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España recibía la mayor parte de las exportaciones de guayaquil en el siglo XIX

Actores del ‘boom’ cacaotero

Actores del ‘boom’ cacaotero
27 de septiembre de 2015 - 00:00 - Ángel Emilio Hidalgo, Historiador

En la trama de las relaciones productivas del periodo conocido como el segundo ‘boom’ cacaotero (1880-1920), hubo un sinnúmero de actores sociales que fueron protagonistas de este importante proceso socioeconómico. Si bien fueron los propietarios terratenientes llamados ‘gran cacao’ quienes descollaron por su emprendimiento, la mano de obra estuvo conformada por sembradores, peones y jornaleros que dinamizaron la cadena productiva del “cacao de Guayaquil”, el cual terminó de conquistar los paladares europeos en el siglo XIX, al punto que el diplomático austríaco Friedrich Hassaurek reportó, en 1867, la notoriedad del cacao guayaquileño en todo el mundo, muy apreciado sobre todo en España, país que recibía “la mayor parte de la exportación anual”.1

A pesar de que los ‘gran cacao’ siempre aparecen en las fotografías y en las narrativas historiográficas dominantes, cabe aclarar que existió un numeroso sector trabajador de origen popular que contribuyó a cimentar el prestigio de nuestro cacao desde la época colonial. Por ello no se puede ocultar que en las relaciones de producción se constituyeron sujeciones de servidumbre como las de los trabajadores de las haciendas y plantaciones del Litoral ecuatoriano, en el siglo XIX.  

La principal institución que justificaba estas injustas relaciones laborales era el concertaje, modalidad que establecía la atadura del campesino a la tierra, a partir del pago por adelantado, de parte del hacendado, por las faenas agrícolas que realizaba el trabajador “concierto”. De esta forma, el concertaje generaba deudas impagables que muchas veces pasaban a las siguientes generaciones.

En el campo litoralense había dos clases de trabajadores cacaoteros: los sembradores y los peones. Los primeros también eran llamados ‘desmonteros’, pues su labor consistía en desbrozar la hierba de las matas de cacao que crecían endémicamente. Estos trabajadores se ocupaban únicamente dos veces al año (junio y diciembre) y ganaban por jornales. La mayor parte del tiempo lo pasaban libres, por lo cual, muchas veces terminaban engrosando las improvisadas milicias de caudillos locales y regionales.

Los peones, por su parte, mantenían una relación laboral con el dueño de la hacienda basada en la concesión de una parcela que debía ser cultivada. El sociólogo Andrés Guerrero observa que si bien “la parcela destinada a la subsistencia abastecía al trabajador de yuca, plátano, bananas y unas cuantas gallinas, el resto de requerimientos alimenticios había de satisfacerse en la tienda de la hacienda”.2

Y efectivamente, en las haciendas y plantaciones cacaoteras se generaba una microeconomía de valor cerrado que giraba alrededor del consumo que hacían los peones en la expendeduría del terrateniente. Solo allí tenían valor las monedas que el dueño de la hacienda había mandado a acuñar. Cada una de estas monedas correspondía a un jornal y en una de las caras se leía: “un día de trabajo”; mientras que en la otra, constaba el nombre del patrono ‘gran cacao’.

Las relaciones laborales entre los hacendados cacaoteros y los peones jornaleros a veces se formalizaban ante un notario o escribano público. El investigador Wilman Ordóñez transcribe una Carta de Concertaje de 1908,3 celebrada entre Isaías Manzo (hacendado) y Tirso Benítez (peón), la que en su parte medular dice: “…el segundo de los comparecientes (Tirso Benítez) dice y otorga: que compromete sus servicios personales como agricultor jornalero, dándolos en arrendamiento a favor del primero (Isaías Manzo) para servirle en su hacienda ‘Los Arenales’, situada en la parroquia de Pimocha de esta jurisdicción cantonal (Babahoyo), ocupándose, a disposición de dicho Señor, en todos los trabajos de agricultura y en los más que se le ocurran todos los días ordinarios de cada semana y ocho horas, en cada una de ellas, durante el plazo estipulado y empezando el trabajo desde el día tres del próximo agosto, para ganar por cada uno de ellos un sucre diario inclusive la comida”.

Pese al balance positivo del segundo ‘boom’ cacaotero, se mantuvieron relaciones socioeconómicas precapitalistas como el concertaje, indudable rezago de estructuras coloniales que condicionaron la dinámica de formación del capitalismo en el Ecuador.

1 Friedrich Hassaurek, Cuatro años entre los ecuatorianos, Quito, Ediciones Abya-Yala, 1997 [1867], p. 38.

2 Andrés Guerrero, ‘Sembradores y peones’, en VV.AA., Pensamiento en torno a la producción cacaotera, Quito, Ministerio de Cultura del Ecuador/Corporación Editora Nacional, 2011, p. 192.

3 Wilman Ordóñez Iturralde, Alza que te han visto, Tomo I, Quito, Eskeletra Editorial, 2010, p. 198.

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