Yvo Ron, exfutbolista de Emelec
Yvo Ron reveló que lloró "tres días" luego de anunciar su retiro del fútbol
Las vacaciones escolares fueron clave para el futuro del pequeño Yvo. Sus padres lo enviaban a Quito para que compartiera con su abuela paterna en una época en que el apellido Ron sonaba fuerte en el fútbol ecuatoriano por el desempeño de un corpulento delantero que la rompía en El Nacional.
El papá de Yvo era nada más y nada menos que primo hermano del recordado Vinicio el “Toro” Ron, ídolo de una familia que se acomodaba en los asientos del estadio Olímpico Atahualpa para ver en acción al atacante. El más favorecido terminó siendo el niño guayaquileño que no pensaba aún en ser futbolista profesional.
Yvo Ron revela que en esa etapa era hincha de El Nacional y comenzó su gustito por el fútbol. Luego se fue incorporando a la práctica en la escuela y el colegio. Pero en su camino rumbo al profesionalismo influyó la diosa fortuna.
“Todo fue casualidad. Un sábado el papá de mi amigo Nelson Rivera nos preguntó si queríamos jugar en Autoridad Portuaria. Yo tenía 14 años y me integré al equipo para disputar el torneo sub 18 de Asoguayas, la única categoría que había. Me vieron jugar y me llamaron para la selección de la provincia”, narra ahora con 51 años a cuestas.
¿Cuándo aparece Emelec?
Recuerdo tanto que en 1983 se dio el fenómeno de El Niño y por las lluvias era difícil encontrar canchas en buen estado para entrenar. Entonces Emelec fue al complejo de Fertisa a hacer fútbol y al Ñato (Eduardo García, +) le gustó cómo yo jugaba. Él era entrenador del primer equipo. Mi llegada al club se concretó rápidamente. Llegué a Emelec en abril de 1983, tenía 16 años.
Y todavía adolescente te encuentras con jugadores de renombre y algunas glorias del título conquistado en 1979. ¿Motiva, ilusiona o asusta?
Estaba casi todo el equipo campeón de 1979, todos eran mayores: el “Bocha” (Ricardo Armendáriz), Juan Manuel Sanz, Ecuador Figueroa, Juan Tenorio, Javier el “Trompudo” Pineda, Xavier Delgado, Jesús Cárdenas, (Alonso) “Pechito” Torres, Jorge Valdez, Juan Ramón Silva, Óscar Achilier -papá de Gabriel-, Israel Rodríguez, el Chino “Aguirre”... por nombres era un gran equipo, pero muchos se retiraron para esa época. Juan Pástor Paredes era el más joven.
Debutas en Quito contra un equipo difícil y con solo 17 años. ¿Cómo fue la experiencia?
Ese día también debutó Kléber Fajardo. Y nos tocó contra un equipazo que tenía Deportivo Quito; era casi imposible ganarle en el Atahualpa y empatamos. Sentí poco los efectos de la altura, estaba lleno de vitalidad. Jugué de delantero por izquierda.
¿Te costó ganarte la titularidad?
El asunto era que antes de cada temporada traían extranjeros para la función de volante izquierdo, 10 o delantero y como mi deseo era jugar yo mismo me hacía ubicar en otro lugar de la cancha. Solo me faltó jugar de arquero. Fui lateral izquierdo, back centro, 5, 8, puntero derecho y centro delantero. Mi función natural era de 10, pero antes de cada partido me mentalizaba para cumplir la función que me tocara. La cuestión es ser disciplinado.
¿Qué referentes tenías?
Me encantaba ver los mundiales. Me prestaron el (vídeo) del 82, fue excepcional lo que hizo (Michel) Platini, vi todos los partidos, tomé jugadas de él, las practicaba y a la larga me salían. También seguí mucho lo que hacía Maradona. Y de acá, Vinicio Ron.
¿Cuál fue el mejor futbolista con el que jugaste?
