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Operadores vivenciales reciben capacitación para trabajar con los adictos

Operadores vivenciales reciben capacitación para trabajar con los adictos
27 de octubre de 2011 - 00:01

“Te putean y no te dejan ver a tu familia como castigo”, así resume Jaime  su experiencia en un centro de rehabilitación de drogodependientes.

Al no encontrar una respuesta satisfactoria a su demanda, él abandonó este tipo de tratamiento y optó por la terapia ambulatoria.

El panorama de los centros de atención para adictos tiene nuevas reglas desde el año pasado,  a través de una normativa que regula su funcionamiento.

Eva Cevallos, directora de Salud mental del Guayas, explica que los establecimientos deben contar con psicólogos, médicos y profesionales. Esta dirección de Salud Pública inició la semana pasada un proceso de capacitación para los operadores vivenciales, es decir, para las personas que han salido de una adicción y consideran que pueden ejercer como terapeutas de otras que atraviesan  situaciones similares a las que ellos vivieron.

Fredy Cadme es uno de los 47  inscritos en el proceso. Él  también administra una  clínica de rehabilitación para adictos.
Tiene ocho años en proceso de recuperación. Su primer encuentro con un centro de tratamiento le dejó una idea: “En la clínica donde fui internado no me daban una atención humanitaria, creo que era un negocio”, contó.
Cadme se muestra complacido con la capacitación, aunque en su clínica son los psicólogos los que  dirigen  el abordaje de las adicciones.

La primera fase de este proceso consiste en una evaluación psicológica y social que permita conocer las capacidades y competencias terapéuticas de los participantes.
Luego, explica Eva Cevallos, iniciará la capacitación en cuatro módulos. “Se les enseñará un mínimo de herramientas para acompañar el proceso de rehabilitación, que siempre deberá ser manejado por profesionales”, aclara.
La funcionaria puntualiza que los operadores pueden acompañar el proceso, pero no son el único referente dentro del equipo.
Este proceso finalizará en enero, cuando los participantes serán evaluados y recibirán una certificación.

Sólo 19 centros para adictos (ver recuadro),  de un total de 70 que existen en la ciudad, cuentan con todos los documentos necesarios para funcionar. Once se encuentran tramitando sus permisos.

Análisis del trabajo vivencial
Basándose en su observación de las estrategias utilizadas por los terapistas vivenciales, el psicólogo Carlos Silva considera que estas operaciones tienen una alta carga de confrontación afectiva que despersonaliza al sujeto, para luego volverlo a armar con otros referentes.  “Uno de ellos puede ser la religión. Pienso que para algunas personas puede ser efectivo, pero a la larga es un buen negocio, las recaídas de los adictos son frecuentes y creo que eso nos habla de la validez de su abordaje”, considera Silva. 

El año pasado se abrió en la Nueva Escuela Lacaniana (NEL) de Guayaquil un seminario público sobre toxicomanías y alcoholismo. A este espacio asistieron quienes querían estudiar el tema y también los operadores vivenciales.

“Los ex adictos recuperados en los programas de Narcóticos Anónimos y Alcohólicos Anónimos dirigen los grupos de quienes están consumiendo; ellos solos no pueden lograr la abstención”, señala Ana Ricaurte, psicoanalista y miembro de la NEL.
La observación que realizó Ricaurte en esta investigación la lleva a realizar una conclusión parecida a la que planteó el escritor  Chuck Palahniuk en su novela “El club de la pelea”: los mencionados  grupos  pueden volverse adictivos para el sujeto.

María Quinde, subdirectora técnica del Centro de Docencia e  Investigación para el Desarrollo Humano y el Buen Vivir (C.I.D.I.D.), administrado por la Facultad de Psicología de la U. de Guayaquil y el Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep), considera importante  la ayuda que los operadores pueden aportar al programa de rehabilitación. “Pero siempre debe existir un trabajo profesional, de lo contrario se pierde seriedad”, indica.
Ella defiende el tratamiento ambulatorio, es decir, que el paciente no esté encerrado y acuda a el por su propia voluntad.
“En los modelos residenciales el sujeto tiene que recibir lo que le dicen los demás, el operador vivencial tiene un poder superior y eso no le permite reflexionar”, opina.

