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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

No hagas a otro lo que no quieres que te hagan a ti

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“El hombre sabio no acumula.
Cuanto más ayuda a los otros, más se beneficia él mismo.
Cuanto más da a los otros, más obtiene él mismo.”  Lao Tsé (siglo VI a.C.).

Conocida como “la regla de oro”, la expresión que dice que uno debe tratar a otros como quisiera que le traten a uno mismo, o no afectar a otra persona con cosas o comportamientos que uno no quiere que le hagan, es probablemente el principio ético de mayor aceptación universal.

Desde el taoísmo de Lao Tsé, pasando por Confucio (personajes a quienes se les considera como los filósofos más relevantes de la civilización china), por el Buda, por el judaísmo o por el hinduismo, se llega hace 2 mil años a la cultura occidental cristiana, que incorpora estos mismos principios con frases de Jesús que constan en los evangelios; luego los grandes filósofos y pensadores de los últimos siglos repiten con pocas variaciones este concepto de tratar al prójimo como a uno mismo.

En esta época en la que crece la codicia, el consumismo exacerbado y la intolerancia a los que son distintos o piensan diferente a nosotros, el hecho de considerarnos iguales, con los mismos derechos y con la misma necesidad de amar y ser respetados, se convierte en uno de los anhelos más buscados por muchos seres.

El servicio como norma de vida nos engrandece en nuestra condición humana; la práctica de la humanidad sincera y bien intencionada es uno de los valores cívicos fundamentales y es probablemente la base de todos los demás. Esta puede ser la acción primera para un cambio civilizatorio urgente y necesario, antes de que todo sea demasiado tarde.

No nos queda mucho tiempo; algunos de los más destacados científicos mantienen que en las próximas décadas se definirá el futuro de la humanidad. Un dilema se cierne sobre todos nosotros: o desaparecemos como especie o iniciamos un hermoso camino en la construcción de la sociedad del Buen Vivir.

El voluntariado y el trabajo solidario constituyen un requisito fundamental para una nueva forma de actuar que se contraponga al egoísmo imperante en la sociedad moderna. Cada uno de nosotros tiene en su conducta la respuesta a este desafío global.

Debemos responsabilizarnos por nuestros propios actos y conductas. Para generar un cambio que sea trascendente debemos empezar por nosotros mismos. Cada uno de nosotros debe ser el ejemplo de lo que deseamos en la sociedad. Esa una responsabilidad única e indelegable, pero al cambiar para bien, descubriremos que todo lo que está a nuestro alrededor, de hecho, también cambiará. (O)

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