Álex (Aguinaga). Él es menor por dos años, participamos en los Juegos Bolivarianos de Cuenca en 1985 y ganamos la medalla de oro. Solo jugamos tres equipos: Colombia, que venía de disputar el Mundial juvenil, y Perú. Le ganamos
a Colombia 3-0, jugué de centro delantero y marqué el último gol. Álex era muy disciplinado, tenía talento, manejaba la pelota con los dos pies. Luego participamos en el (torneo) Juventudes de América en Paraguay, teníamos un buen equipo, pero enfrentamos a la selección anfitriona, que tenía a (José Luis) Chilavert, y a Uruguay, donde estaba Rubén Sosa, grandes figuras que llegaron lejos.
Enfrentaste a Maradona en el amistoso entre Ecuador y Argentina en el estadio Monumental previo al Mundial de Estados Unidos 94... ¿Cómo fue esa experiencia?
Tengo un gran recuerdo porque nunca se le había ganado a Argentina. Jugaron también Balbo, Batistuta, que entró al cambio; Caniggia, Simeone, Ruggeri, Redondo, Zanetti...
¿La Tricolor hizo un partidazo o Argentina se cuidó?
Supuestamente hicimos un gran partido, pero luego lo vi y me percaté de que nosotros jugamos sin temor, sin presión... libres; en cambio Argentina se cuidaba porque estaba a un mes del Mundial. Y a pesar de eso, recuerdo que cobré un tiro de esquina y la pelota iba rumbo al arco, se iba a convertir en gol olímpico, Goycochea lo evita pero se termina pegando en el poste y se lesiona.
¿Qué te faltó para ser fichado por un club del exterior?
Solo estaban Álex (Aguinaga) y Hólger (Quiñónez) afuera; no se manejaba mucho el tema del empresario y eso es muy importante, porque él es realmente el que te pone en otro lado, no precisamente por las virtudes de uno.
El Guaraní de Paraguay se interesó por mí una vez por recomendación de Rubén Garcete (fue DT de Santos de El Guabo y Aucas). Me llamó y me preguntó si estaba dispuesto, yo encantado, pero no me volvieron a llamar. Luego le llevaron vídeos míos a Luis Alberto Aguerre, pero no pasó nada.
Dussan te llama para la Copa América de Chile en 1991, pero luego ya no te toma en cuenta, ¿qué pasó, te corregía mucho?
Fácil. No era parte de su grupo: Iván (Hurtado), Máximo (Tenorio), Dannes (Coronel), Héctor (Carabalí), el Tanque (Eduardo Hurtado), (Ángel) Fernández, Nixon (Carcelén)...
¿No volviste a la selección salvo el amistoso con Argentina?
El amistoso lo dirigió Carlos Torres Garcés, pero después volví con (Francisco) Maturana al año siguiente. Fuimos a la Copa América de Uruguay 1995. Con “Pacho” yo entraba al cambio.
¿Qué te dio y qué te quitó el fútbol?
No me quitó nada, hubo muchas alegrías, amigos y personas conocidas con las que terminas generando una amistad. El fútbol da cosas buenas, no solo dinero, puedo decir que estoy muy contento de haber pertenecido a Emelec y ser reconocido por lo que hice.
¿Cuáles son los triunfos que más festejaste? ¿Los títulos?
Los clásicos. No pude festejar los títulos. En el de 1988, una semana después del clásico que ganamos 1-0, me fracturo el peroné haciendo fútbol entre nosotros, vi enyesado el festejo por televisión. En el 93 estuve en Deportivo Quito y en el 94 debíamos esperar el resultado entre Barcelona y El Nacional en Guayaquil. Mis padres habían ido por tierra (a ver el partido entre Aucas y Emelec, en el Atahualpa) y decidí regresarme con ellos. Escuchando la radio, mientras manejaba ya por Quevedo, me enteré de que éramos campeones. Había mucha gente en las calles festejando, impresionante. Hasta vi a personas subidas en un caballo con la bandera de Emelec. Yo festejé de una manera muy distinta.
¿Por qué te fuiste al Quito?
Llegó Nassib Neme y decidió prestarme a otro equipo, hubo una primera entrevista con Esteban Paz y ya era un hecho que yo iba a Liga, pero en el último momento se truncó todo. No acepté algo que quería cambiar en el contrato y que ya estaba arreglado. A los cinco días me llama don Rodrigo Espinoza, dueño del Banco Ganadero y dirigente del Quito para contarme que ya habían acordado el préstamo con Emelec y que debía presentarme el lunes.
