"60 años trabajando en el cementerio"

El oficio de pintar lápidas o bóvedas es un trabajo antiguo pero poco reconocido, dice Miguel Samaniego de 75 años, quien se dedica a esta actividad desde los 12 años. El artesano de  tez canela y cabello blanco cubre  su cabeza con un sombrero para protegerse del sol.

Cuenta que la precisión para pintar y darle forma a las imágenes la consiguió con el pasar de los años.

“De niño era muy curioso y me llamó la atención este trabajo”.

Aunque sus compañeros lo consideran un adulto mayor, la agilidad para subirse a las escaleras, para pintar una bóveda todavía la conserva. “Cuando a uno le gusta lo que hace, no tiene pretextos”, dice Samaniego.

Desde muy temprano llega al Cementerio General de Guayaquil. Ahí trabaja de lunes a domingo.

Labora con una caja de herramientas en donde guarda sus utensilios  con ellos que se gana el sustento diario desde hace 60 años.

En las mañanas arriba hasta la puerta 13. Desde ahí grita: “Pinto bóvedas”.

Algunos se acercan a preguntar por el trabajo, le dejan adelantado la mitad del pago y la otra mitad cuando lo finaliza.

Para pintar no se requiere de tantas herramientas. Solo brochas, pinceles, una espátula, lija y pintura de colores negro y blanco.

“Lo que se necesita es mucha paciencia y amor para que el trabajo salga bien. La pintada de una lápida cuenta $ 20, y el cliente puede escoger el diseño que prefiera”.

Feliz Moncada, de 60 años, amigo de Samaniego, asegura que el domingo es el día que más trabaja. “Se trata de una persona que le gusta sentirse útil”.

Walter Miranda, dice que el pintor es miembro de la Asociación de Servicios de Pintura, Pintores de los Cementerios del Ecuador, “Asopinde” y que su trabajo es muy destacado. “Lo contraté para que pinte la lápida de mi madre y su trabajo fue excelente”.  (I)