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Alternativas de años viejos son menos contaminantes

Alternativas de años viejos son menos contaminantes
30 de diciembre de 2011 - 00:00

Los superhéroes, pitufos y las restantes  faunas televisivas que se suelen quemar el 31 de diciembre, están cubiertos de pintura que en ocasiones contiene plomo, sustancia que se mezcla con las nubes y luego regresa en forma de lluvia ácida.

Raúl Paz, creador del concurso “Años viejos ecológicos”, que se realiza en la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) hace 16 años, explica que los monigotes grandes, pintados con sustancias que contienen pigmentos con plomo, al quemarse  producen un gas llamado dióxido de azufre, que luego se evapora y pasa a formar parte de las nubes. “Cuando llueve, ese gas  regresa con el agua y luego contamina la flora y fauna de los ríos y golfos”, detalla Paz, profesor del Instituto de Ciencias Químicas.

El tamaño y el tipo de material que se utiliza para construir un año viejo inciden  en la contaminación que se genera al quemarse.

Teniendo esto en mente, los esposos quiteños Cristina Velasco  y Daniel Erazo crearon el producto “Don Monigote”, un muñeco que mide 20  centímetros, viene en una caja y es idéntico a los “viejos”. “Quisimos emular los muñecos que se venden en la avenida América, le plantee la idea a la familia y nos ayudaron”, cuenta Cristina.

Empezaron con 2.000 monigotes en el 2009;   este año comercializaron 8.000 unidades.
“Fuimos al Ministerio del Ambiente para presentarles el producto, porque no queríamos trabajar con sustancias que pudieran resultar dañinas”, recuerda.

“Don Monigote”, elaborado con papel y tela,  viene con un testamento, polvos de olor, un plato para quemar el muñeco y dos rostros. El masculino se parece al fallecido cómico norteamericano Groucho Marx y el femenino se incorporó recientemente por pedido del público. El próximo año piensan iniciar la exportación del producto -que cuesta $ 6-  a España y Estados Unidos, para los migrantes. “Decidimos colocar los polvos porque mi papá nos contaba que cuando él era joven, Quito olía a incienso, mirra y laurel”.

El profesor Paz dice que los años viejos fabricados con aserrín, aunque desprenden ácido nítrico, resultan menos contaminantes al no contener el plomo de la pintura.

Aunque se ven pocos por la calle Seis de Marzo, donde predominan “Los Vengadores”, Gargamel,  políticos y los pitufos, todavía se venden los muñecos de aserrín, que en antaño eran mayoría. 

Gladys Sánchez apoya una silla de plástico en uno de los 100 viejitos de tela que viene fabricando desde hace veinte años. Ella compra la ropa en los “pulgueros”, cose el cuerpo del muñeco y le paga a otras personas para que lo rellenen con aserrín.

“Los monigotes de este tipo los compran las personas mayores, más apegadas a la tradición”, cuenta la comerciante que labora junto al centro comercial Albán Borja.

Con ternos viejos, unidos por el centro con un pequeño botón, los 70 viejos  de Juan Carlos López, rellenos con   virutas de madera,  se exhiben en las calles Seis de Marzo y Manabí.

Los precios del año viejo tradicional oscilan entre 6 y 10 dólares, según la careta, el lugar en el que se lo compre y hasta la calidad del terno.

“Esos los hago por pedido especial, porque salen más caros”, explica Gladys, algo atemorizada por la venta de camaretas en este lugar.

Aunque resulten menos contaminantes los de aserrín, en el concurso de la Espol prefieren apostarle a los años viejos comestibles, construidos con masa de pan.

“Quemar un monigote produce todos los tipos de contaminación posible, entre ellas la auditiva, porque las camaretas y explosivos llegan a producir hasta 130 decibeles, el doble de lo que puede soportar una persona”.

Lo que comenzó como una manera de evitar el ruido, mientras los profesores daban clases en el campus, continúa como una tradición institucional. “Hay gente que dice que es tradición, pero eso no es tan cierto, los monigotes que se quemaron durante años eran los de aserrín, no los muñecos hechos de papel y madera, eso es relativamente nuevo”, asegura el profesor.

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