José Luis Perlaza: "Ser dirigido por Miranovic fue traumatizante, hasta soñaba que me estaba gritando"
Además de nacer en una de las provincias que más futbolistas aporta al país, José Luis Perlaza se crió en una zona extremadamente pelotera.
Cuando era un niño, los habitantes de Barrio Lindo, colindante con el estadio Folke Anderson, se enorgullecían de ser representados, en períodos diferentes, por la “Uva” Quinteros y Alberto Montaño. No fueron los únicos jugadores surgidos de esa barriada.
Son los nombres que recuerda Perlaza en el momento de la entrevista. “No tengo tan buena memoria” cuenta el zaguero que soñaba, como la mayoría de esmeraldeños, en ser futbolista.
De la nueva generación, Pedro Pablo Velasco y John Jairo Cifuente -sobrino de Perlaza- son el aporte de Barrio Lindo al fútbol nacional.
Estudiantes y las selecciones de Esmeraldas sub-12 y 13, estas últimas donde compartió con Rorys Aragón, Giovanni “Cuchara” Caicedo, Jorge Guagua, Joffre Pachito y Freddy Olivo, fueron los primeros equipos en los que mostraba su potencial.
Y con solo 15 años debutó en el torneo de segunda categoría en el Cinco de Agosto, que fue el trampolín para fichar al año siguiente por Calvi. Antes probó suerte en Emelec y Barcelona, pero las ofertas por su carta pase no convencieron a la persona que lo promocionaba ni a él.
De Calvi pasó a la sub-18 de Audaz Octubrino por recomendación del “Gato” González. Y en el equipo machaleño tuvo la gran oportunidad de estrenarse en la serie A en un partido contra el club que se convertiría en su casa.
A los dirigentes del Olmedo les gustó el rendimiento del volante derecho de 1,93 metros. Hasta ese momento Perlaza nunca había jugado de zaguero.
El “Ciclón” lo fichó para la temporada 2000, el año en que el conjunto riobambeño rompió la historia con el hijo de Barrio Lindo como central.
Durante 9 años, Perlaza defendió la camiseta del Olmedo, con la cual ganó -además- un subcampeonato, compitió en Copa Libertadores y llegó a ser mundialista con la Tricolor en 2006.
Su siguiente destino fue Barcelona, donde fue determinante para salvarlo del descenso, en 2009, y conquistar el título en 2012. En 2015 llegó el adiós que lo obligó a jugar en Mushuc Runa y, otra vez, en Olmedo.
¿Te costó cambiar de función?
Antes de la liguilla del 2000 lo sancionaron a (Marcelo) Fleitas con cuatro partidos; además, Carlos Caicedo estaba lesionado, por lo que el “Turco” (Julio Asad) me preguntó si me gustaría jugar de zaguero. Acepté y salió todo bien, le hice un gol de cabeza a El Nacional y ganamos 1-0. Jugué toda la liguilla, pues cuando Fleitas cumplió su sanción, el “profe” lo corrió como lateral derecho y Orfilio Mercado pasó al medio.
Eras volante derecho, no te imagino desbordando.
Ahí más o menos (se ríe), tenía 18 años, algo hacía.
¿Cómo fue la convivencia en Audaz Octubrino?
Pasé muchas necesidades, me pagaban algo simbólico. Vivíamos en un hotel cerca a un mercado; ahí comíamos, pero cuando el club no pagaba, la administradora nos decía que no podía darnos el almuerzo. Lo bueno fue que tuvimos una madrina, mamá de un compañero de apellido Angulo, aún tengo contacto con ella. Nos decía que cuando tuviéramos necesidad le avisáramos. Como tenía dos hijos pescadores, no faltaba la comida. Nos daba la mano.
¿Tu niñez también fue dura?
Por momentos nomás, había escasez, pero siempre estuve cobijado por familiares. Nunca me tocó ir a dormir sin comer. Mi papá era comerciante de cocada y mi mamá ama de casa. Mi niñez fue muy feliz, tuve la suerte de estudiar y graduarme. En Riobamba me inscribí en la universidad, pero no terminé, ahora estoy por sacar título de Tecnólogo en Turismo en el Espíritu Santo.
¿Mejoraste mucho económicamente cuando llegaste al Olmedo?
Ganaba $ 120 al mes, pero en la liguilla la dirigencia estableció pagar $ 500 de premio por partido ganado. Y como nos fue bien y jugué siempre... Antes de la liguilla, los premios eran similares a mi sueldo. Al principio me junté con dos muchachos que ya estaban en las inferiores y alquilamos un cuarto. El uno cocinaba, el otro limpiaba, nos repartíamos las tareas para abaratar costos, pero al poco tiempo me casé.
¿Una ceremonia sencilla?
¡Uff! Mi novia era de Esmeraldas, fue a Riobamba y nos casamos en el Registro Civil. Inclusive, el anillo de matrimonio que le di, luego debimos cambiarlo por comida. Me apoyó en todo, los primeros tres meses jugué en la sub-20, después entré en los 18 convocados del primer equipo, crecí. Alquilamos un departamento y compramos colchones.
En 2001 iniciaste el año como profesional del primer equipo, titular y campeón, seguramente te incrementaron el sueldo...
Fui llamado a la selección sub-20 y pasé a ganar $ 500 en Olmedo, tuve estabilidad. Ya pudimos comprar muebles y vivir mejor. Mi esposa siempre fue mi gran apoyo. Tenemos 18 años de casados y dos hijos: Valeska, de 16, y Luis Adriano, de 11.
