Entrevista / arquero de Barcelona
Máximo Banguera sobre Quinteros: "La gente lo cuestiona porque estuvo en Emelec"
El muchacho de 17 años que viajó a Quito en busca de oportunidades en el fútbol y que vio la primera clasificación de Ecuador al Mundial de mayores en la avenida 9 de Octubre junto a su hermano, Eliano, tiene ahora 31, atraviesa su mejor momento y es el principal candidato para atajar frente a Brasil y Perú.
El recorrido, los golpes dentro y fuera de la cancha, y la influencia del DT Guillermo Almada en Barcelona, en el que siempre quiso jugar, lo han llevado a lo más alto.
La prensa y los hinchas dejaron de hablar de él por quemar tiempo, golpear a un rival después de un partido, fingir que perdió el conocimiento tras derribar a un delantero, fallar un penal y dejar entrar la pelota en su arco con su complicidad. Hace meses daba indicios de que su nivel iba en alza, pero faltaba esa actuación que captara los aplausos, los flashes de las cámaras y los elogios. Se dio la noche del 9 de agosto, ante Palmeiras, en Sao Paulo, por los octavos de final de la Copa Libertadores.
Máximo Banguera desvió la pelota impulsada por Egidio (lo mismo hizo con el remate de Bruno Henrique) y conquistó a quienes no creían en él. Y el viernes pasado volvió: le atajó un penal a Juan Luis Anangonó, en el 0-0 entre Liga de Quito y el ‘Ídolo’.
Almada contó que cuando él llegó a Barcelona no eras parte de la selección y te empujó a que te propusieras volver mejorando tu rendimiento.
El ‘profe’ llegó en una situación muy complicada (en Barcelona). Estuvo a punto de irse, pero las cosas difíciles son las que más le gustan; tuvimos química, comenzamos a compartir mucho y me preguntó por qué no iba a la selección y le expliqué cuáles eran las razones.
¿Cuáles eran?
(Tuve) un golpe anímico muy fuerte por la pérdida de mi mamá (Gladys Valdivieso) y pasaron muchas cosas por mi cabeza, una de esas fue dejar el fútbol, pero me ayudó el envión anímico de mis dos hijos. El varón, el más grandecito, me dijo que quería jugar conmigo, alcanzarme, y decidí seguir con mi carrera. Me costó, era muy pegado a mi mamá. (Almada) me dijo que debía regresar a la selección. No me inquietaba concentrarme, yo estaba tranquilo porque no quería estar concentrado; cuando Quinteros me dejó fuera de la Copa América (Chile, 2015) le agradecí. Supimos superar todo eso, nos limpiamos, nos sacamos esa tristeza del corazón y volví a trabajar con ganas. Debía recuperar mi nivel, el profesor Héctor (Burguez), preparador de arqueros del equipo, me ayudó mucho, fue un compromiso volver a la selección.
Los hinchas y los comentaristas desconocen en muchos casos el estado anímico de los futbolistas. ¿Te molestaban más las críticas en esa época de dolor?
Vengo de un barrio muy pobre, el Cristo del Consuelo, que seguirá siendo mi espacio para toda la vida; disfruto mucho de la gente de ahí. Vengo desde abajo y nadie me ha regalado nada; he sabido trabajar, con ganas y esfuerzo, he tratado siempre de salir adelante. A los 17 años me fui de la casa a Quito para buscar esa oportunidad. Sé que al ser arquero de Barcelona estás en la mira de todos. Si cometes errores en otros equipos no es lo mismo, poca gente te critica. Acá, sea tu hinchada o la contraria, están pendientes de ti. Soy un guerrero, las críticas no me interesan porque no tengo nada que perder. Sé lo que quiero, a dónde apunto a llegar, mis metas... Las críticas no me afectan.
¿Cómo fue tu recorrido antes de llegar al Espoli?
A los 9 años comencé a tapar en Fedeguayas; mi primer entrenamiento fue en el (estadio Ramón) Unamuno, después en Unión Española, un equipo amateur, y luego el esposo de una prima, primo hermano de Sandro Borja (exarquero ecuatoriano), me preguntó si quería ir a Quito y acepté. Fue duro aguantar mucha hambre, no tener dinero para los pasajes; a veces me tocaba ir al entrenamiento caminando. Ese año (2003) pasaron muchas cosas. Me probé en Deportivo Quito, El Nacional y Espoli, donde el ‘profe’ Sixto Vizuete me dio la oportunidad. Tras el primer entrenamiento me pidieron los papeles (documentos).
¿Dónde vivías?
En la casa del primo estuve cuatro meses, después ya fui a la sede del Espoli. Éramos como 30 compañeros; con el paso del tiempo se iba uno, luego otro, porque sufríamos mucho. Al final terminamos 3 o 4, por eso digo que las críticas no me afectan. Yo sufrí.
¿Y cómo hacían para comer?