Alejandra P., de  26 años,  no se considera una adicta, aunque no descarta que a veces “el tema de la coca se le va de la mano”.
Según reportes de los centros regulados por Salud mental, anualmente se reportan aproximadamente 2.100 casos de personas en rehabilitación en la provincia.
Eva Cevallos señala que los centros deben tener terapias focalizadas en el sujeto. Cuando una persona va a ser ingresada a rehabilitación contra su voluntad, debe ser el médico del centro el que realice una evaluación y determine si la persona debe ser recluida.

Al preguntársele cuál es el tiempo que una persona debería estar en  confinamiento, ella asegura que no debería ser mayor a cuatro meses, aunque existen excepciones.
Alejandra bromea con su experiencia en el centro, no obstante dice lo mismo que Juan, un joven que ahora recibe terapia ambulatoria: para salir del lugar hay que portarse bien. “Yo lo veo como el programa del Gran Hermano, entras a participar y si haces lo que te dicen sales, nunca me han maltratado, he estado en lugares con psicólogo, psicoanalista, psiquiatra, vivencial”.

Juan dice que lo peor es que a él si lo han insultado y vejado. Considera que en algunos centros se maneja mucha hipocresía, porque la gente fuma o “jala” cocaína a escondidas. Él repudia su experiencia en esos sitios, porque como castigo le prohibían ver a su familia.
Este joven, que probó algunas drogas y no pudo salir de esta realidad durante mucho tiempo, expresa que  estar encerrado te aleja del mundo y de las tentaciones.

“¿Y cuando sales a la vida real? Por eso prefiero el tratamiento en el que puedo regresar a mi casa, porque día a día me enfrento a mis ex amigos, a mi barrio, a todo eso”
Actualmente en el centro ambulatorio se están tratando 160 personas, y la demanda en adolescentes va en crecimiento, dice Quinde.

Reciben personas que no pueden manejar su consumo de marihuana, cocaína  y heroína.
Los ciudadanos que requieran este servicio deben acudir voluntariamente, los que han perdido todos sus vínculos con el trabajo, los estudios y la familia pueden asistir desde las 09:00 hasta las 16:00.

Participan en conversaciones entre ellos, terapia grupal y sesiones con psicólogos.
Pablo llegó a este lugar después de ver cómo las frutas que comía en el desayuno “le hablaban”. El tiene 14 años y empezó a consumir cocaína hace un año. En este proceso hasta llegó a vender su Play Station para comprar la mercadería. “Cuando empecé con las alucinaciones mi mamá me mandó al Hospital Psiquiátrico, en las pruebas encontraron que tenía la droga”.
A Pablo una sobredosis le hizo caer en cuenta de su situación. “El problema no es la droga, sino que yo me obsesiono con las cosas”, comentaba con sus compañeros en la reunión de la mañana. En el centro no trabajan con vivenciales.

Quinde señala que los profesionales que tratan con adictos no deben pensar que el único problema es la droga sino la relación de la persona con su familia y entorno.

Antonio también participa en la terapia. Aunque ha logrado dejar el alcohol, dice que la tristeza no lo abandona. “Tengo culpa, pero cuando me vuelvo a sentir así, prefiero evitar la música rockolera porque con ella viene el alcohol”, dice.
¿Cómo se controla la ansiedad por consumir? Los psicólogos del C.I.D.I.D.,  en el km 2,5 de la Av. Juan Tanca Marengo, les proponen ejercicios deportivos a sus internos. En el establecimiento hay una piscina y canchas para ellos.

Aunque no existen estadísticas oficiales de los procesos de recuperación, Fredy Cadme, operador vivencial y administrador del centro “Fortaleza de Vida”, dice que dándo un tratamiento con profesionales y “sin darle palo a la gente” ha logrado que la mayoría de las personas que ingresan, dejen las drogas.

Este año la Dirección de Salud mental coordinó el cierre de 6 clínicas que no tenían permisos.
La entidad tiene previsto a futuro el establecimiento de un sistema de licencias para estos lugares.
Por ahora se ha propuesto un tarifario a los centros regulados. Estos no deben cobrar más de $ 500 por sus servicios al mes.
Eva Cevallos solicita a la comunidad  asistir únicamente a clínicas que tengan permiso  y así evitar exponer a los familiares a maltratos.

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