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"Ventarrón" Quiñónez cree que su paso por Barcelona fue lo peor en su carrera

Carlos Quiñónez Salvatierra. Exfutbolista ecuatoriano
Carlos Quiñónez Salvatierra. Exfutbolista ecuatoriano
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
10 de septiembre de 2018 - 00:00 - Luis Cheme

Carlos “Ventarrón” Quiñónez perdió a su familia a causa del descontrol y el desenfreno. La bebida y las fiestas después de los partidos lo convirtieron en un esposo y padre ausente. Pasaba días fuera de su casa, confundido por la fama y el dinero con los que se traducían los goles que marcaba con el Deportivo Cuenca en 2004.

Su buen desempeño en la cancha contrastaba con el desorden de su vida personal. Pero la hinchada “morlaca” le perdonaba todo a cambio de que el delantero siguiera marcando los goles que alimentaban la ilusión de conseguir el primer título nacional.  

Esa mala experiencia forma parte ahora del testimonio de vida que utiliza con los adolescentes que se forman en la escuela de fútbol que lleva su nombre y que empezó a funcionar hace tres años. Más que un entrenador, “Ventarrón” es una suerte de guía espiritual de más de 50 jóvenes que sueñan con salir de la pobreza jugando fútbol.     

Quiñónez forma parte de la plantilla histórica del Deportivo Cuenca que logró el campeonato en 2004, bajo el mando del estratega argentino Julio Asad.

Su aporte de 14 anotaciones en aquella temporada le sirvieron para que fuera designado como el mejor delantero del campeonato nacional de ese año. Sin embargo, el éxito le duró poco.       

Trasladémonos a 2004, año en que lograste el único título de tu carrera con Deportivo Cuenca. ¿Esperabas convertirte en figura y goleador del equipo con 14 tantos en 40 partidos?
El camino al título empezó en 2002 con el ascenso a la serie A. La dirigencia mantuvo la base nacional e incorporó refuerzos extranjeros de calidad, como Javier Klimowicz, Eduardo Iachetti, Pablo López y Sergio Bustos. Con ellos conformamos un equipo muy sólido. A eso se le debe sumar la guía del técnico Julio Asad, quien más que un estratega fue un motivador para todo el grupo.  

¿Qué marca dejó Asad en ti?
Protegía mucho a los jugadores. Comprendía mucho la parte humana, nos trataba como hijos. Si no hubiera sido por sus consejos seguramente mi carrera habría terminado antes de lo previsto.

El mejor gol de tu carrera fue el que le marcaste al Deportivo Quito el 15 de mayo de 2004 en el estadio Alejandro Serrano: un zapatazo desde antes de la media cancha que dejó sin reacción a Sandro Borja.   
No se equivoca, es ese. Cada vez que puedo abro el YouTube y lo veo. La última vez que lo vi tenía más de 40.000 reproducciones. Incluso me lo descargué y lo tengo en el teléfono. Los chicos a los que dirijo en mi escuela de fútbol eran aún niños cuando yo jugaba, por eso a veces me preguntan quién fui o cómo me movía en la cancha. Cuando eso pasa les enseño el video. No sé exactamente desde qué distancia pateé, pero hasta ahora nadie ha hecho algo similar en el fútbol ecuatoriano.

Esa noche le marcaste tres goles al Quito, saliste ovacionado de la cancha; Deportivo Cuenca clasificó a la liguilla pre- Libertadores y tú cumpliste 45 días sin dar declaraciones a los periodistas. ¿Por qué le pedías al técnico Asad y al club ser excluido de las ruedas de prensa?        
Antes de ese partido había atravesado una racha negativa sin marcar. La prensa hablaba y publicaba que mi sequía era por causa de la vida desordenada que tenía y no era así. Decían cosas sin fundamentos. Es cierto que me gustaba la vida alegre y de la calle, pero era muy responsable con mi trabajo.  

¿Alguna vez llegaste borracho a un entrenamiento?
Jamás. Yo cuidaba mucho mi trabajo.   

Pero Julio Comesaña, quien llegó al Cuenca en reemplazo de Asad, te sacó del equipo porque supuestamente habías llegado en estado etílico a una práctica. ¿Qué pasó exactamente?  
Cada quien habla lo que quiere. El señor nunca me hizo un test de alcoholemia, era una acusación sin argumentos. Comesaña es el responsable de que el equipo campeón de 2004 se haya partido. No me sacó solo a mí del equipo sino a muchos compañeros que habían sido clave para ganar el campeonato. Con él empezó el martirio en mi carrera.