¿Te acuerdas de los extranjeros que jugaron contigo esa temporada?
(Claudio) Galvagni, (Miguel) Jérez, (Fernando +) Barbosa y uno más que vino de Independiente de Avellaneda (Marcelo Reggiardo). No era un gran equipo, aunque sí había referentes como (Adalberto) Angulo, (Giovanny) Mera, (José Higinio +) Rivera, Nixon (Carcelén), José Luis Pavón, Marlon Ayoví, Sandro Borja y eran los inicios de Ulises (De la Cruz), que tenía 18 años.
El arquitecto Tommy Schwarzkopf no pagaba los sueldos, pero yo cobraba de otra parte, no solo del club. Mis compañeros que tenían carro no podían pagar la gasolina y el resto ni para los pasajes, así que yo los ayudaba. Ulises me trataba de usted.
-Ivo, me puede prestar para pagar el bus.
-Toma Ulises.
Fue una linda experiencia, como para recordarte que de un gran club (Emelec) no debes moverte. En el 94 hubo elecciones y ganó el doctor Fernando Aspiazu, ahí se dio mi regreso.
¿Con quiénes hubo mayor rivalidad en la cancha?
Me preocupaba más de lo que podía hacer yo que del rival, pero los clásicos, por ejemplo, había que estudiarlos mucho y estar más concentrados que en otros partidos. Una vez que jugué de centrodelantero, fui a buscar la pelota tras un tiro de esquina y sentí un manotazo en la garganta y caí de cabeza, había sido Montanero que jugaba con los brazos muy abiertos, pero más allá de eso tuve una gran relación con él. Con el “Chino” (Luis Gómez) y Wagner (Rivera) nos dábamos (patadas), pero somos grandes amigos. Nos vemos, saludamos, nos abrazamos y jugamos fútbol.
¿Disputar un clásico es tan difícil como el debut profesional?
Cuando recién empiezas a jugarlos es muy difícil, la primera vez que jugué fue porque se lesionó un compañero la semana previa. El día del partido me llamó Ángel Castelnoble (DT de Emelec) y lo veía complicado en papeles, pero si te propones hacerlo bien, sale. Llegué a ser tercer goleador de los clásicos, con 7 goles.
Te salió un golazo en un clásico de 1995 en el Monumental.
Tengo muchos recuerdos y anécdotas de ese partido. Ese día (24 de marzo) un cuñado mío en ese entonces invitó a su suite a mis hermanos y a mi mamá. Le hice falta al “Chino” Gómez en el área y el árbitro señaló penal. Lo cobró el “Pepo” (Marcelo Morales) y Barcelona comenzó ganando 1-0. Mi ahora excuñado insultaba, gozaba y gritaba de la emoción. Cierto, por primera vez tapaban el mismo clásico Álex y José Francisco (Cevallos). Después, cuando ya estaba por terminarse el partido, (Luis) Capurro hizo un minicentro y (Antonio) Vidal González bajó la pelota. Me cuentan que mi excuñado se puso a gritar como loco “no lo dejen patear, no lo dejen patear”, acomodé la pelota, pateé e hice el gol, entonces mi mamá se levantó y le dijo de todo festejando. El balón hizo como una curva, Byron (Tenorio) estaba de frente y la pelota como que lo abrazó, estábamos con viento en contra y la pelota le hizo un efecto raro a José Francisco.
Por lo que cuentas es el mejor gol que hiciste como profesional...
También hay otro que le hice a Barcelona en el mismo Monumental (liguilla de 1995). Teníamos un jugador menos por expulsión, nos toca un tiro libre, Enrique Verduga y yo nos ubicamos atrás de la pelota con el ánimo de patear. El “Chino” (Gómez) se puso adelante de la pelota pero a unos metros, como vi que los jugadores de Barcelona estaban un poco desconcentrados, salí corriendo; no sabía si Enrique había captado mi intención y me puso el pase,
entré solito a enfrentar a José Francisco y se la coloqué entre las piernas. No festejamos porque al final Joe Vargas empató (2-2).
Pese a ser joven (30 años) te quedaba poco tiempo en el fútbol...
