Con gol de Franklin Guerra, El Nacional consiguió ayer ante River Ecuador su cuarta victoria del torneo, lo que le permite seguir como líder invicto del certamen.

El cotejo fue especial para el volante Cristhian Lara, que saltó a la cancha con el dorsal 100, en alusión al número de cotejos que ya lleva en el balompié profesional.

Estuvo acompañado de sus hijos  y de un cartel que anunció la conmemoración. Después se despojó de esa camiseta para lucir su tradicional número 10 con el que se inició años atrás, precisamente con la divisa de El Nacional.

Lara, durante todo el encuentro, intentó contribuir con una anotación a su festejo, luchó por ello, mas no lo consiguió.

La falta de precisión, el apuro y hasta la ovación que se levantó a su favor desde las gradas le perturbaron e impidieron que consiguiera su anhelo.  

En el último minuto pudo cambiar la historia, pero no tuvo la fuerza para rematar, por lo que debió conformarse con celebrar solo el triunfo de su equipo.

“Lo bueno es que ganamos y seguimos en la punta del torneo. Ahora debemos virar la página y pensar en nuestro siguiente rival que será el Independiente”, comentó Lara con alegría.

Ya en el cotejo, ambos planteles se mostraron conservadores en los minutos iniciales, sobre todo los visitantes que  manejaron con mucha tranquilidad la pelota y esperaron la iniciativa local.

La primera llegada la puso el volante Danilo Samaniego, quien levantó un centro preciso, al que no llegó Franklin Guerra, y la pelota salió apenas desviada.

Fue la primera advertencia para el arco defendido por Alexis Tenorio, que estuvo oportuno para despejar los escasos balones que visitaron su portería.

El cuadro visitante poco a poco cedió la iniciativa al local, que no supo aprovechar las facilidades que le brindó y desperdició cuanto balón generó sobre el área de River.

Eso molestó al técnico Eduardo Fabaro que continuamente gesticuló para llamar la atención de sus dirigidos, mientras su colega, con mucha serenidad, observó con paciencia el accionar del encuentro.

Los minutos transcurrieron y el dominio de los dueños de casa cada vez fue más evidente; sin embargo no lograron traducirlo en anotaciones, lo que inquietó a los seguidores que en alrededor de 7 mil se dieron cita en el estadio Atahualpa.

Eso por momentos generó aburrimiento en los seguidores locales, que se dedicaron a conversar y hasta saborear algunos bocadillos en lugar de alentar a su plantel hasta que el primer tiempo finalizó.

En la segunda parte la situación varió notablemente, sobre todo porque en el primer minuto ya hubo la emoción del gol.

Tras un tiro de esquina ejecutado por Samaniego apareció el volante Guerra para con su cabeza empujar el balón hasta el fondo de las redes y decretar la primera conquista del compromiso que puso a estallar en júbilo a los hinchas rojos.

Eso brindó la tranquilidad necesaria a los dueños de casa que respiraron con alivio; y en adelante se mostraron certeros en los pases.

Pero el buen manejo de pelota  no se reflejó en el marcador y por momentos permitieron que River tuviera la iniciativa y generase inquietud en la valla de Adrián Bone, quien se mostró infalible en cada pelota que llegó sobre su área.

Miguel Estrada y Danny Cabezas pusieron zozobra en la valla local, pero ahí surgió nuevamente Bone para mantener la tranquilidad de los dueños de casa.

Fue un partido de ida y vuelta en el que ambos llegaron con peligro, mas sin la suficiente puntería y precisión para alcanzar una nueva anotación. Eso despertó aún más el interés de los seguidores, que desde las gradas alentaron a su plantel.

Sobre todo a Lara, al que aplaudieron y motivaron para que arriesgara en el último sector y pudiera concretar un gol, pero el apoyo no tuvo el rédito deseado.

Y fue Marlon De Jesús el que apareció con vehemencia para intentar incrementar el marcador, pero también se confundió en la última línea y desperdició la oportunidad de anotar.

En los 10 minutos finales, El Nacional cayó en desesperación, mientras su rival, con más serenidad, hilvanó jugadas que le permitieron llegar sobre la valla de Bone, quien nuevamente se destacó y extremó para impedir que el empate se concretase. En las gradas la gente ya no alentaba, sino que tenía sus manos sobre el mentón y sus miradas atentas esperando el pitazo final.

Parecieron eternos esos instantes y cuando de contragolpe los “criollos” llegaron no hubo una pierna precisa que definiera, pese a que en varias ocasiones estuvieron solos ante el golero Tenorio, que no tuvo que esforzarse en atajar porque la pelota llegó a sus manos por la debilidad de los remates que ensayaron.
Al final del cotejo, los dueños de casa respiraron aliviados por una nueva victoria en casa. (I)