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El Telégrafo
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“Bilardo anunció que si Clausen no se recuperaba, el elegido para ir al Mundial de Italia era yo”

Marcelo Morales, exfutbolista argentino.
Marcelo Morales, exfutbolista argentino.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
09 de julio de 2017 - 00:00 - Elías Vinueza

A los 6 años ya perseguía rivales para arrebatarles la pelota. El sexto de 12 hijos que sufrieron la repentina separación de sus padres era un muchacho flaquito que desde sus inicios se destacó como volante de corte en Tigre, el equipo de sus amores y desde el cual partió al club barrial San Eduardo, que enfrentaba a Boca Juniors y River Plate, entre otros, en los campeonatos infantiles. Justamente los 2 cuadros más grandes del fútbol argentino posaron sus ojos en el admirador de Juan José López, mediocampista millonario en la década del 70.    

El pequeño Marcelo se decidió por River, pero la  gestión no se concretó. Su destino parecía estar en Platense y un vecino de barrio lo evitó. Le dijo que se lo llevaba a Independiente con viático incluido. Tenía 12 años cuando viajaba todos los días, 2 horas y media rumbo a Avellaneda y el mismo tiempo de regreso a casa,  en un barrio de San Isidro, ubicado junto a una villa miseria, un asentamiento informal caracterizado por una densa proliferación de viviendas precarias.

Pese a que su padre los visitaba todos los días, la situación de la familia era compleja. “A veces me metía al tren sin pagar para que me quede un pesito y  comprarme un alfajor o una botella de agua. Normalmente regresaba a casa con hambre. Fue duro, como le tocó a la gran mayoría de  futbolistas”.

Quien llegaría a ser conocido como el ‘Pepo’ fue escalando con su esfuerzo y perseverancia. A los 3 años de formar parte de las divisiones juveniles del club de Avellaneda le comenzaron a proveer alimentación, incluso le llegaron a proponer que se quede viviendo en la concentración, pero prefería seguir viajando 5 horas al día para no separarse de su familia. Llegaba a su hogar a las 5 de la tarde, ahora sí ‘bien comidito’.

Su constancia le dio el primer premio en 1987, cuando Independiente lo prestó a Temperley, donde debutó profesionalmente y jugó un año. Regresó a los ‘diablos rojos’ y pasó a ser compañero de Pedro Monzón, Rubén Darío Insúa, Ricardo Bochini, Alfaro Moreno, entre otros. Jorge Solari lo ubicó como lateral derecho, debido al traspaso de Néstor Clausen al Sion de Suiza. “(Carlos, seleccionador argentino) Bilardo llegó a decir que si Clausen, que estaba lesionado, no se recuperaba, yo sería su reemplazo en la selección que disputaría el Mundial de Italia 90. Hay diarios que contaron que entrené en el predio de Ezeiza, pero nunca fue así. Al final, él superó su dolencia y viajó.

Salvo el tiempo que sustituiste a Clausen como lateral derecho, ¿siempre fuiste volante mixto?

Al principio era un número 5 tipo Héctor Carabalí,
las corría todas, luego fue cambiando mi forma de jugar
y me hice volante mixto, como jugué acá en Ecuador.

¿Tuviste el privilegio de jugar con...?

(Ricardo) Bochini, durante 4 años. Un monstruo como persona y jugador, una locura... flaquito y no lo tumbaban, ponía unos pases geniales, hizo goleadores a muchos. También compartí con Insúa, Monzón, Alfaro... en el 88 salimos campeones y en el 89 perdimos la final de la Supercopa con Boca. Y ahora que juego el torneo de veteranos por River jugué junto a (Enzo) Francescoli, (Ariel) Ortega y (Matías) Almeida. Son distintos, por algo hicieron una carrera destacada, pero como el ‘Bocha’, nadie. Era extraordinario.

¿Por qué juegas ahora en River y no en Independiente?