¿El niño quiere ser futbolista?
Claro, está en Emelec, él jugaba en Rocafuerte, pero como Emelec lo absorbió...
¿No es barcelonista?
¡Uff! Barcelonista a morir. Al principio fue un problema para que se ponga la camiseta de Emelec, debimos comprarle una parecida, pero sin el escudo del club. Y cuando han quedado campeones no sale en las fotos, se esconde. Entonces me tocó hablar con él. Le dije que debe actuar como un profesional; le conté que hay jugadores emelecistas que han jugado en Barcelona y viceversa.
¿Puedes mencionar algunos?
Eso no te puedo decir. En Barcelona hubo jugadores hinchas de otros equipos, pero muchos terminaron haciéndose barcelonistas. Esa Sur Oscura hace cambiar a cualquiera. Igual, aquellos que eran emelecistas cuando tocaba el Clásico querían meterle cinco a Emelec.
Después de ser el zaguero titular en el Sudamericano Sub-20, no te llevan al Mundial. ¿Cómo lo asimilaste?
La gente no sabe que fui debutando prácticamente como defensor central en ese tiempo, jugué la liguilla en 2000 al lado de un maestro como Carlos Javier Caicedo, quien me decía: “Muévete por aquí, apreta por acá”; en cambio, en la selección yo era quien debía dar esas órdenes porque era el que venía de ser campeón, y Pool (Gavilánez, actual DT de Guayaquil City) era muy joven, no me fue tan bien, pero tampoco mal, porque clasificamos al Mundial. Luego fue difícil porque cambiaron al entrenador, y él a algunos jugadores.
Dragan Miranovic (+) tuvo tres períodos al frente de Olmedo, ¿es cierto que tuviste una relación difícil con él?
En 2001 me fui a vivir a las afueras de Riobamba, tomaba transporte público para ir al entrenamiento, y algunas veces llegué atrasado. Cuando eso pasaba con un jugador, él te halaba de la camiseta; y si bien no se le entendía lo que decía, te insultaba en su idioma. Fue traumatizante para mí, un martirio, hasta soñaba que me estaba gritando. En 2009, la tercera vez que estuvo, yo ya estaba grande, con cancha, entonces discutimos y pensé: “Esta es mi oportunidad”, me le fui encima, pero me agarraron, no llegó a mayores. Como entrenador era un monstruo y como persona, cordial. El tema era cuando ponía un pie en la cancha.
En 2009 te vas del Olmedo y en conflicto con Eduardo Granizo, ¿volviste a tener contacto con él después de ese impasse?
La relación quedó muy mala con él. Antes de mi salida había respeto mutuo, tal vez porque tenía intereses económicos. La ruptura se dio por culpa de él, que nunca me quiso vender, pese a que llegaban ofertas todos los años. La más clara fue la del Standard de Lieja, donde jugaba Rorys, en 2006.
Me dijo que ya estaba negociado todo, que después del Mundial de Alemania debía irme directo a Bélgica. Cuando nos quedamos fuera con Inglaterra, me despedí de los muchachos, pero me llamó para decirme que me embarque nomás rumbo a Ecuador porque se había caído el negocio. Me contó una historia sin sentido: que un jugador referente de la selección se fue a ofrecer al Standard por menos plata que la que me proponían.
¿Tuviste ofertas de clubes grandes?
Muchísimas. De River vino un emisario a hablar conmigo y se reunió con la dirigencia, pero no arreglaron; Granizo siempre quería más dinero. Barcelona llamaba todos los años, pero los dirigentes me decían que él siempre exigía más después de haber aceptado.
Tuve otra del Necaxa, saqué documentación, compré pasajes y fue igual. En 2009 yo ya no tenía contrato con Olmedo, un representante me llevó al Toronto de Canadá, hice dos meses de pretemporada, pero nunca llegó el transfer. Olmedo me puso trabas, ahí fue cuando (Alfonso) el “Pocho” Harb (presidente de Barcelona en esa época) me llamó, me explicó la situación y me dijo: “Vente para acá, que yo me peleo con quien sea”. Debí esperar mes y medio para que puedan inscribirme.
¿Si te encuentras de frente con Granizo, le darías la mano?
Me encontré frente a frente con él en Riobamba, nos miramos y pasé de largo. No siento rencor, es cuestión del pasado, pero no volverá a ser mi amigo porque le hizo mucho daño a mi carrera.
Era muy difícil cuando enfrentabas a...
(Carlos Alberto) Juárez. Era muy mañoso, casi de mi estatura, y yo tenía 20 o 21 años; sacaba los codos, aruñaba... parecía que él me marcaba a mí y no al revés.
¿Qué recuerdas del Mundial?
Que fue una experiencia de Disney, espectacular, una cosa maravillosa. Teníamos todos los privilegios y cuidados, solo faltaba que nos dieran la comida en la boca. Los estadios y la infraestructura eran impresionantes.
Mundialista sin minutos...
¿Cómo iba a jugar?, si tenía a unos kamikazes como Iván (Hurtado) y la “Sombra” (Giovanni Espinoza) por delante mío.
El mejor entrenador...
(Luis) Zubeldía, otro nivel, con una mentalidad europea, un trabajador espectacular. En 4 o 5 años llegará tan lejos como (Jorge) Sampaoli.
¿Pegabas por placer o para amedrentar a los atacantes?
Yo casi no pegaba, más fue un tema de la prensa y de los árbitros que se la tenían tomada conmigo. (I)