Una goleada que alimenta la ilusión
Rueda no está en la cancha, pero a través de Antonio Valencia es como si estuviera. Cada interrupción del partido sirve para conectarse con el jugador más rápido de su equipo titular.
Eso se evidenció ayer durante el partido Ecuador-Paraguay, donde la Tricolor goleó 4-1 al representativo “guaraní”. Los jugadores ecuatorianos aprendieron a conectarse tan bien con su entrenador, que se podría decir que conocen de memoria el lenguaje gestual del colombiano.
Ojos y manos sirven para interpretar las recomendaciones del timonel, quien por ahora no solo tiene un elenco efectivo para jugar fútbol, posiblemente también pueda participar con éxito en un concurso de caras y gestos. Adivine usted la película.
Y la película de ayer fue bien interpretada. A los 14 minutos se nos vino a la mente el filme “Atrapado sin salida”, de Jack Nicholson, solo que esta vez el protagonista fue Gabriel Achilier, quien no pudo sacar el balón del área ecuatoriana y permitió que el delantero Luis Caballero lograra abrir el marcador para la visita.
Rueda reprochó aquella escena, pero arengó a sus hombres, no era posible que un rebote permita al cuadro visitante ponerse adelante en el marcador.
El timonel caleño miró su reloj, había tiempo aún para volver al futuro que dibujó antes de entrar al campo de juego del estadio Atahualpa. Ecuador tenía la calidad técnica para salir triunfante luego de los 90 minutos.
Golpeados en su amor propio, los dueños de casa se volcaron al ataque. Adelante Antonio Valencia, Felipe Caicedo, Christian Benítez y Jefferson Montero utilizaron la velocidad como arma letal ante un equipo que desde que anotó intentó poner el ritmo y no desaprovechó saques de puerta, tiros libres o laterales a favor para quemar un poco de tiempo.
Ecuador dominaba pero no alcanzaba ni la claridad ni la contundencia que se requieren para controlar al adversario. Al cuerpo técnico nacional le preocupaban además los continuos errores del lateral Juan Carlos Paredes y las faltas del volante de contención Pedro Quiñónez.
Hasta que surgió la figura del hombre no programado; Jefferson Montero mostró su corazón valiente y con desbordes constantes por la izquierda desconcertó una y otra vez a la zaga paraguaya, que no alcanzaba a detener el ímpetu del fluminense.
La insistencia local tuvo su recompensa a los 37 minutos, Walter Ayoví centró la pelota y encontró bien colocado a Felipe Caicedo, que atinó a conectar con la frente y decretar la igualdad. El tanto supo a justicia para todos.
Para la segunda etapa Rueda mantuvo el mismo conjunto, pero esta vez, además de su lenguaje de señas, tendría en Antonio Valencia al traductor en la cancha. Ecuador no estaba dispuesto a perdonar, se notó que en el camerino se habló de sacar provecho de cada ataque y lograr contundencia.
A los 50 minutos, un centro pasado de Noboa permitió que Montero se sacara la marca de dos adversarios y venciera en el mano a mano al golero Diego Barreto. Rueda levantó los brazos, la fuga hacia la victoria había comenzado.
Tres minutos después, otra incursión de Montero permitió que Christian Benítez derrotará por tercera vez a Barreto. Los jugadores ecuatorianos entendieron el libreto, al minuto 75 un remate de Montero se desvió y venció una vez más al meta “albirrojo”. Ecuador asestaba el golpe mortal a Paraguay.
Luego del cuarto gol, Rueda se animó a realizar más variantes. ¿Qué pretendía? Pues, cerrar el partido y mantener el dominio del juego en cada una de sus líneas. Ingresaron al campo de juego Renato Ibarra y Joao Rojas, quienes no desentonaron y mantuvieron el mismo ritmo hasta el final del compromiso.