Tengo amigos del barrio que jugaron en River. Juanjo Borrelli y el ‘Chapa’ (Gustavo) Zapata me invitaron y cuando Independiente quiso sumarme ya había dado la palabra. Me comí uno que otro insulto (se ríe), pero nada, disfruto mucho ir a River, me tratan bárbaro, tengo mi lugarcito.

¿Eres titular? Con la gran cantidad de figuras que tuvo River en la etapa profesional debe ser difícil jugar.

Voy siempre, venga quien venga, estoy bien físicamente, les sirvo y juego todos los partidos, todo el partido. Por ejemplo, ahora vino (Lucas) Mareque, de 35 años, y vuela, también Ariel Franco, y se va haciendo más difícil, porque son 15 años de diferencia, y yo soy uno de los que más edad tiene. Francescoli dejó de ir desde que es dirigente de River, el ‘Burrito’ Ortega se enganchó, le gustó mucho, además físicamente está impecable. El torneo es muy bonito, no nos pegamos, solo agarrones; en el barrio, en cambio, siempre hay algún roce, todos quieren ganar.

¿Con ese campeonato has generado amistades que no lograste como profesional?

Esto me hizo reencontrar con algunos amigos y conocer otros. Me había desaparecido, incluso cuando me decían para ir a jugar con Bochini, Insúa y otros más, prefería quedarme en el barrio con mis amigos, ni lo dudaba, pero lo otro (el torneo) me sirve para mi trabajo.

Bochini tiene 63 años, ¡todavía juega!

Sí, camina nomás en la cancha, pero siempre va.

En 1993 Emelec disputó un partido amistoso con Newells, que presentaba a Maradona, ¿cómo fue la experiencia?

Me la pasé mirándolo, ni lo marcaba, incluso en el gol (que le marcó Maradona a Emilio Valencia) saco el cuerpo y lo dejo pasar; teníamos la orden de no tocarlo para evitar golpearlo. Fue algo muy fuerte, el único día que lo vi. 

¿Y en el fútbol ecuatoriano qué jugadores te impresionaron?

Luis Capurro e Iván Hurtado, fenomenales. Tenían tremendas condiciones. Aparte, me sorprendió la mística ganadora que tenían Byron (Tenorio), (Jimmy) Montanero y Hólger (Quiñónez); sin hablarte te transmitían cosas positivas, pese a la edad que tenían
no faltaban nunca a los entrenamientos, eran los que marcaban el camino del éxito o la manera de ser profesional. Ellos eran los más grandes. 

Hablemos de tu etapa en el Astillero. ¿Qué camiseta se te pegó más?

Las 2 por igual. Hay gente barcelonista que me dice que soy más emelecista y al revés, la verdad que yo tengo mi equipo en Argentina del cual soy hincha (Tigre), a Ecuador vine a trabajar y me siento identificado con los 2, tengo la sensación de que los hinchas de ambos equipos me respetan, como yo a ellos. Cuando vengo a Guayaquil firmo autógrafos y veo cómo el papá y el hijo, que son hinchas de uno y otro, me piden una foto. Me sentí muy bien ahora que me hicieron el homenaje en el Monumental y el día que estuve en el Capwell. Ahora, si me preguntas qué dirigencia me trató mejor, respondo que la de Emelec.

Pero de Emelec no te fuiste bien...

En el 94 agarró el Dr. Fernando Aspiazu, con quien pasó algo antes de que él llegara al club que prefiero no contar. Después de que salimos campeones con Neme, él ganó las elecciones y tuve 6 meses sin cobrar sueldo, cosa que no pasaba con el resto. Mario Sanabria, quien era el DT en esa época, me dijo ‘quédate’. Y yo le dije que mi deseo era seguir, que me había regresado de Japón  (jugó a inicios del 93 en el Urawa Red Diamonds) porque extrañaba al equipo y el país. Había encontrado mi espacio en el mundo. Me sentía respetado, querido, con una excelente relación de amistad con mis compañeros, pero Aspiazu me hizo la vida imposible, no quería a nadie que haya venido con Neme, esperó un día antes de que terminara mi contrato para pagarme. Yo seguí trabajando, porque a mí me gusta jugar al fútbol hasta ahora; soy un enfermito, juego de 4 a 5 veces a la semana. Nunca discutí un contrato, hoy me arrepiento un poco de eso, no me tomaba más de 5 minutos arreglar. Lo que me ofrecían, aceptaba.

