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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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“Barcelona intentó ficharme varias veces”

La seriedad de Álex Aguinaga es impresionante. Por ello  en su época de jugador nunca dio “de qué hablar” (en el aspecto negativo).

Respetuoso, el “Güero” pidió disculpas por llegar tres minutos tarde a la cita con FANÁTICO, en un hotel de Guayaquil, ciudad por la que cambió a México D.F. como su casa (por lo menos  hasta junio). De inmediato fue a su habitación, se puso la camiseta de Barcelona, regresó y dijo: “Es para sentirme más identificado con el equipo”.

Aguinaga mantiene su línea sobria, nunca la rompe. A pesar de que habla de aspectos jocosos de su vida, el imbabureño no sonríe; con la misma expresión facial es capaz de contar un recuerdo romántico y una broma que haya hecho.

Así, con esa postura, el “Maestro” comparte un poco de su valiosa trayectoria y de su nueva etapa como director técnico.

¿Qué tal, hasta ahora, su nueva experiencia al mando de Barcelona?

Excelente, los muchachos se han comportado con gran nivel, han sido puntuales. Todo eso es importante para que se trabaje bien.

Esta es su primera vez como técnico de un equipo, aunque ya dirigió a la selección ante Perú en las eliminatorias a Corea-Japón 2002...

Ahí era jugador y “Bolillo” (Hernán Darío Gómez) me permitió, debido a problemas en su salud, que yo dirija. Es diferente, ya que no es lo mismo sentarse en la banca a trabajar durante la semana con el grupo.

¿Qué encontró en Barcelona?

Tristeza. Es natural, y eso habla bien de los jugadores; que  se sientan mal por la salida de un técnico, que se sientan responsables por esta situación. Lo que venga ahora es para sumar. Rubén (Darío Insúa) trajo a estos jugadores, confiaba en ellos y yo también confío.

Esta es la segunda vez que se acerca a Barcelona, la primera fue en 1988...

Sí, en la inauguración del estadio Monumental, ante Barcelona de España. Ahí ganamos 2-1. Iba a jugar en el siguiente partido ante Emelec, pero me dijeron que ese cotejo era para los de la casa, me agradecieron y yo les devolví el gesto.

¿Fue tentado por el “Ídolo”?

Barcelona intentó ficharme en algunas ocasiones, no las podría enumerar. Cuando estaba en Necaxa, los directivos se me acercaron  para ver si existía  la posibilidad de que regresara al país a jugar en Barcelona, pero nunca se llegó a un acuerdo.

Antes tuvo de rivales a  Luis Caicedo y Daniel Mina, y como compañero a Pedro Larrea. ¿El que ya los conozca representa algún tipo de ventaja para ellos?

No, ninguna. Ahora yo soy una persona diferente a la que  los enfrentó en la cancha, estoy en otra posición.  Los veo trabajar y decido lo mejor para el equipo, sin compromiso alguno.

¿Recuerda alguna patadita de confianza  que le haya dado a  alguno de sus ahora pupilos?

Algunas, a Luis y a Daniel, pero el fútbol es fuerte. Si no hubieran roces, entonces tendríamos que sentarnos a jugar ajedrez.

¿Algún jugador de la plantilla “canaria” le pidió, cuando llegó,  que le firmara una camiseta o tomarse una foto con usted?

Los futbolistas somos muy celosos con eso, procuramos guardarnos la idolatría hacia algún jugador. En mi caso no tuve ese problema, una vez me le acerqué a Zico y le pedí un autógrafo, y eso que yo ya tenía 32 años. Él me dijo: “Sí, te conozco, eres Álex Aguinaga, el mejor jugador de Ecuador”. Para mí fue un honor que Zico supiera quién soy.

¿Cree que puede levantar a Barcelona en dos meses?

Yo traje un proyecto para ese tiempo, ojalá todo se nos dé;  lo ideal sería seguir, pero eso depende de los nuevos dirigentes que entren. 

Además de Zico, ¿qué otro referente tiene en el fútbol?

Están Zico y Michel Platini, por su forma de jugar. Luego, por su honestidad, Franz Bekenbauer y el mismo Diego Maradona, contra el que  jugué varias veces.

¿Los conoció a todos?

Me falta Franz. Con Zico y Platini me tomé fotos y todo... con Diego ni se diga, jugamos varias veces en contra; es más, coincidimos alguna vez en Aguas Calientes (México). Solo me falta tener algún recuerdo bonito con Franz... pero tampoco puedes conocer a todos ¿no?

Agustín Delgado es dueño de su club y usted entrenador. ¿Es ambiocioso pensar que algún día usted sea el técnico de la selección y el “Tin” presidente de la Ecuafútbol?