Tocaba hacer la de Cantinflas, a punta de milagros. Era algo duro, nos tocaba jugar ligas barriales por 5 o 10 dólares (por partido) para comer. Estaba en la sub-18 de Espoli; al siguiente año me llegó un memo donde me indicaban que debía presentarme en primera, donde estaban (Wilmer) Zumba y Rolando Ramírez, y al sexto partido expulsaron a Zumba, entonces le tocaba atajar al colombiano, pero no le llegó el tránsfer, así que fui titular y me quedé de largo.
¿Cuando Ecuador se clasificó al Mundial de Corea creíste que podías llegar algún día a ser arquero de la selección?
(Lo veía) Lejano, porque no tenía el apoyo de nadie, o alguien que me dijera ‘te regalo estos zapatos’ o ‘este par de guantes’, no tuve esa ayuda. Estoy agradecido con Dios y con Espoli, donde viví los mejores años porque debuté y me quedé de titular hasta los Panamericanos en 2007, cuando fuimos campeones en Río (con la selección sub-18). En 2008 tuve la posibilidad de ir a Gimnasia de Jujuy, pero me lesioné un martes y me tocaba ir el jueves, y al siguiente año fui a Barcelona. Las cosas pasan por un propósito.
¿Eras hincha del ‘Ídolo’?
Siempre quise jugar en Barcelona.
No es lo mismo que ser hincha.
Es que no era enfermo al fútbol, mi idea era jugar en Barcelona, siempre, porque decían que ahí los jugadores se quemaban, que no querían arquero negro. Me gustan las cosas difíciles y los retos; después los disfruto.
Y cuando llegaste al equipo el arquero titular, Pablo Santillo, estaba lesionado.
Tenía una placa en el quinto metatarsiano y decidió sacársela, así que tuve la oportunidad de atajar la Noche Amarilla; me fue bien y me dejaron de titular. Fue el año (2009) de Benito Floro, muy complicado; no nos imaginábamos que Barcelona pelearía el descenso.
¿Te desmotivó esa campaña?
Me prometí: ‘Voy a estar aquí hasta que quede campeón’, y tuve la bendición de conseguirlo con el equipo. Muchos jugadores no pudieron levantar la copa.
Junto a José Luis Perlaza fuiste clave para que Barcelona se salvara de descender a la serie B. Tuvieron cercanía en el campo y se notaba un gran compañerismo. ¿Afuera cómo era la relación?
José Luis es más que un compañero, es como mi hermano, mi mejor amigo en el fútbol, de hecho siempre hablamos, casi todos los días. Tenemos un negocio juntos. Compartimos en familia, existe una gran confianza entre los dos. El día que se fue (del equipo) no se quiso despedir, desapareció. Estoy agradecido porque gracias a él Barcelona no descendió.
¿Qué hicieron tras salvar la categoría ante Liga de Portoviejo? ¿En un caso así se festeja?
Respiramos porque se terminó el sufrimiento. Por la gente no queríamos descender; festejamos porque muchos querían ver al equipo en la B.
¿En qué mejoraste técnicamente?
Más era el tema de quemar tiempo, ahora ya no lo hago porque se me metió en la cabeza que un equipo grande debe salir a ganar todos los partidos, así sean amistosos. El año pasado solo recibí dos amarillas y otros años entre 12, 13 y 15 tarjetas por quemar tiempo.
Hasta perdiste el conocimiento.
Sí, sí (se ríe). Se habrán dado cuenta de que en la Copa, pese a tener la ventaja de un gol como local (ante Palmeiras), jugué rápido (en Sao Paulo). Barcelona debe ganar donde sea.
Las dos caras de la moneda fueron representadas en un meme con dos fotos tuyas: una inconsciente en el piso, del partido contra el Atlético Nacional en 2015, y otra atajando el penal ante Palmeiras.
Me río de las cosas después. Hubo gente malintencionada, pero también otra que me ayudó mucho. Hasta el gobernador (de ese entonces, Rolando Panchana) posteó la foto acostado y la subí. Me dediqué a disfrutar, no me amargué. Participo bastante en las redes sociales; cuando me hacen un mal comentario, a lo mucho, respondo con un beso. Me imagino que esa persona se levantó peleando y se quiere desquitar conmigo. A mí no me va a amargar.
¿Armas grupos de WhatsApp para mantener contacto con los amigos que se fueron del equipo y los de tu barrio?
No tantos. Tengo el del equipo, otro con José Luis y el ‘Gordo Lucho’ (Luis Caicedo) y el de la familia. Con los amigos de mi barrio no, muchos ya no están, es un sector muy complicado. Siempre visito el barrio; salí recién cuando falleció mi mamá en 2014, me sentí solo y me fui. Ahí quedó mi hermana.
Año a año se van compañeros con los que has compartido muchas vivencias, ¿es un momento difícil o el futbolista está acostumbrado a los cambios constantemente?