Así es. Jugué hasta inicios de 1997. En un partido de Copa Libertadores en Argentina (ante Racing) me barrió por atrás (Pablo) Michelini y me llevó con todo. No me pude levantar, se me rompió el tendón rotuliano, el ligamento cruzado, la pata de ganso, la cápsula, todo en una sola. Acá me reconstruyó la rodilla (izquierda) el finado Eduardo Alcívar, pero no entiendo por qué me sacó los meniscos.
Muchos jugadores se deprimen cuando dejan el fútbol pese a que ya están en edad de hacerlo. ¿Cómo te fue a ti, ya que debiste dejarlo por lesión?
(Respira hondo) Lo dejé abruptamente, no podía hacer nada, para resumirte creo que lloré tres días seguidos en mi casa. No sé si era impotencia por el hecho de no poder moverme ni bañarme solo, lloré como un niñito. En el hospital ya sabía que no iba a volver (a jugar fútbol profesional).
Si te reconstruyeron la rodilla, ¿qué aseguraba que no volverías a jugar fútbol?
Cuando recién me operaron había la esperanza de seguir, pero no debían sacarme los meniscos. A los seis meses yo ya estaba corriendo de nuevo, pero con el transcurso de los entrenamientos sentía la fricción de los huesos, no había soporte, me dolía.
Pero sigues jugando. Se te ha visto en los clásicos de las glorias del Astillero. ¿O juegas sin correr mucho?
Igual me duele, pero uno se acostumbra. Yo trato de hacer lo mismo que antes y sé que tendré que ponerme prótesis en algún momento.
¿Qué amigos te dejó el fútbol?
Todos. Nunca he tenido enemigos, en la cancha era una cosa, después de jugar, otra. Ahora veo que se unen, hay asociaciones de exjugadores, eso es bueno, acuérdate de que antes la parte económica no era tan fuerte. Se ganaba más o menos si disputabas Copa Libertadores o estabas en la selección, sino terminabas mal, muchos de esa época están necesitados.
¿Has visto a algún exjugador en una mala situación?
Son cosas que no deberían pasar porque hemos sido artistas, protagonistas en un ámbito, la gente se enamoró de nosotros, nos apoyó, les generamos alegrías. Saliendo del Capwell, cuando aún jugaba, me dio mucha pena una situación. Un señor alto, de tez oscura, sambo, muy flaco y con poca ropa se me acercó y me dijo “ayúdame con un dinero”, le di y luego me percaté de que era (Ernesto) el “Bombom” Mesías. No podía creer que un futbolista que había sido reconocido por ser fuerte estuviera en ese estado.
¿Tienes contacto con los nuevos jugadores de Emelec y del resto de equipos?
Es que me fui de viaje (vivió en Estados Unidos entre 2001 y 2015) y poca gente me conoce; solo si digo mi nombre me reconocen. Era distinto, antes tenía el cabello largo, ahora ni pelo tengo. Me perdí 14 años. Entro a cualquier lado y no me sacan. Ahora un poquito más porque me ven en un programa sobre Emelec que sale en las redes sociales. Es lindo cuando me envían mensajes, el otro día escribió un hincha contando que cuando yo jugaba nació su hijo. ¿Cómo se llama? Yvo.
La pregunta de cajón, ¿cuál fue tu mejor entrenador?
Con el que más amistad tuve fue con (Carlos) el “Palillo” Torres Garcés; los técnicos eran complicados para que les tuvieras respeto, en cambio con él conversabas y te daba libre albedrío, no andaba como policía investigando lo que hacías. César Reinoso fue como un papá conmigo, aunque era reservado; Castelnoble y Eduardo García, mi gran amigo, tenían similar forma de dirigir.
¿Hasta dónde llegó la amistad con el “Ñato” García?
Me quería tanto que no me gustaba ir a la Parrilla porque no me cobraba, me daba vergüenza. Dos meses antes de su muerte fuimos con mi mamá y mi papá, el Día de las Madres, a la sucursal de vía a la costa y apenas nos vio gritó: “estos son mis invitados”. “Eduardo no hagas eso, mi papá va a invitar a mi mamá”. No hizo caso. Mi mamá no paró de llorar cuando se enteró de su muerte, fue tan triste por la forma tan abrupta en que se fue. Todos los que lo conocían se daban cuenta de la felicidad que tenía por dentro. (I) et