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Bravo se alejó del fútbol a los 30 años para convertirse en DT

El timonel (centro) da indicaciones a los futbolistas de la sub-18 de Liga de Quito, durante un entrenamiento de la plantilla en Pomasqui.
El timonel (centro) da indicaciones a los futbolistas de la sub-18 de Liga de Quito, durante un entrenamiento de la plantilla en Pomasqui.
Fotos: Álvaro Pérez / El Telégrafo
15 de febrero de 2017 - 00:00 - Redacción Fanático

La pasión por entender el fútbol desde una óptica más técnica le ganó al deseo por jugarlo. Miguel Bravo sintió que aquello le sucedió paulatinamente, mientras era un jugador activo en el campeonato nacional y a los 30 años tomó una decisión que no fue sencilla: dejar el balompié y dedicarse de lleno a ser entrenador del deporte que practica desde niño.

El quiteño se apartó de la actividad profesional una vez que logró el título de entrenador. Estudió a distancia en la Asociación de Técnicos de Fútbol Argentino (ATFA) durante dos años, mientras demostraba su talento en el Deportivo Cuenca. Sin embargo, su curiosidad por aprender algo más allá de lo que podía hacer en la cancha surgió mucho antes.

Hace cinco años, recordó Bravo, apareció un interés creciente por lo que hacían y la forma en la que trabajaban los entrenadores que los dirigían. Todo comenzó por las ideas del argentino Luis Soler, de quien le gustaba su metodología y su intención de armar un proyecto; la planificación del estratega no solo se basaba en el primer plantel, sino que también estaba pendiente de las formativas y su crecimiento.

En su cuaderno, en su celular o en su computadora, Bravo anotaba los conceptos que consideraba importantes de las prácticas, ejercicios que hacían los entrenadores o la forma de resolver los problemas que se presentaban en la plantilla. También se dedicó a grabar partidos y a analizar diversas jugadas con mucho detenimiento.

De forma empírica comenzó a prepararse para esa pasión naciente, pero estaba consciente de que necesitaba un respaldo académico para continuar. Hace tres años arrancó los estudios a distancia, mientras continuaba con su carrera futbolística y en diciembre del año pasado asistió durante una semana para rendir los exámenes en Buenos Aires, Argentina.

Allá pudo compartir con Gabriel Milito, entrenador de Independiente de Avellaneda, para absorber conocimientos adicionales. Se tituló para dirigir a niños y jóvenes y también a nivel profesional. Justamente en ese campo es en el que pretende irrumpir y ahora ya dio un primer paso.

Desde mediados de enero fichó por Liga de Quito y es asistente del equipo de reservas y de la sub-18. El entrenador principal es Adeo Leiva; la directiva del club quiere renovar la interna y por eso ha optado por entrenadores jóvenes.

También existe cercanía con el entrenador Gustavo Munúa, del primer equipo, pues la reserva y la sub-18 son un respaldo para el plantel estelar. El uruguayo suele pedir jugadores juveniles en diversas posiciones para completar los entrenamientos y también observar a los talentos de la cantera.

En las prácticas, Bravo se confunde entre los futbolistas. Si no fuera por el silbato y el cronómetro que siempre tiene a mano, sería considerado uno de los juveniles por su apariencia. “Sé que tenía unos dos o tres años más de fútbol profesional. Pero mi mejor momento como jugador ya pasó y quizá ya no tenía la misma pasión por la que me levantaba todos los días. La intención de ser entrenador opacó la de continuar como futbolista activo”.

La transición de dejar el fútbol de un momento a otro es lo que le ha resultado más complicado. El año pasado jugó 11 partidos en Clan Juvenil, en la serie B y su 2017 cambió drásticamente en comparación con otros años. Ya no empezó la pretemporada y tuvo que desechar propuestas de algunos clubes.

Como surgió esa opción en los ‘albos’ tuvo que adelantar su retiro. Para él, recibir una alternativa de trabajo cuando apenas se había graduado era una oportunidad que no podía dejar a un lado.

Eso sí, ver fútbol ecuatoriano por ahora es imposible para Bravo. Estuvo cuatro años en Deportivo Cuenca y quiso ver el primer partido del campeonato contra Barcelona. “Estaba el estadio lleno. Eran partidos que me gustaba jugarlos, pero no pude ver más de cinco minutos. Me puse triste por los recuerdos que tengo, pero sé que con el tiempo aceptaré eso de mejor forma”, comentó el ahora DT.

La Premier League, la liga española, la italiana y fútbol sudamericano componen su biblioteca. También se especializó en edición de videos para mostrar a los futbolistas jugadas específicas de los entrenamientos o de los partidos. “Las prácticas las filmamos. De esa forma los chicos pueden ver sus virtudes y errores y mejorar su rendimiento”.

Pero Bravo trata de no solo preocuparse de la parte futbolística de la plantilla, sino también de otros aspectos, como su educación, su alimentación y su entorno familiar. Aquello le quedó muy marcado de parte del entrenador Soler, mientras estuvo en Deportivo Cuenca.

Apenas lleva un mes en su nueva profesión, por lo que aún lleva consigo el ‘chip’ de futbolista. “Desde los 10 años me entreno de forma consciente. Siempre me decían que tengo que dormir a tal hora, comer bien y descansar. Eso no se me quitará porque trato de mantenerme bien. Además, sigo jugando fútbol con mis amigos; eso nunca dejaré de hacerlo”.

El fútbol bien jugado, la tenencia de balón y la presión intensa son algunas de las características que pretende imprimir en el equipo. “Todo eso viene de la identidad que coseché como futbolista. Tengo sueños de dirigir en la serie A, pero todo es un proceso; ahora me estoy forjando como entrenador y debo demostrar profesionalismo y buenos resultados en Liga”.

Bravo seguirá atado al fútbol de otra forma. Ya no tendrá que concentrarse para jugar cada domingo, pero sí pondrá atención a cada detalle del juego. (I)

Datos

Miguel Ángel Bravo Prado nació en Quito el 29 de octubre de 1986. Se vinculó a Liga de Quito en 1997 y pasó por todas las divisiones formativas, pero no debutó en primera.

En 2005 surgió la oportunidad de fichar por Espoli de la serie B y debutó en primera de la mano del DT Carlos Calderón. Jugó tres temporadas y tuvo un paso corto por Emelec en 2009; actuó en la sub-20.

Olmedo lo contrató para la temporada 2010 y fue una de las mejores de su carrera. Jugó 40 partidos y marcó tres goles. Sus actuaciones le permitieron vincularse al Deportivo Cuenca.

También pasó por El Nacional, antes de volver a Deportivo Cuenca, club con el que acumuló cuatro temporadas. Su último equipo fue Clan Juvenil, el año pasado, y colaboró para que el club de Sangolquí logre el ascenso a la serie A. (I)

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