Es duro cuando te encariñas con las personas, a no ser que salga del equipo por una oportunidad en el extranjero; ahí te pones contento porque es el anhelo de todo deportista. Sentimos mucho las salidas del ‘Gordo Lucho’, Michael Jackson Quiñónez y José Luis (Perlaza). La gente los respetaba.
Con Reinaldo Rueda atajaste poco, ¿te llevabas bien con él?
Agradecido, me llevo bien con el ‘profe’ y con Pedro Zape (entrenador de arqueros), incluso le mandé entradas para la familia cuando jugamos en Colombia y acá (para los partidos entre Barcelona y Atlético Nacional). Cuando me lesioné estuve en la casa de él en Colombia, su hija me recibió, me abrió las puertas de su casa.
Con Gustavo Quinteros has actuado menos. Y mucha gente cree que sus decisiones pasan por tener afinidad con su exequipo.
La gente lo cuestiona porque estuvo en Emelec. Los hinchas dicen que llama a los de allá por agradecimiento, yo no lo veo así, él convoca a los que están mejor. Cuando no estuve en ese buen momento (de la ‘Tri’) nunca critiqué, siempre apoyé. Luego celebramos todos los ecuatorianos.
Quinteros y Almada son técnicos reconocidos por darle prioridad a la presión alta y jugar al ataque, ¿sus estilos son idénticos o tienen ciertas diferencias?
Cuando vamos ganando Almada quiere seguir atacando. Quinteros analiza el partido y según cómo se presenta dice si seguimos presionando o esperamos. En Barcelona me toca jugar de líbero.
¿Te disculpaste con Pedro Quiñónez o se distanciaron luego de que lo golpeaste al final del Clásico del 4 de agosto de 2013? ¿Le pegaste duro o solo lo tocaste?
Duro, duro (se ríe). Cuando hay pelea de pobres no pasa a mayores. Somos buenos compañeros desde que me fui a probar en la sub-18 de El Nacional, después jugamos en contra (en categorías menores), me llevo súper bien con él. En esa época nos conocimos con Antonio (Valencia), el finado ‘Chucho’ (Christian Benítez) y Danny Cabezas, que estaban en El Nacional. Todo lo que pasa dentro de la cancha se queda ahí. Le escribí al día siguiente: ‘párate duro’ (lanza una carcajada). ‘Tranquilo’, me respondió. De hecho, a la semana estuvimos en la selección, no pasó a mayores. Compartimos mucho; incluso se lleva bien con mi papá.
El equipo de 2016 fue más vistoso que el de 2012, pero no lo superó en festejo, ¿fue así?
Claro, la celebración de 2012 fue superior. Algunos padres malagradecidos no recuerdan que sus hijos de 12 o 13 años no habían visto a Barcelona campeón; mi hermano menor era uno de ellos. En ese año por fin salió ese grito guardado por 14 años.
¿Has tenido problemas fuertes con hinchas?
Una vez (2009) se metieron los hinchas a la cancha a reclamar. ‘Queremos hablar con un grande’, refiriéndose a un referente, dijeron agresivos. Perlaza les contestó que hablaran con él porque mide más de 1,90 (metros); yo saqué cuentas y estaba medio asustado porque nos tocaba a cuatro cada uno (risas), pero se tranquilizó el tema.
El preparador de arqueros señaló previamente al juego de vuelta con Palmeiras que habían estudiado a los jugadores ante una eventual definición por penales. ¿Todos patearon tal cual vieron ustedes?
Estudiamos a cada jugador con Héctor y Darwin (Quintana, asistente técnico), el día anterior y el mismo día del partido, incluso, llegando al estadio. El primerito cambió de dirección porque le pegó al piso y la pelota se fue al centro. (De los que remataron) teníamos tres estudiados, el otro era Zé Roberto (no jugó) y el chiquito que salió lesionado (Dudú), que patean a la izquierda del arquero, y (Miguel) Borja (no actuó) que lanza al centro.
¿Ya sabías a dónde patearía Egidio, el último que ejecutó?
Estaba estudiado y no me olvidaba de él porque nos complicó todo el partido tirando centros desde la mitad de la cancha. No llevé un papelito, no quería que se dieran cuenta de que los había visto.
¿Ecuador aún tiene posibilidades de llegar al Mundial de Rusia?
No vale el empate ante Brasil, solo los 3 puntos; no hay que tenerle miedo a los rivales, sí respetarlos. Debemos traer un resultado positivo. Seguro que lo haremos.
¿Te ves de titular?
Sí, pero respeto las decisiones del cuerpo técnico; si no me toca haré la misma fuerza. Esté o no esté, siempre querré que a mi selección le vaya bien. En la última convocatoria conversamos mucho con el ‘profe’ y me dijo que no piense que porque estuvo en Emelec no me toma en cuenta. Le dije que estaré al 100% cuando
me necesite. (I)