Era algo personal entonces. Quizá no le dieron buenas referencias tuyas...
Una vez tuvimos un encontronazo en plena zona técnica porque no me hacía jugar, pese a que la gente en las gradas pedía mi ingreso. Estábamos jugando Copa Libertadores ante Pachuca en el estadio Alejandro Serrano Aguilar y faltaban 10 minutos para que terminara el partido. Empatábamos 1-1 cuando me llamó de mala gana para que entrara. Yo le respondí: “No me jodas, ch... de tu m...”; y no entré, me quedé sentado en la banca. Él estaba desesperado porque la hinchada pedía su salida, entonces quería utilizarme para de alguna manera salvarse. Eso aumentó su resentimiento hacia mí.    

Recuerdo que después de que Comesaña te sacó del equipo hablaste con la dirigencia porque tenías contrato vigente con el club...
Un día, después de aquel incidente, me reuní con el presidente del equipo y le dije que mientras Julio Comesaña siguiera en el equipo no contaran conmigo; y me fui. No era posible que un extraño llegara a destruir un proyecto que nos había costado mucho construir desde el ascenso.  

Tu salida del equipo fue en enero, pero en septiembre te llamó el presidente Antonio Álvarez y te pidió que volvieras.
Sí, pero me pusieron condiciones. Me propusieron bajarme el sueldo, en castigo por la supuesta indisciplina que había cometido. No acepté, lógicamente. Además de que estaba fuera de forma, pesaba unos 5 kilos de más. Había dejado de entrenar durante ese lapso.  

¿A qué te dedicaste en esos 9 meses?  
No hacía nada. Me descuidé por completo.  

Ese no fue el único entredicho en el que estuviste involucrado. El técnico argentino Jorge Célico  también te sacó de El Nacional en 2008 por problemas disciplinarios...
En El Nacional tuve un encontrón con el coronel Néstor Landeta. Él se me acercó un día para reclamarme un tema personal. Yo reaccioné mal y el día que el equipo empezó la pretemporada para 2009 llegué al complejo y no me entregaron la indumentaria de entrenamiento. Estaba en una lista de descartados junto con Cléver Chalá, David Valencia, Dílber Castillo, Darwin “Metralla” Caicedo y Javier Chila. Pero mi salida creo que pasó más porque Landeta no me quería en el equipo.

¿Qué te dijo Landeta?
(Sonríe) Prefiero no hablar de eso.  

¿Tal vez te acusó también de borracho?
(Suspira) Ese es un estigma con el que me tocó lidiar en mi época de futbolista y del que nunca me pude desprender. Cuando la gente escucha mi nombre lo primero que dice es que era borracho. No era alcohólico, pero no puedo negar que me gustaban mis cervezas y no me daba vergüenza que me vieran, lo cual no es correcto. Nunca me fumé un cigarrillo y tampoco consumí drogas. Ahora soy una persona de bien y tengo a Dios en mi vida.  

Vi en tus redes sociales que publicas y compartes mensajes religiosos...
Asisto a una congregación religiosa como oyente.  

¿Estás arrepentido de la vida que llevabas?
Me arrepiento de haber permitido que la fama y el dinero me alejaran de mi familia. Después de ganar el título con el Deportivo Cuenca me alejé de mi esposa y de mis hijos, pasaba más tiempo con amigos que con ellos. La fama y el dinero dañan, más aún sin una guía en la vida. Todo se acabó.

¿Perdiste a tu familia?
Sí, es mi mayor remordimiento. Después de separarme de mi esposa empecé a buscar mujeres donde no debía. Estoy arrepentido de haber dañado mi hogar y de alejarme de mis hijos. Pero ya pasó, ahora trato de guiar a los chicos que dirijo para que no cometan los mismos errores que yo cometí.

Tu esposa incluso te interpuso una orden de arraigo que te impidió viajar con la selección a Uruguay, tras ser convocado por Luis Fernando Suárez. ¿Cómo lo solucionaste?  
Yo viajé, solo, un día después. Mis abogados se movieron rápido y el Tribunal de Menores levantó la orden de arraigo. También hubo un acuerdo con mi exesposa que facilitó todo.    

¿Cuántos hijos tienes?
(Hace una pausa de cinco segundos) Eso es personal, prefiero no hablar del tema.   

Son muchos entonces...
No le voy a dar números. Quedemos ahí.    

