El Clásico distrajo por 90 minutos a los damnificados
En la oscuridad que prima en Tarqui, a escasos metros de la ‘zona cero’ de Manta, una luz irrumpe en el ambiente. Es el televisor de Carlos Macías, uno de los sobrevivientes del terremoto del 16 de abril. A unas cuadras de distancia se escuchan los comentarios previos al Clásico del Astillero.
La casa de los Panchana (que están albergados donde un familiar) tiene energía eléctrica, como pocas en el sector. Los vecinos aprovecharon esto para conectar el televisor y ver el partido. Están sentados en el portal de la vivienda desde poco antes de las 19:00, casi que coincidiendo con la hora del terremoto que devastó gran parte de la zona.
El fútbol sirve de anestesia para seis hombres que han perdido gran parte de sus pertenencias. Sus casos son diversos. Allí está Carlos Macías, cuya vivienda no tuvo mayores daños y en contraste, Efraín Zapata, cuya vivienda está lista para la demolición. “Pero gracias a Dios estoy vivo”, dice este hombre de 57 años, todos vividos en la calle 109.
El Clásico los distrae. “Este (Máximo) Banguera regaló ese gol papayero. Mejor que venga a demoler casas a Tarqui”, dice Jorge Piloso, quien con más de un comentario jocoso hace reír a sus vecinos, a quienes conoce desde siempre.
Él duerme en el portal de su casa, que tampoco será demolida, “pero sí se me dañaron varias cosas”. Ellos no quieren ir a los albergues temporales, prefieren quedarse en Tarqui. “Allá yo no sé con qué loco me vaya a encontrar y después nos vamos a entrobar”, dice entre risas.
A pocas cuadras, otro grupo ve el cotejo en un pequeño aparato. “Estos manes ya están tomando, no dejan esa vida”, repica Omar Cedeño. “Nosotros, después del terremoto ya dejamos de tomar. Vemos el partido solo con colita”, acota Piloso.
Entre risas y cargadas llegó el segundo gol, el de ‘Straca’ (Dennis Stracqualursi). “Oye ese (Darío) Aimar lo deja cabecear, yo, en mis tiempos, lo dejaba sin nuca”, continúa Cedeño, quien cuenta además que “cuando éramos muchachos, en la playa de Tarqui jugábamos todas las tardes, no había quién nos gane”.
Suspira, se asienta en la realidad de Tarqui y dice que “ojalá que mi gente se levante y esta vuelva a ser una zona hotelera, que vengan más turistas como antes”.
La casa de Cedeño no será demolida. En un pequeño cuarto que da a la calle, permite que sus vecinos cocinen y dejen sus cosas.
Todos los que están viendo el partido son barcelonistas. “Esta casa nos hace la malilla”, expresa López, en relación a que los Panchana son emelecistas y tienen un escudo del equipo pintado en el frente de su vivienda.
En el mediotiempo, Cedeño se da una vuelta por el barrio que está a oscuras. Una linterna que lleva en la mano derecha le genera toda la luz que necesita para la ronda. Avanza por la calle 108 y se mete por el callejón Divino Niño. “Todo esto yo me lo corría antes”, recuerda. Las calles del estrecho lugar están levantadas, agrietadas. No se puede pasar con facilidad.
“Esta casita ya fue demolida y así se bajarán más casas por aquí”. Su preocupación es que con las demoliciones, su casa quede debilitada.
La mayoría de personas de la zona se ha ido. “Parece un pueblo fantasma. Antes mi barrio era una fiesta, gozadera, pero ahora quedamos pocos y casi nadie tiene luz”.
El paso a este barrio es restringido, solo se ingresa con salvoconducto. “Nosotros nos quedamos aquí”, dice con firmeza Omar, mientras pasa por una casa de la avenida 112. Hace un pare y manifiesta: “En esa casa estaban jugando bingo. Una señora se quedó atrapada y falleció. Cuántos vecinos que murieron, parece mentira”.
Tras la rápida vuelta, apresura el paso, pues el partido está por reanudarse. Sube los escalones de la vivienda de los Panchana y se instala nuevamente con sus amigos. Está con calentura, pues su Barcelona pierde 2-0.
“Este Banguera ya tienen que sentarlo”, dice una y otra vez. “Emelec tiene sometido a Barcelona, parece sin reacción”, analiza José Piloso. Se anuncia el ingreso de Matías Oyola. “Ojalá que el ‘Capi’ haga una y por lo menos empatemos”.
Con el pasar de los minutos, los ‘toreros’ ganan espacio. Damián Díaz se pierde el gol frente al arco tras pase de Pedro Velasco, y esto genera que estos tarquenses se emocionen. “Por eso es que no baja Cristo”, grita Cedeño, con su inconfundible voz de locutor radial. “Pero ya viene, ya viene el gol”, aumenta.
El tanto de Ely Esterilla fue gritado entre el silencio de Tarqui. Es un momento de algarabía, de los pocos que han vivido estos hombres tras el terremoto. Pero no alcanza con esto y Emelec se impone 2-1.
“Ya qué se puede hacer. De seguro mi Barcelona gana el domingo (se enfrentará nuevamente al ‘Bombillo’) y me da una alegría entre tanto dolor”, dice Zapata, cuya casa es muy probable que para ese día ya haya sido demolida. (I)