Es normal tener objetivos, pero eso no es algo que me quite el sueño.

¿Cómo ha sido su preparación para ser técnico?

Desde que analizaba equipos con técnicos ya me estaba preparando. En México hice cursos, igual en Argentina; pero en sí, recién me empecé a preparar a fondo hace unos dos años. Y seguiré preparándome.

¿Algún técnico que lo haya marcado particularmente?

Manuel Lapuente (de quien fue asistente en el América) es un gran amigo que me enseñó muchas cosas, no solo de cancha, sino de cómo manejar un equipo.

¿Cuál ha sido su mejor tanto?

Muchos recuerdan el gol que le hice a Chile en Santiago (eliminatorias al Mundial de Francia 1998), que fue de tijerita, pero perdimos. A mí me gustó mucho el  que le hice a Dida en las eliminatorias para Corea-Japón. Le piqué el balón, pero también fuimos derrotados.

¿Cree que empezó una nueva etapa en Liga de Quito?

Sí, con Élkin Murillo, con Carlos Espínola, entre otros. Sin embargo, creo que los directivos se apresuraron en desarmar el equipo, es más, yo terminé jugando como centrodelantero. Pero, bueno, Liga terminó siendo campeón de América (2008).

Inició el proceso de ascenso de Liga, asimismo el del  Necaxa (fue el equipo más ganador de la década de los 90),  y el de la clasificación al primer Mundial de Ecuador... ¿Arranca uno igual de ganador en Barcelona?

Espero que sea así, igualmente anhelo estar en la coronación, porque no es fácil mantenerse. Yo me mentalizo en lo que tengo que hacer en  mis dos meses acá.

Álex, el hogareño

¿Qué le gusta hacer en sus momentos libres?

Salir con mi familia (su esposa es María Sol Sánchez, con quien lleva 22 años de casado, y sus hijos Álex, 21 años; Cristiane, 19; y María Sol, 14), pasar con ellos en general, ya que siempre me tocó sacrificar muchas cosas por el fútbol.

Hablando de su familia, ¿cómo fue ver a Cristiane en la TV?

Ella desde los 6 años me pidió ser actriz. Le dije que no, pero  junto con mi esposa me convencieron. Entonces las apoyé, fuimos a Televisa y ahí empezó todo. Cristiane también estuvo en el grupo Pocas Pulgas.

¿Álex Jr. quiso ser futbolista?

Sí, pero recién a los 15 años, y por eso se le complicó. Se retiró poco después y ahora estudia para ser director técnico. Ojalá algún día lo pueda tener junto a  mí.

Ya jugó con él...

Sí, en el retiro. ¿Vieron que no era malo? El me puso un pase fantástico a la cabeza, yo le pegué y metieron la mano. Pitaron penal, él lo cobró e hizo el gol. Para mí fue un  momento grandioso.

¿Y María Sol?

Ella es muy inteligente; pero todavía hay que dejar que crezca, para ver qué quiere ser.

Aguinaga, ¿bromista?

Siempre ha dado una imagen de hombre serio...

Sí, pero cuando jugador era un poco bromista. Ahora, de técnico, no puedo hacerlo tanto.

¿Alguna broma que recuerde?

Muchas. Una de las últimas fue en 2005. La noche antes de jugar la final (del Torneo Apertura) ante Barcelona, me disfracé de zombi y me metí en varias habitaciones para asustar a mis compañeros. Varios me dijeron que me vaya a la habitación de Néicer Reasco, que él era súper miedoso.

En efecto, eran como las 11 de la noche y fui donde Néicer,  me metí y el pobre, a lo que  me vio, saltó a la cama de Luis González (su compañero de concentración), luego se metió en una esquina... En la oscuridad solo se le veían los ojitos saltones. Fue una broma simpática.

Cuando en los entrenamientos se menciona a Álex Aguinaga, no se vienen a la mente ese tipo de bromas...

Soy alguien muy serio y respetuoso, con mis compañeros; es más, los llamo por el nombre antes de por el apodo. En la intimidad todos tenemos que liberarnos un poco y eso pasaba en las concentraciones, pero todo era  bajo el marco de la tolerancia.

Sus inicios

¿Qué recuerda del Borja 2, su primer equipo?

Estaba chiquitito, jugaba por amor al deporte. Cuando estás a punto de  retirarte vuelves a sentir lo mismo, que juegas porque realmente amas el fútbol.

¿Y de su primer técnico?

Ese fue mi papá Rubén... él es la persona que más me ha marcado en lo futbolístico y en la vida. Me enseñó la técnica; con él salíamos a jugar con mis hermanos (Adrián, Marcelo, Fernando y Juan Francisco); fueron momentos imborrables.

