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Cronistas en la ciudad

Cronistas en la ciudad
07 de julio de 2013 - 00:00

Nuestro país es pródigo en poetas, narradores y cronistas, sobre todo estos últimos, aunque pocas veces se reconoce su aporte. En Guayaquil, a lo largo del tiempo han prevalecido las crónicas históricas y literarias sobre tradiciones locales, desde el registro costumbrista. Si bien es importante valorar esta línea de trabajo, hay que ubicarla en el momento histórico que corresponde al proceso de construcción de la nación criolla, es decir, a lo largo del siglo XIX. Ciertamente, los tradicionistas -algunos de ellos de cuño tradicionalista- abordan la cotidianidad, pero su estilo no sobrepasa el registro anecdótico, moviéndose algunas veces en niveles elementales del relato historiográfico.  

Aunque tardíos respecto a la producción histórica de la crónica costumbrista en Latinoamérica, los principales cronistas-historiadores porteños de esta escuela fueron: Modesto Chávez Franco con sus “Crónicas del Guayaquil Antiguo” y José Gabriel Pino Roca con “Leyendas, tradiciones y páginas de historia de Guayaquil”, dos libros publicados en 1930, que nos dan pautas para entender las interioridades de este género, a caballo entre la literatura y la historia, que siempre tuvo entusiasta recepción en nuestro medio y cuyo máximo representante fue el peruano Ricardo Palma, autor de la obra “Tradiciones peruanas”.

Sin embargo, con el paso del tiempo la figura del cronista -no solo en Guayaquil, sino en otras ciudades del país- se ha convertido en la de un “todólogo” que habla y opina sobre cualquier cosa, porque así lo solicita algún periodista despistado. A pesar de la gran influencia de los tradicionistas/tradicionalistas en la construcción de los imaginarios locales, el desarrollo de la historia como disciplina exige replantear las problemáticas desde el análisis, la explicación y la interpretación, más que a partir de la descripción.

La complejidad de lo real nos obliga a estar atentos a los cambios que nuestra sociedad experimenta, no solo en la esfera pública, sino en ámbitos privados donde se configuran tipos de sociabilidad que funcionan de manera dinámica y cambiante, a través del tiempo. Ello implica aceptar que Guayaquil es una formación social diversa y compleja, cuyas características principales y rasgos propios se han afirmado en el largo plazo.

En las últimas generaciones abundan historiadores-cronistas que aún repiten  modelos que desarrollaron los “viejos”. Quizá el último gran historiador-cronista en nuestra ciudad fue Julio Estrada Ycaza, cuyas preocupaciones se centraron en la historia política, económica y de las instituciones, dejando inédito un voluminoso texto que es un verdadero diccionario de la guayaquileñidad: la “Guía histórica de Guayaquil”, a todas luces, una invaluable fuente de consulta para quien desea conocer episodios poco conocidos de la historia de Guayaquil.

Hay que consignar, finalmente, la contribución que hicieron algunos literatos que incursionaron en la crónica desde la etapa modernista. El primero de ellos fue el mismísimo Medardo Ángel Silva, quien en las páginas de EL TELÉGRAFO (1917) escribía, por ejemplo, una defensa del mayor invento de la humanidad hasta ese momento, el cine: “Tras el horrible surmenage cuotidiano, tras el pequeño rasguño la rencilla diaria, la mezquindad amiga…¡cómo es grata la sombra azulada del teatrito! Como las chicas cursis que sólo pueden gozar en el ecran de las mundanas elegancias y asistir a las soirées aristocráticas, desde su platea, mi dolor busca el reposo del cine, que es a mi alma, como un suave baño de penumbra”.

Miembros del “Grupo de Guayaquil”, como José de la Cuadra, Alfredo Pareja Diezcanseco y Demetrio Aguilera Malta, también escribieron crónicas en clave literaria. Y en las últimas décadas las plumas de Rodolfo Pérez Pimentel y Jorge Martillo Monserrate destacan por sí solas: el primero, historiador-cronista, con fina ironía remueve el polvo del tiempo; en tanto el segundo retrata a Guayaquil con agudeza, empatía y sensibilidad, en un lenguaje que oscila entre crónica y poesía.

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