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Yela Loffredo, una vida dedicada al arte y a fomentar la cultura

La artista guayaquileña tiene su casa algunas piezas, las cuales forman parte de su colección particular y que muestra a sus visitantes. Fotos: Cristina Cazorla  y Ninibeth Bustamante
La artista guayaquileña tiene su casa algunas piezas, las cuales forman parte de su colección particular y que muestra a sus visitantes. Fotos: Cristina Cazorla y Ninibeth Bustamante
11 de mayo de 2014 - 00:00

Sus manos tocaron por primera vez  la mezcla de papel y engrudo a los 4 años de edad. Cuando sus hermanos mayores elaboraban caretas de ‘años viejos’.  Así comenzó la carrera de Yela Loffredo de Klein, la escultora guayaquileña nacida el 22 de julio de 1924.  También de esa manera la artista obtuvo sus primeros ingresos económicos, en ese caso, para solventar sus gastos en golosinas.

El amor por la pintura, grabados, música, esculturas fueron inculcados por su padre (Salvatore Loffredo Calabrese) y sus hermanos. Esa influencia dio pie a que se convierta en una de las mujeres más reconocidas del medio artístico local.

Estudió en la escuela Municipal N° 4 Manuel María Valverde y cursó la secundaria en el Colegio Nacional de Señoritas Guayaquil.

La infancia fue dura para Yela. Tenía 12 años cuando perdió a su padre. Este acontecimiento marcó su vida. Una nostalgia aún la invade cuando recuerda lo vivido junto a él.

Su madre, que se convirtió en la cabeza del hogar, sola tuvo que sacar a sus hermanos adelante. Sin embargo, otra tragedia la marcaría: su mamá falleció el 13 de mayo de 1942 producto del terremoto de 7,7 grados que sacudió a Guayaquil. En ese evento no solo perdió a su progenitora, sino el lugar en donde había vivido gran parte de su infancia.

Después, invadida por la tristeza de perder a sus padres a tan temprana edad, se va a vivir con sus padrinos de bautizo. Más tarde contrae matrimonio con un joven inmigrante de orígenes judío-alemán llamado Paul Klein.

Pronto nacieron sus 5 hijos (un varón y 4 mujeres). En el tiempo que pasaba con los niños, Yela no dejó de imaginar las formas de las esculturas. Compartía con sus hijos esta expresión del arte. Su esposo, al ver la inclinación que ella tenía por la escultura,  la motivó para formar parte de la Escuela Municipal de las Bellas Artes en 1960. “Mi esposo me llevaba en la mañana y me recogía por la tarde en la Escuela de Bellas Artes”.

A partir de ese momento se encontró frente a frente con lo que sería su profesión. Para ella, el apoyo de su esposo y de su familia fueron vitales. Lo más difícil de esta decisión fue volver a las aulas en plena madurez, pero no fue un obstáculo, ya que “cuando uno quiere aprender no busca el techo o el piso o la pared, busca el conocimiento, de lo que sea, para aprender”.

Su carisma y su manera de llegar a las personas le permitieron entablar una buena amistad con el escultor lojano Alfredo Palacios, quien fue su maestro y el que más tarde influiría en la técnica artística que Yela escogió.

El hecho de tener una especialización hizo que construyera un pequeño taller en la planta baja de su casa, en donde día a día mostraba el compromiso adquirido con el arte.

Se graduó en 1966. En ese mismo año pensó en organizar una exposición anual con el objetivo de que los jóvenes escultores puedan mostrar sus obras en la calle. Su sueño se materializó cuando se realizó la primera exposición de artes plásticas, en la que las nuevas mentes creativas del país compartieron con grandes maestros de la escultura.

Al ver el resultado que dio esta primera exposición, se creó la Asociación Cultural Las Peñas, la cual, por muchos años, fue dirigida por Yela Loffredo. Desde entonces, cada año, en julio, se realiza la exhibición de las obras. “Uno de los problemas que se presentó fue que los moradores se oponían, porque los carros no podían salir (de la calle) porque se encontraban con las esculturas”.

En 1979 fue nombrada directora del Departamento Cultural de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol). Por más de 32 años, mientras estuvo en el cargo, se realizaron eventos artísticos y culturales.

Después, en 1983, fue enviada por el Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) a París para exponer sus obras junto a grandes artistas del arte tanto de América como de Europa.

En reconocimiento a su destreza, entrega en el campo de las artes plásticas -a nivel nacional e internacional- y su preocupación constante para promover esta disciplina artística, le fue entregado en 1999, durante la presidencia de Jamil Mahuad, el Premio Eugenio Espejo.    “Siento orgullo del reconocimiento, porque no todos tienen los conocimientos para recibirlo”. 

La maestra de la escultura ha creado un sinnúmero de obras, entre ellas 7 Lunas, que fue elaborada en honor a las madres. “Cuando alguien manda a hacer una escultura, no tiene noción del valor y la cantidad de  material que se va a utilizar, por esta razón muchas veces no es bien remunerado el trabajo del artista”, explica.

Yela Loffredo detalla que la creación de estas obras comienza con una idea. Luego debe hacerse un boceto que será moldeado en barro (la base de una escultura). Posteriormente es traspasada a materiales como la marmolina o yeso.

Ella califica al yeso como ‘maleable’ (material que puede ser trabajado con facilidad), porque en el trascurso del tiempo se va degradando. En cuanto a precios de sus creaciones -explica-, depende  de la fundición y del peso.

Asimismo, la artista confiesa que la apasiona la creación de joyas. Esta idea, cuenta, surgió cuando estaba enferma.  En ese tiempo las dibujaba, luego las pasaba a materiales maleables y, finalmente, las llevaba a un joyero. Actualmente sus prendas no se exhiben en museos diferentes. “Cuando uno muere es que valen para los museos”, sentencia.

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