Familia de futbolistas...

Sí, Adrián actuó en las reservas de Liga, Fernando en las menores del Quito, Marcelo también militó a nivel profesional y Juan Francisco sigue activo. Con Marcelo jugamos juntos en el Quito y con Juan Francisco compartí selección.

¿Dónde nació el apodo “Huevito”?

En Deportivo Quito. Yo soy muy blanco de piel y mis compañeros se burlaban de mí.

Rompía el estereotipo del buen jugador ecuatoriano que quizás se tenía a nivel internacional; es decir, en su mayoría de raza negra...

Así me hicieron, me sacaron antes del horno, no me esperaron más... Pero a mí me encanta la piel morena, no te quemas tanto; en cambio como blanco te pones rojo muy rápido.

¿“Huevito” era un niño bueno, se peinaba raya a un lado?

Sí, así me peinaban en mi casa y eso se te queda. Después cada uno va decidiendo, pero yo llegué al Quito con ese ‘look’.

¿Y el cabello largo?

Me lo dejé crecer para la Copa América del 93 acá en Ecuador y desde ahí no me lo había tocado. Luego me lo corté cuando clasificamos al Mundial (Corea-Japón 2002) como un gesto de  agradecimiento. Ahora me lo volé definitivamente.

En el América estuvo con su cabellera tradicional...

La temporada anterior, pero en diciembre ya me corté el cabello. Quería empezar este año con una pinta diferente; como integrante del cuerpo técnico debía dar otra imagen.

¿Fue duro para usted?

Antes de entrar a América (a mediados de 2010) lo pensé, pero desistí de cortármelo, en especial porque mis hijas me convencieron de que no lo haga. Ya cuando me lo corté, a ellas no les gustó.

Es que esa era su imagen...

Sí, en todas las fotos salgo así. Pero capaz que llegaba a Barcelona con el cabello largo y después decían por ahí  “este melenudo no le va a hacer bien al equipo”..., pero ya, pues, así pasa.

Fabio Capello, como AT del Milan, contó que el equipo italiano lo quiso fichar, ¿por qué no se dio?

Fue en la Copa América de 1989, yo había cerrado mi viaje a México para jugar en el Necaxa, pero en la competencia en Brasil, el Milan de Italia, el Barcelona de España y el Millonarios de Colombia quisieron comprarme. Dicen que el Milan hubiese pagado tres millones de dólares, no lo sé.

¿Se arrepiente?

El dinero no lo es todo en la vida, hay cosas más importantes. He sido muy feliz en México, y sigo feliz  ahí. Allá está mi esposa, mis hijos y  sacarlos del entorno era muy difícil. Alguna vez hubo una chance del Real Madrid, pero no se dio.

Acá Álex Aguinaga es un referente del fútbol y en México también...

Me han puesto entre los cinco mejores extranjeros de todos los tiempos y para mí eso es un honor. Todavía me piden autógrafos, cuando era asistente técnico en el América todos me conocían... es algo muy lindo que te reconozcan.

Que un chico jugara profesionalmente a los 16 años, en aquella ápoca, era una situación poco usual en el fútbol ecuatoriano. ¿Cómo lo fue para “Huevito”?

Muy difícil. Los jugadores estaban arriba de los 24 años, pero yo a los 16  me gané la titularidad.

¿Qué recuerda de su debut ante Técnico Universitario, en 1984?

Alfredo Encalada dice que cuando entré al cambio por él, me dio una palmada en la espalda y me dijo: “Vamos guambra, que vos puedes”. Pero no lo recuerdo, no recuerdo ni el partido. Alfredo es mi gran amigo, alguna vez estuvo en México y lo llevé a conocer al actor Roberto Gómez Bolaños.

Hablando de Chespirito, cómo es su relación con él...

Es de esas personas de las que tú dices: “mientras más grande, más humilde se vuelve”.

¿Es su ídolo de la televisión?

Sí, estamos hablando de que yo crecí con él. A mi papá le gustaba el Chavo del 8. En mi casa crecimos viendo lo que pasaba en la vecindad. Ahora mis hijos lo ven y también se ríen mucho, Roberto Gómez Bolaños es un personaje para toda la vida.

¿Qué se le pegó de México?

El acento, eso fue inevitable, como el hecho de que ahora de seguro se me pegarán algunas palabras de acá (Guayaquil). Sé que después mi esposa me va a preguntar qué le estoy diciendo y se me va a complicar explicarle, ja, ja, ja...

¿Y el picante?

Nunca me gustó el chile. Más de una vez me ahogué con esa comida, en especial cuando mis compañeros me jugaban alguna broma. Luego ya detectaba cuando era picante y me abstenía de probarlo.

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