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Con el guayacán de la zona se reconstruyó guayaquil

Colonche, entre la fe y la sombra del pasado

Colonche, entre la fe y la sombra del pasado
23 de noviembre de 2014 - 00:00 - Noemí Oyola – Ronny Paredes. Alumnos de Comunicación Social de Espol

En medio de la seca pampa de la costa ecuatoriana hay un pueblo lleno de historia. Solitario, tranquilo y de días soleados. Es pequeño (se puede recorrerlo en una hora).

Su nombre es Colonche. La denominación es un homenaje a la fuerte tribu que habitó allí: Colonchi. Está a 40 minutos de Santa Elena y es la cabecera de la parroquia más grande de la provincia. Este territorio, provincia Huancavilca del Reino de los Shyris, fue también tomado por los españoles tras su llegada. En 1700 construyeron, al pie del río Javita, su marca de dominio: la iglesia de Santa Catalina.

El elegante templo está hecho de madera de guayacán, la cual fue extraída de los bosques que hace siglos traían sombra y lluvias a la zona. Hoy, tras dos reconstrucciones que salvaron sus piezas originales, sigue de pie.

Santiago Santiana, de 62 años de edad y guardián del templo durante 32, gira la llave en la cerradura y empuja la puerta. El aroma a madera antigua y húmeda, con un hálito de encierro, golpea de frente a los turistas que entran a la centenaria Iglesia.

Adentro, bajo el difícil entramado de vigas organizadas en cuatro filas, los bancos miran hacia el altar y hacia la pileta de bautizos (tallada en piedra blanca).

Las pequeñas ventanas en lo alto de las paredes alumbran a medias las tres naves que componen el templo.

La escena impresiona: el desconsuelo de Cristo colgado de su cruz, Santa Catalina con los brazos abiertos (como abarcando el mundo) y el Señor de las Aguas (sentado con un cetro entre sus manos). A la derecha de la entrada está la ancha escalera que lleva a la torre. Desde allí es visible todo el caserío y también el cementerio, que está al final del pueblo. La torre y su cruz son parte de  las postales de la calle y la loma.

Afuera, en la avenida Tiburcio Rosales, todo sigue en calma. Lo único que se escucha es el viento que proviene del mar. Sopla violento. Es intruso en los hogares y es dueño total del parque central. Allí sacude las ramas de los samanes, arremolina las hojas secas y agita los descoloridos banderines de fiestas pasadas.

En ese sector los niños corren por la plaza y otros prefieren, en lugar de la acera, transitar por la mitad de la calle. Onofre Ascencio, de 55 años, sentado en su portal como cada tarde, los mira pasar. Este exprofesor de gesto serio vivió la sequía que hace medio siglo llevó a Colonche a la ruina.

“Aquí había locales grandes; esto era el centro de comercio de la zona”, cuenta con nostalgia.

Ascencio denuncia que la lluvia es escasa porque, hace medio siglo, se talaron los árboles del guayacán. “Con estos se reconstruyó Guayaquil, luego del Incendio Grande de 1896”.

Un pueblo agrícola no puede vivir sin lluvias. Por eso el Señor de las Aguas es el centro de la fe. Durante  los días 29 y 30 de mayo los agricultores de todo el país llegaron a la parroquia para agradecer y pedir a su santo bendiciones.

Asimismo, hace 314 años aparecieron en el río Javita dos imágenes de madera: un busto y un hombre sentado. Los colonos supieron cómo nombrarlas apenas las encontraron. Su fe en las imágenes los llevó a asegurar que ellas pueden lo imposible: lluvias en estas áridas tierras.

Durante los tiempos de sequía gran parte de los coloncheños dejaron su hogar. Los que se quedaron casi perdieron su fama de excelentes carpinteros. Algunos lograron vivir de la venta de carbón, otros de la recolección del yeso. Las familias que volvían de visita acostumbraban a traer su propia agua para ayudar a sus vecinos.

En la actualidad, la vida está volviendo a este pueblo. Las autoridades prometieron construir un hospital y explotar el turismo. Los habitantes esperan no perder la paz.

Para ellos tiene su encanto la soledad de los pueblos ocultos, caseríos donde los vecinos, aún sin conocerse, se dicen con educación “buenos días, buenas tardes, buenas noches”.

DATOS

Colonche es parroquia rural del cantón Santa Elena, de la provincia del mismo nombre.

Fue un asentamiento de indígenas, posiblemente, desde antes de que los españoles iniciaran la conquista.

Por el año 1650 figura -junto a Chongón, Chanduy, Santa Elena y El Morro- como una de las cinco parroquias de la Tenencia de Santa Elena, formando parte del Corregimiento de Guayaquil.

A partir de 1763 pasó a integrar el Partido de Santa Elena. Finalmente, el 29 de mayo de 1861 se ratificó definitivamente su condición de parroquia.

La mayoría de sus habitantes han emigrado en busca de mejores oportunidades a otros lugares.

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