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A Puná le falta casi todo: desde agua hasta calles

Los animales domésticos, los niños y los pocos vehículos comparten el espacio público en la isla.
Los animales domésticos, los niños y los pocos vehículos comparten el espacio público en la isla.
Foto: Alexandra Marciillo/ULVR
06 de agosto de 2016 - 00:00 - Alexandra Marcillo, estudiante de la ULVR

Está a 2 horas de Guayaquil, pero tiene más de cuarto de siglo de atraso. Puná, una isla que es parroquia rural del cantón Guayaquil y donde habitan cerca de 6.500 habitantes, está totalmente abandonada.

Aunque es considerada un pulmón para el país por sus 919 km²  que contienen abundante vegetación y poseen un clima tropical seco rico en flora y fauna; el lugar puede resultar inhóspito, por la poca infraestructura que posee aun cuando podría ser una isla de gran potencial turístico.

La vida en el lugar

Mientras un carro transita por sus polvorientas calles, un niño de 8 años se cruza en el camino. Corre sin zapatos detrás de una pelota.

El panorama se repite en varias calles. Callejuelas destruidas, polvo y animales que corretean en la cabecera parroquial.

Alberto Gonzabay, presidente de la comuna, cuenta que el mayor problema que afrontan es la falta de agua potable.

“Hemos presentado oficios a la Municipalidad de Guayaquil e Interagua desde hace 2 años, pero no recibimos respuesta alguna. El agua para el uso diario se consigue de un pozo y no sirve para beber. Para el consumo compramos botellones de 20 litros en $ 2,50”, explica.

Flor Castillo, tiene más de 40 años viviendo en la isla. Todos los días cocina con leña porque su situación económica no le permite comprar un cilindro de gas en $ 7.
“Mi esposo gana $ 12 por día y apenas nos alcanza para comprar la comida y agua”, comenta.

Porfirio Sánchez, puneño de 99,  se jacta de que sus abuelos fueron de los primeros colonos. “Siempre hemos carecido de agua potable y hasta de atención médica. Solo tuvimos un pequeño botiquín para emergencias”, cuenta.

Uno de los mayores problemas de la isla, además de la falta de agua potable y el asfalto de sus calles es el alcantarillado sanitario. Los desechos biológicos se lanzan al manglar sin ningún tipo de tratamiento.

Ninfa Quimí, de 56 años, dice que lo más preocupante es la educación de los niños y jóvenes. “Tenemos la escuela Juan León Mera en la cual se educan cerca de 300 estudiantes. Lo lamentable es que por falta de docentes quienes imparten   clases son bachilleres de la misma institución. Pocos jóvenes deciden estudiar la universidad. Lo hacen solo quienes tiene familia en Guayaquil”. (I)

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