Tu hijo mayor, Luis Quiñónez, fue figura el año pasado del Nacional Los Shyris en el Intercolegial Sub-10 de Pichincha. Es delantero como lo fuiste tú, pero al parecer no despuntó. ¿Qué pasó con él?
Sigue jugando, pero no está para el profesionalismo. Por eso le dije que mejor se dedicara a estudiar.    

Volvamos otra vez en el tiempo y establezcámonos en 2007. Ese año Barcelona compra tus derechos deportivos después de una extensa negociación en la que había interferido Liga de Quito. ¿Supongo que llegar al club más popular de Ecuador era tu aspiración profesional?  
Lo era, pero Barcelona es lo peor que me pudo haber pasado en mi carrera.   

¿Así de radical?
En menos de tres meses pasaron tres entrenadores: Ramón Ángel Bernuncio, Luis Cubillas y Mario Jacquet. Ninguno me hizo  jugar como yo esperaba. Estaba relegado a la banca, pese a que venía de ser figura y goleador en el Deportivo Cuenca. Y la prensa me caía siempre encima.

En esa época la hinchada te calificaba a ti, a Mario Lastra y a Edwin Villafuerte como el tridente de la indisciplina porque supuestamente se escapaban de las concentraciones. ¿Es cierto que hacían eso?
Yo nunca lo hice, no sé si ellos lo hicieron. A mí siempre me gustó vivir lejos de mis compañeros y no compartir cosas fuera de la cancha o concentración. Lastra no era mi amigo, sino solo un compañero de equipo. Desconozco cómo llevaba su vida privada. Con Villafuerte igual.    

¿Fue muy difícil que Galo Roggiero (+) te convenciera de jugar en Barcelona?
Quien realmente me convenció fue mi padrino Carlos Falquez Batallas, que era alcalde de Machala en esa época. A él lo había llamado expresamente el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, para que hiciera lo imposible para convencerme de jugar en Barcelona. Galo Roggiero le había pedido hacer uso de sus influencias y que lo ayudase a finiquitar el fichaje.   

Tu transferencia fue también una movida política entonces...
Claro, ya me habían llamado de Liga de Quito y teníamos un acuerdo de palabra. Pero mi padrino (Carlos Falquez Batallas) me hizo ese pedido especial y no podía decirle que no. Él es emelecista, pero Nebot le había pedido ese favor especial. Me arrepiento de no haber aceptado la propuesta de Liga porque en Barcelona jugué poco.

Pudiste haber sido campeón de la Copa Libertadores en la temporada 2008...
No me lo recuerde, por favor. Repito, fichar por Barcelona fue la peor decisión que tomé en mi carrera.   

En tu Facebook vi fotos tuyas con la camiseta de Emelec...  
No soy ni emelecista ni barcelonista. Siento un cariño especial por Deportivo Cuenca, por el título de 2004, pero soy hincha de la selección ecuatoriana.            

¿Vives cómodamente? ¿Qué te dejó el fútbol?  
Me dejó una casa y un negocio de venta de mariscos al por mayor. Nada de lujos, antes no se ganaba tanto como en la actualidad. Ahora por uno o dos goles los jugadores son transferidos a grandes clubes con contratos millonarios.     

Tu travesía en el fútbol empieza en el Santos del Guabo de El Oro, en la segunda categoría, y tengo entendido que en tus planes nunca estuvo dedicarte a esta profesión.  
Desde muy niño trabajaba con mis padres y mi abuelo en carpintería. Yo peloteaba en mi barrio, me formé en las canchas improvisadas sobre el asfalto o la tierra. Era goleador, por eso un día un dirigente del Santos me invitó a entrenar en el equipo. Mi inicio en el fútbol fue tardío; tenía 19 años cuando empecé a jugar el campeonato de segunda.  

Después das el gran salto a Audaz Octubrino, que disputaba el torneo de serie B...
Yo tenía 22 años cuando empecé a jugar fútbol profesional, bastante tarde en comparación con otros jugadores que tuvieron formación desde la infancia. Pero mi gran escuela fue el peloteo de la calle, en el que por una moneda te tiras de cabeza sobre el filo de una vereda. Con Audaz quedé goleador; eso hizo que el Deportivo Cuenca se fijara en mí para buscar el ascenso... y lo logramos. (I)

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El quiteño, polifuncional en toda su carrera, repasa su trayectoria en el fútbol nacional, con énfasis en sus dos décadas en Liga de Quito. Quería retirarse en el club de su vida, pero un día simplemente dejaron de contar con él. Más adelante dirigió en las formativas, pero la historia se repitió y de repente lo despidieron de su cargo.

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