El equipo de manta protestó por un gol anulado
El doblete dejó lecciones por aprender a la afición
Hace décadas los aficionados de antaño al fútbol porteño fueron vencidos por la pasión en torno a un color. Probablemente fue así como se perdió la tradición de sentarse en la grada a ver el fútbol sin distinguir divisas. El sábado, las puertas del Alberto Spencer bien pudieron abrirse una hora y media antes de que Emelec saltara a la cancha. Sobre las 16:30 River se acercaba al medio tiempo de su choque contra Independiente del Valle con menos de 2.000 testigos. Aunque la entrada permitía presenciar dos partidos, en la mentalidad del hincha solo importaba Emelec.
Una música similar a la de una orquesta parroquial -destinada al puñado de aficionados del Independiente- ambientó el primer partido del doblete. River mostró un fútbol impreciso y los 43° de sensación térmica que marcaba la aplicación del tiempo lograron acaparar la atención de las pocas personas que hasta ese momento habían llegado. “Debimos entrar con la puesta del sol”. “Esta camiseta nueva se pega mucho al cuerpo con el sudor”. “El techo solo sirve cuando el sol pega en descendente” “¿Seguro empieza cuarto para las siete? Hay que esperar mucho”. Todos estos comentarios se recogían en la tribuna.
Veinte minutos antes de que se oficializara la derrota de la ‘Estrella Roja’ (River cayó 1 a 0 ante Independiente), la afición ‘eléctrica’ empezó a entrar en mayor volumen. Tanto la popular como el área cubierta tenían solo una entrada y el proceso se volvió lento.
Tras el anuncio del doblete la ilusión de los aficionados más antiguos se cifró en el ‘volver a ser’. El Coloso de las Américas acogía de nuevo lo que fue tradición -según el estadístico Antonio Ubilla- hasta el 11 de noviembre de 1990, es decir hace 26 años.
¿Qué se esperaba del doblete? El retorno de la familia al estadio, indistintamente del color de la camiseta, y con ello la depuración de los elementos que hoy hacen de un escenario deportivo un sitio peligroso.
En el Modelo había un cambio de escenario, mas no de público. Un número limitado de familias y grupos de amigos que acostumbran a ir a las localidades ‘más seguras’ para disfrutar del espectáculo, frente a la mayoritaria cuota de hinchas en la general. La paz no se rompió, pues el experimento fue controlado. “Si River o Emelec enfrentaban a Barcelona o Liga, la vaina era diferente”, comentó uno de los uniformados de la Policía que vigilaba la reja desmontable que separaba el área techada del ala norte de la general. Los efectivos estaban armados de toletes y latas de gas pimienta.
Segundo partido de la noche
Para el segundo partido de la noche el estadio Modelo contenía a más de 20.000 espectadores en las diferentes localidades. Los últimos en llegar a la grada fueron los hinchas emelecistas de la Boca del Pozo, quienes por sanción están impedidos de llevar bombos y banderas a los partidos que el equipo juega de local. Sus arengas lograron perderse entre las expresiones de frustración y asombro del resto de aficionados ante el bajo rendimiento que mostró Emelec.
Fernando Gaibor y su gol de otro partido mandó a todos a sus casas con un semblante menos desesperanzado. En la salida se mantuvo un aceptable orden entre los azules. No había rivales para iniciar un conflicto. Aunque no siempre será así. Si bien el concepto de doblete no se desarrolló en su mejor expresión, Guayaquil había hecho un buen intento por retomar una tradición que nunca debió extinguirse.
Emelec ganó, pero su juego aún es cuestionado. Al técnico Omar de Felippe le preocupa el funcionamiento de su equipo independientemente del resultado. “La forma es importante, valoramos el triunfo pero estamos conscientes que el juego no fue el mejor. Hoy se demostró que sin referente de área no tenemos sorpresa ni triangulaciones. Eso quedó en evidencia. Cuando se cambia 5 o 6 jugadores se siente en la cancha. Cuando no se pueda jugar hay que correr todos”, dijo el estratega al final del partido. (I)