Sales de Emelec y Barcelona aprovecha la oportunidad y te contacta. Por todo lo que cuentas que viviste en la vereda azul, ¿te costó aceptar?

Uff... Fue muy difícil, pero estaba dolido y sabía que Aspiazu estaría algún tiempo en el club y yo no podría regresar. Antes de viajar me contactaron de Barcelona, me fui a Argentina y mi agente siguió hablando y al mes ya sabía que en enero de 1995 venía a Barcelona. Acepté la hermosa oportunidad de jugar en otro grande de Ecuador, la gente azul entendió porque expliqué lo que pasó. No me arrepiento de la decisión porque la pasé muy bien, hice amigos y ahora que vengo a la cancha la gente me muestra su cariño. Recibir un homenaje como el del otro día (antes de disputarse el Clásico) es lo más gratificante de todo.

Pero seguro a alguno le dio por reclamarte ese cambio en la calle o en el estadio...

Jamás. Ahora que estoy de visita en Guayaquil ando
con 4 amigos que se sorprenden del trato de ambas hinchadas, me dicen que lograr eso es imposible. Creo que me gané eso por sudar la camiseta; ahí está la clave, incluso sufrí una fractura (en un choque con Máximo Tenorio) jugando para Barcelona en uno de mis primeros clásicos con la amarilla. Le quería ganar a toda costa a Emelec.  

¿Qué recuerdas del festejo del 93 con los azules y los del 95 y 97 con los amarillos?

En el 93, ante Green Cross, en Manta, la gente daba la vuelta al micro (bus) y estuvimos como una hora sin avanzar. En el 95, con Barcelona en Quito, primero no podíamos salir de la cancha y luego del vestuario; me quedó muy marcado eso.

En el 97 (Barcelona necesitaba ganar mínimo por 3 goles a Deportivo Quito en Guayaquil) la cancha estaba pesadísima, pero con el gol de Montanero se hizo más fácil y ganamos el campeonato. Después me quedé horas y horas con ‘Berna’ (Bernabé Zambrano, el utilero) tomando unas cervezas, recordando lo que habíamos pasado todo el año. No fue solo salir campeón, hubo momentos duros, problemas económicos. Siempre me preguntaban por qué no festejaba y yo decía que ya había hecho mi trabajo, que le tocaba celebrar a la gente. Después de un éxito me ponía nostálgico, pensaba en mi familia, que estaba lejos, me encerraba en la casa; creo que no estaba bien, pero era mi forma de ser. Cuando vengo a Guayaquil visito la utilería para recordar esos momentos.

¿Quién te sacaba de casillas?

Casi nadie, porque yo era jodido. A ver, con (Stony) Batioja era bravo, pero después del partido todo bien. Me concentraba tanto que lo que me decían me resbalaba, no me sacaban del partido. Ahora me molesto fácilmente, soy un desastre; tendría que estar más tranquilo, pero si voy perdiendo, uff.

Se nota que amas el fútbol, porque regresaste para jugar en Audaz Octubrino.

Estuve un tiempo alejado del profesionalismo luego del Arsenal de Sarandí (2000), pero pasaba jugando todo el día en la calle. Tigre me abrió las puertas para seguir mi carrera. Y en 2004 vine a Ecuador para radicarme acá y apareció lo de Audaz, viajaba todos los días a Machala. Estaba encantado, pero después no pude seguir por los problemas que había.

En la actualidad, el ‘Pepo’ busca jugadores en Argentina y Ecuador para llevarlos a equipos de la MLS (Major League Soccer). (I)

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