Ideas frescas para América
La oportunidad que tanto buscaba finalmente llegó. Miguel Bravo dio un gran salto en su carrera como entrenador y fue nombrado director técnico del club América de Quito, de la serie B.
Con 33 años, Bravo vivirá su primera experiencia en primera división. Él dejó temprano el fútbol -a los 30- para dedicarse de lleno a la dirección. En un punto de su carrera deportiva, la pasión por entender el fútbol desde una mirada más pedagógica, le ganó al deseo de jugarlo.
A partir de 2012 surgió su interés por la labor de sus entrenadores. Sobre todo del argentino Luis Soler, quien lo dirigía en ese momento en Deportivo Cuenca. De él le gustaba su forma de trabajar, su metodología y su intención de armar un proyecto conjunto con las formativas del club.
Bravo empezó a anotar lo que veía en una libreta. También servía su celular y luego almacenaba esos conceptos en su computador portátil. También grababa partidos y los analizaba con detenimiento. Con esa formación empírica, Bravo se dio cuenta de que necesitaba un aprendizaje formal.
Fue así que se inscribió en la Asociación de Técnicos de Fútbol Argentino y estudió dos años a distancia, mientras continuaba con su carrera deportiva.
Pasó por El Nacional, Deportivo Quito y regresó a Deportivo Cuenca. Su último año como profesional fue en Clan Juvenil en 2016 y en diciembre de ese año viajó a Buenos Aires para rendir los exámenes y recibir su título.
La decisión de dejar enseguida el fútbol, como jugador, no fue sencilla, pues el consideró que al menos le quedaban tres años para jugar. Sin embargo, para Bravo, su mejor versión en el fútbol ya había pasado y lo mejor era dedicarse desde joven a la dirección técnica.
En ese viaje a Argentina pudo compartir con Gabriel Milito, quien ya trabajaba como entrenador de Independiente de Avellaneda. El título que consiguió fue para dirigir a niños y jóvenes, además de poder hacerlo a nivel profesional. En ese campo es el que pretendía irrumpir y casi enseguida consiguió un trabajo.
A inicios de 2017 fichó por Liga de Quito, club donde precisamente se formó, para ser asistente en el plantel de Reserva y también en la sub-18.
Más adelante también condujo a Aucas en las Reservas y fue de ahí desde donde dio el salto al América. “Tengo sueños de dirigir en la serie A, pero todo es un proceso; ahora me estoy forjando como entrenador y debo demostrar profesionalismo para seguir creciendo”, dijo.
La serie B será su primera parada en el profesionalismo. Hoy ya no añora jugar fútbol al máximo nivel, como al inicio. Bravo recordó que después de su retiro empezó a ver un partido entre Deportivo Cuenca y Barcelona por televisión y el estadio estaba totalmente lleno.
No pudo aguantar ni cinco minutos y apagó la televisión, pues habría querido estar ahí. La tristeza lo invadió, pero era consciente de que su deseo de ser DT era mayor que aquello.
Poco a poco superó ese “trauma” por el que pasan todos los futbolistas y asumió con más empeño su nueva labor. También aprendió a editar videos, un recurso que lo aprovecha con sus dirigidos, pues suele grabar todas las prácticas y luego armar videos para hacer más sencillo el aprendizaje.
Bravo también se preocupa de los aspectos fuera de la cancha, como la alimentación de los jugadores, su educación o su entorno familiar. Aquello lo aprendió de Soler.
El joven DT apuesta por un proceso en América que lleve de nuevo al club a la serie A, con pasión por su trabajo. (I)