El brasileño Roberto Carlos, campeón mundial en 2002, llevó a Moscú la Copa Jules Rimet, que es exhibida por primera vez en su historia fuera del museo de la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA).

El defensa fue el principal invitado a la apertura de la exposición de la FIFA en el corazón de Moscú, en un acto auspiciado por la compañía automovilística surcoreana Hyundai, patrocinador del máximo organismo.

Roberto Carlos posó junto a la copa que obtuvo con la inestimable ayuda de Ronaldo y Rivaldo, y también con la Jules Rimet, que Brasil ganó en propiedad en 1970, por ser el primer país que logró tres títulos mundiales.

Lo mismo hicieron la secretaria general de la FIFA, Fatma Samoura, quien se mostró convencida de que el Mundial de Rusia será “el mejor de la historia”, y el jefe del comité organizador local, Arkadi Dvorkóvich.

Ambas son de oro macizo, aunque la diseñada en 1928 por el francés Abel Lafleur pesa 1,8 kilos y reproduce a la Diosa de la Victoria que sostiene un vaso cilíndrico octogonal entre sus brazos y sobre su cabeza.

La actual copa pesa más de seis kilos, tiene 36 centímetros de altura y representa a dos atletas, espalda contra espalda, que sostienen sobre sus hombros, con los brazos extendidos, una esfera. Además, la Jules Rimet (1930-70) es una réplica de la original, que fue fundida por unos ladrones que la robaron en diciembre de 1983 en las oficinas de la Confederación Brasileña de Fútbol.

Posteriormente, la FIFA encargó una réplica, a la que incrustó la placa original con los nombres de los cuatro primeros triunfadores del Mundial, que fue hallada en 2014 en el sótano de las oficinas del organismo.

Los aficionados comenzaron a observar las copas el sábado en el salón de Hyundai, en cuya vitrina exterior se colocarán gradualmente, entre el 14 de junio y 15 de julio, los balones de los 64 partidos mundialistas hasta formar un mosaico único en la historia.

Además, habrá objetos de  valor incalculable, como las botas de Pelé, la camiseta de Lev Yashin y los zapatos que usó Zinedine Zidane cuando ganó la copa en Francia 98.

No menos milagrosas son las de Iker Casillas, portero español que con la punta de una de esas botas expuestas en Moscú desvió el disparo del holandés Robben, parada ya legendaria que allanaría el camino para la victoria de la Roja en Sudáfrica 2010. (I)