Liga de Quito se nutre de su cantera para jugar la Superliga femenina
El trabajo de la entrenadora Jeny Herrera es metódico y ordenado. Siempre enfatiza en la disciplina y las jugadoras a las que dirige en Liga de Quito tienen ese “chip” para crecer como equipo.
La “U” es uno de los pocos equipos femeninos que tiene una cantera propia y de donde proviene la totalidad de la plantilla que disputará la Superliga femenina, cuyo inicio será el 27 de abril.
Herrera se muestra orgullosa por todo el trabajo realizado. No en vano lleva 11 años con el equipo; 20 si se toman en cuenta los años que defendió la camiseta como futbolista.
El club recibe a chicas desde los 10 años, para empezar con su formación prácticamente desde cero. Muchas llegan con nociones básicas por su gusto por este deporte, pero deben perfeccionar su técnica para llegar a un nivel superior.
Ese es el caso de Grace Gutiérrez, que asiste desde los 12 años y ha pasado seis con Liga. Así pudo crecer y superar categorías, hasta llegar a formar parte del plantel estelar de las “albas”.
De jugar con sus primos en la calle, con piedras para imitar un arco, pasará a jugar en los principales estadios del país. Liga de Quito será local en el complejo de Pomasqui, pero también existe la posibilidad de que lo hagan en el estadio Rodrigo Paz Delgado, pero dependerá de cómo crezca el equipo en el arranque del certamen.
“Estoy muy emocionada y ansiosa de que empiece el campeonato. Hemos esperado mucho tiempo y sé que esta apertura para el fútbol femenino nos impulsa a ser aún mejores”.
Ella compagina los entrenamientos de Liga con sus estudios universitarios. Actualmente cursa el segundo semestre de la carrera de arquitectura en la Universidad de las Américas (UDLA).
Gutiérrez combina ambas actividades con responsabilidad. Asiste a clases, luego está en las prácticas diarias del club y por la noche se dedica a las tareas.
El equipo femenino de Liga siempre ha mantenido buenas relaciones con los principales directivos del club profesional. Incluso el vínculo entre ambas entidades ya existía antes de que se obligue a cada plantel tener su par femenino.
Herrera ha sido muy cercana a Esteban Paz, presidente de la Comisión de Fútbol, que ha estado presto para respaldar a la plantilla, con uniformes, balones y otros insumos.
Con el convenio firmado, el respaldo fue creciendo. Ahora tienen un cuerpo médico que está en todas las prácticas, pueden asistir a un gimnasio y cinco futbolistas -las más destacadas- reciben un salario fijo mensual. El directorio consideró motivarlas de esta manera, pero no serán las únicas, pues más adelante otras jugadoras serán incluidas en esa lista.
“Si pagas de buenas a primeras a todas, no llegaremos a ningún lado. No se trata de paternalismos, de exigir que nos den dinero. Es cuestión de merecimientos y de tener oportunidades para crecer. Depende de nosotras”, señaló la adiestradora.
Liga de Quito es uno de los equipos que casi nunca deja de entrenar. Empezó la pretemporada el 2 de enero y desde ahí no ha parado: practica de lunes a sábado y solo descansa el domingo.
En ese tiempo, Herrera estructuró la plantilla del equipo principal y también de la sub-16, que fue el acuerdo que firmaron con la entidad quiteña.
En el primer equipo figuran 26 futbolistas y se sumarán tres que ascenderán desde la categoría inferior, mientras que en la sub-16 contarán con igual número de jugadoras.
Las dos categorías entrenan a la par, pero cuando se trata de trabajos específicos lo hacen por separado.
La estratega Herrera está acompañada por su asistente Laura Silva, el preparador físico Alberto Orozco, el preparador de arqueros Pedro Veas y Miguel Casas como asistente de campo.
Los lunes, miércoles y sábados se juntan en el parque La Carolina, en el norte de Quito, mientras que los martes y jueves en el complejo deportivo El Carmen, al sur de la ciudad. Los viernes lo hacen en Pomasqui.
Alejandra Pardo ya se acostumbró a esa rutina y hace cuatro años juega para Liga de Quito. Su llegada al equipo no fue casualidad, pues sintió que necesitaba una formación específica cuando decidió jugar fútbol más allá de un simple hobby.
Recuerda bien que empezó a jugar a los cinco años, en el barrio La Floresta, donde pateaba botellas. No tenía un balón y en una Navidad pidió que se lo regalen.
Su tío Jinson, que era muy futbolero, le entregó uno en las festividades y desde ahí no se despegó de él. “En el colegio me decían que era una señorita y que debía comportarme como tal. Yo no cambio al fútbol por nada y siempre seguí jugando. Me seleccionaron para los intercolegiales”.
Al igual que su compañera, Pardo también comparte el fútbol con sus estudios académicos, pero ella eligió una carrera más afín al deporte. Cursa el tercer semestre en educación física.
Ella empezó como delantera, pero hace un tiempo la entrenadora la cambió de posición y ahora juega como defensa central. Esta disposición la sorprendió, pero pudo adaptarse para cumplir bien en esa labor. (I)