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Simón José Antonio de la Santísima Trinidad bolívar y palacios fue el fundador de 5 repúblicas

Bolívar, más allá del héroe

Bolívar, más allá del héroe
05 de julio de 2015 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

El mes de julio no es solo el del santo de Guayaquil (Santiago el Mayor), sino también el del americano más destacado en la historia, pues su legado trasciende las diferencias políticas e ideológicas y se perpetúa en la concreción de un destino histórico compartido por millones.  

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios (1783-1830) fue el fundador de cinco repúblicas y uno de los mayores protagonistas de la independencia de la América hispana -un proceso que se enmarca en un corto lapso, durante el cual se observa el predominio de las rupturas sobre las continuidades. Como dice el historiador Elías J. Palti, el siglo XIX fue el “tiempo de la política” (1) y también de la guerra. En medio del fragor de las batallas, Simón Bolívar elaboró un pensamiento político marcado por la ideología de la Ilustración, una de cuyas vertientes fue el republicanismo.

En el Manifiesto de Cartagena, este caraqueño universal se declara “siempre fiel al sistema liberal”, y su liberalismo se manifiesta en su temprana adhesión a la causa antimonárquica. En este texto seminal, aborda también una de las preocupaciones esenciales de su vida: la utopía de la integración americana.

El tiempo de Bolívar y el de la independencia hispanoamericana empezaron en 1808. Napoleón invadió España; el rey Fernando VII fue apresado y permaneció cautivo en Bayona. En España y América se organizaron juntas autónomas apelando al principio de la retroversión de la soberanía bajo la figura jurídica de la vacatio regis, según la cual, ante la ausencia del rey, el poder soberano volvía a los “pueblos”. A partir de una tradición legalista que invocaba el derecho natural y se remontaba a las Siete Partidas de Alfonso X, los “pueblos” se consideraban depositarios de la soberanía, bajo la forma de una “plurimonarquía”. Este principio se encontraba presente también en la legislación indiana, que otorgaba a las colonias españolas en América, “el mismo estatuto que los demás reinos de la Corona española y, por lo tanto, en términos jurídicos los súbditos americanos no se distinguían de los peninsulares”. (2)

El nacimiento de la llamada “patria boba” tuvo como antecedentes las juntas autonómicas que se organizaron en España y América, las cuales incorporaron posteriormente las reivindicaciones independentistas. La primera de tales juntas se constituyó en Chuquisaca y casi enseguida se proclamó la de Quito, en 1809; en el caso de Venezuela, la primera junta se organizó en Caracas, el 19 de abril de 1810, e incluyó el apresamiento de los principales funcionarios españoles, el desconocimiento del gobierno de la Regencia en la península y la asunción de la soberanía popular, bajo la tesis de que los caraqueños no eran colonos, “sino partes integrantes de la Corona de España, y como tales han sido llamados al ejercicio de la soberanía interina, y a la reforma de la constitución nacional”. (3)

Pasan los meses y los debates que se ventilaban al interior de los “reinos” que conformaban España tomaron otros matices, según las demandas locales. En Caracas, el distanciamiento se volvió insalvable cuando un delegado de la Regencia bloqueó la franja costera y amenazó con “reducir a los sediciosos”. La respuesta no tardaría en llegar: se organizó el Supremo Congreso de Venezuela, que deliberó sobre las características del nuevo gobierno e introdujo la tesis de la ruptura total. El 5 de julio de 1811 se declaró la independencia de Venezuela y se inició un proceso bélico que culminaría años después, con la definitiva independencia de la Nueva Granada y la formación de un nuevo Estado.

Bolívar supo tempranamente que su destino sería el mismo de muchos compañeros de su generación: romper definitivamente con las estructuras del régimen colonial español. De esta forma, su origen aristocrático no fue impedimento para que se alejara de la tendencia realista y exteriorizara su adhesión a la causa de la independencia. Él fue un mantuano, un terrateniente caraqueño que dedicó su vida a la consecución de la independencia y la libertad de su tierra, hasta el punto de vender casi todas sus pertenencias. Su visión de mundo estuvo atravesada por una mezcla de idealismo y pragmatismo, lo que en términos políticos le ayudó a forjarse una personalidad que supo actuar con gran versatilidad en circunstancias adversas. Pero la empresa de liberación de la América Meridional no le fue exclusiva a su gloria; en realidad, supo mantenerse entre las disensiones y contradicciones de múltiples actores políticos que lo consideraron un importante aliado o un enemigo a vencer.

El héroe sumergido en el mito realmente hizo lo que todos los actores individuales de la historia: desplegar su talento en medio de las estructuras, esas “cárceles” del tiempo que contienen a los sujetos, imponiéndoles determinaciones y condiciones, a veces infranqueables. En el caso de Bolívar, su extraordinario olfato político y gran disposición intelectual lo catapultaron como un indiscutible líder americano. Supo que la política en tiempos de guerra no es para débiles, por lo cual no le incomodó el papel de dictador. Pero, asimismo, tuvo el suficiente talento para sostener, hasta casi el final de sus días, un proyecto de nación que se convirtió en su realización máxima: la Gran Colombia. Y hasta reservó fuerzas para diseñar un proyecto de integración americana que, aunque no se concretó, le valió el reconocimiento de haber sido su principal ideólogo y mentor.

Bolívar fue un arquitecto de la política real que interpeló a su entorno con armas propias. Por lo tanto, carece de fundamento la idea de un Bolívar utópico o “soñador”: alcanzó sus realizaciones porque hubo condiciones que le resultaron propicias a su talento. Por el contrario, los fracasos bolivarianos no fueron únicamente atribuibles a él, sino a un sinnúmero de aspectos estructurales y coyunturales que incidieron en el desarrollo de los acontecimientos. Ni superhéroe intocable ni juguete del destino, a Bolívar hay que historizarlo y sacarlo del mito y la ideología, pues su legado se entiende en función del devenir que se sustenta en la historia.


[1] Elías J. Palti, El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2007.
[2] Roberto Breña, ‘El primer liberalismo español y su proyección hispanoamericana’, en Iván Jaksic y Eduardo Posada Carbó, Liberalismo y poder. Latinoamérica en el siglo XIX, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 2011, p. 85.
[3] ‘Acta del 19 de abril de 1819’, citada en Inés Quintero, ‘Soberanía, representación e independencia en Caracas, 1808-1811’, en Procesos. Revista Ecuatoriana de Historia, Quito, I Semestre 2009, p. 10.

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