"Debemos estar unidos para superar lo de Manta"
Faltaba menos de media hora para la merienda. Los jugadores del Delfín se encontraban dispersos en sus habitaciones esperando para bajar al comedor. Entonces surgió la tragedia. La estructura del hotel Hamilton (barrio Lomas de Babasquillo, al norte), en donde se hospedó el equipo para la concentración previa al partido con U. Católica, resistió el sismo. Los integrantes del equipo resultaron casi ilesos, pero lo peor apenas comenzaba para ellos y el resto de la provincia de Manabí.
Ayer, a seis días del desastre, los futbolistas del club mantense pudieron alejarse de la zona cero. El trabajo de juntarlos tomó algo de tiempo para la directiva. Pero pasado el mediodía empezaron a llegar de forma individual para iniciar con el primer entrenamiento planteado para las 15:30. Las instalaciones de Fedenador en Guayaquil serán el hogar temporal de los ‘cetáceos’ durante las próximas semanas y aspiran a mitigar con fútbol el trauma que les dejó ver desplomarse a la ciudad de Manta frente a sus ojos.
El delantero argentino Maximiliano Barreiro recuerda que la coordinación del club le asignó al uruguayo Diego Canosa como compañero de habitación. “Pensamos primero que era algo leve y luego todo se empezó a mover con fuerza y la gente gritaba. Bajé en bóxer y sin camiseta desesperado para ir a mi casa. Solo pensaba en mi nena de 4 meses y mi esposa”.
‘Maxi’ comenta que debió recorrer a pie cerca de 30 cuadras para llegar a la urbanización en donde se ubica su casa y perdió la noción de cuánto tiempo le llevó encontrar su vivienda en medio de la oscuridad. “Donde vivo es una pendiente, mi casa es de dos pisos cerca del mar. Así que pensé que todo se había caído, pero cuando llegué todo estaba bien. Por suerte soy vecino de Cristian Arana, quien ese día no estaba convocado y fue a ver a mi familia. Le doy gracias a él por estar con ellas en ese momento”.
Por ahora el argentino se encuentra solo en Guayaquil y puso a buen recaudo a sus parientes en Argentina. Dice que así podrá concentrarse mejor en el trabajo, aunque está consciente de que en Guayaquil también tiembla y en ningún sitio se puede estar completamente seguro de que nada ocurrirá.
Marcos Cangá tuvo más difícil reencontrarse con los suyos. “Mi esposa es de Portoviejo. Me tocó esperar que amaneciera para poder encontrar cómo movilizarme hasta allá, en medio de todo ese caos. Pero por suerte cuando llegué todos estaban bien. Mi casa tenía fisuras y una pared se cayó”, relató el jugador oriundo de Esmeraldas.
Sus parientes en la ‘Provincia Verde’ no resultaron afectados de manera grave con el sismo. Cangá ha logrado asimilar bastante bien lo ocurrido y, sabiendo que su parentela está a salvo, él asegura que tiene su mente puesta en el trabajo con el equipo.
El paraguayo Francisco Silva corrió con la suerte de que sus familiares estaban instalados en una vivienda a poco más de dos cuadras del hotel Hamilton. Por ello, a pesar del apagón, pudo encontrar a los suyos rápidamente. El sismo lo sorprendió sobre la cama y cuando notó que el movimiento se incrementaba salió corriendo.
Su hija se encuentra ahora junto a su esposa en casa de los suegros, en la ciudad de Quito. Mientras que su hermana optó por regresar a Paraguay. Él desistió de hacerlo porque pondera que desde hace años su lugar de trabajo es en Ecuador y tiene que quedarse para cumplir con su club. “Ante esta desgracia tenemos que ser más fuertes y debemos estar unidos para superar lo que nos pasó en Manta”.
Manabí no está apta para el fútbol
El volante Luis Caicedo se disponía a ver un video para estudiar al rival junto a su compañero Pedro Romo, cuando el hotel empezó a sacudirse. Se refugiaron bajo la cama hasta que dejó de temblar. Luego evacuó el sitio y constató la devastación en el resto de la ciudad mientras la recorría para llegar a la urbanización en donde alquila una casa junto a sus familiares.
En medio de los escombros en la zona céntrica, el apagón de toda la ciudad y la desesperación de los ciudadanos que clamaban por auxilio, el ‘Gordo Lucho’ tuvo que recorrer cerca de dos horas un tramo que normalmente en carro se hace en cinco minutos. “Llegué y vi que no les pasó nada. El sitio era seguro y no hubo daños. Me tocó pasar la noche a la intemperie”, recordó el exjugador de Barcelona.
Manifestó que tenía la intención de quedarse en Manta, pero prefirió viajar a Guayaquil al día siguiente en medio de la falsa amenaza de tsunami y la imposibilidad de comprar alimento para los suyos.
Caicedo tiene claro que solo en Guayaquil el equipo podrá jugar el torneo durante las siguientes semanas. “Yo creo que será difícil reiniciar el fútbol en Manabí, todo está destruido y hay mucho dolor. En Portoviejo será más complicado”. (I)