimentan cierto nerviosismo por la inseguridad.

Esta madre de familia expresa que hay jóvenes “que andan en malos pasos (consumen droga y alcohol”.

Por ese motivo, considera importante que se habilite de nuevo la Unidad de Policía Metropolitana (UPC) que existía.

Los vecinos, con sus recursos, construyeron un local, pero como se inundó está abandonado.

“Los policías dan vuelta, pero no es suficiente. Necesitamos que apoyen con su presencia permanente la labor preventiva que estamos haciendo”.   

Algunos vecinos piden la construcción de puentes para pasar por el estero a las escuelas o trabajos.

Actualmente, para llegar a Esmeraldas Chiquita o a otro sector del sur, tienen que utilizar canoas.

Por el agua demoran 3 minutos llegar al otro lado (por $0,25); mientras que en carro media hora.

El servicio de canoas funciona de 07:00 a 23:00. Pero consideran que en la noche se exponen a muchos riesgos al cruzar. (I)

Datos

Los vecinos coinciden en que el barrio se denomina Nigeria por la numerosa presencia de habitantes afrodescendientes.     

Varios vecinos también han desarrollado un banco comunitario para impulsar proyectos productivos de los habitantes del sector.  

Además, ahorran dinero para que los niños tengan un fondo para sus necesidades.

Los salesianos impulsan los programas sociales en el sector.

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