Punto de vista
Las lecciones electorales
I
Los mendigos siempre dejan sus diferencias frente a un plato de sopa, dice un viejo y sonado adagio. En la política -en la mala política-, aquello suele calificarse como ‘astucia’ o conveniencia. Y algo de eso se pudo ver en los días de apresurada campaña electoral, de parte de ciertos actores y partidos políticos.
¿Por qué era tan importante para una parte de la oposición ganar las elecciones de alcalde en Quito? En el cálculo simple de las proyecciones electorales, la única ciudad que le puede servir a la derecha de plataforma de lanzamiento para las presidenciales de 2017 es la capital de los ecuatorianos.
Y eso porque Guayaquil dejó de ser el espacio en el que podían fraguarse oportunidades políticas más significativas. En ese sentido, CREO el ‘único partido opositor’ -como le denominó apresuradamente Correa-, construye una lógica de la pudibundez, próxima al ‘esmero’ y al cálculo: es decir, hay que alentar para que Nebot se consuma en su propio reducto, sabiendo eso sí que su ‘triunfo’ electoral es un aporte inútil para las futuras elecciones presidenciales y las pretensiones políticas de la nueva derecha.
¿Qué aporta al proyecto de la derecha un ‘nuevo’ triunfo de Nebot en Guayaquil? Nada.Nebot hace rato se dejó extraviar por su vanidad y su intransigencia, puesto que en su enaltecido ego nunca tendrá cabida una perspectiva política más generosa. La suya siempre será una ganancia históricamente innecesaria, y tal vez inocua para la vida democrática del país.
El futuro exalcalde del puerto (porque algún día lo será) no solo que terminará devorándose a sí mismo, también es la imagen de una tendencia política que prefirió enclaustrarse, que expresa la inmovilización y la oscuridad. Es el pensamiento del retroceso o del estancamiento ideológico, que representa la visión de un país que ya no existe. Ser el eterno rival de uno mismo también debe ser penoso.
¿Qué aporta al proyecto de la derecha un ‘nuevo’ triunfo de Nebot en Guayaquil? Nada. Todo lo contrario, le resta posibilidades reales de proyectarse en el futuro mapa electoral e ideológico del país. Conclusión: había que dar la pelea en la capital y resignar Guayaquil. Y esa será la mayor capitulación de Nebot.
II
La derrota de Augusto Barrera como alcalde de Quito debe dejarnos algunas lecciones: No es posible, bajo las actuales circunstancias, seguir mirando de reojo la aparente buena fe de la derecha ecuatoriana, sin detenernos a reflexionar sobre ese discurso que se ha revestido de un halo progresista, que ya no quiere estar en el extremo sino en el centro de las ideologías, pero que siempre representará una corriente de pensamiento excluyente y totalitario.
Esa derecha -de Rodas, Nebot, o la de Lasso- se transforma en un problema ético, político y social. Porque la pregunta kantiana formulada en términos históricos sería: ¿Cómo es posible una línea de pensamiento de esos ribetes en el marco de una democracia? Y la respuesta debería ser otro cuestionamiento: ¿Ese pensamiento solo puede producirse dentro de una sociedad democrática? Es casi como vincular ‘el mal a la libertad humana’. Incluso es posible decir que ‘nuestra naturaleza moral’ nos vuelve susceptibles a los halagos y los cantos de sirena que construye la derecha, para volverse ‘extrañamente positiva’.
Muchos quiteños terminaron hundidos dentro de una perspectiva negativa de ciudad.El candidato Mauricio Rodas a la alcaldía de Quito pudo convencer a una buena parte del electorado, no con propuestas demagógicas o edulcoradas solamente. El candidato fue más allá de la inmediatez perceptiva, porque trazó un conjunto de valores que se sostenían en claras indicaciones sensibles. Se valió de algo muy simple: su estrategia se fundamentó en la estructura del punto de vista (los cineastas la manejan mucho) que se construye con imágenes incompletas, con posiciones claves para no definir el todo. Dijo que la ciudad de Quito (y el país) no había cambiado nada, por lo tanto tampoco había ninguna acción trascendente gestionada desde la Alcaldía. Muchos quiteños terminaron hundidos dentro de una perspectiva negativa de ciudad en la que cabían otras perspectivas, y así hasta el infinito.
Enseguida el candidato Rodas se erigió en el Dios omnipotente y visible, desde donde podía ejercer la mirada de reconocimiento al sacrificio hecho por los citadinos, casi de renunciamiento. En el marco del antagonismo radical de las perspectivas, la nueva mirada -fraguada por Rodas- fue capaz de expandirse para rectificar la mirada que lo seres comunes y corrientes habían tenido de la ciudad y de ellos mismos.
Sartre hablaría del bochorno de la vergüenza y el nacimiento de lo social. Así se construyen las ficciones sociales: el sujeto social siente que es visto sin verse él mismo como parte fundamental de algo. Lo que Augusto Barrera no pudo lograr al final de la campaña es devolver el sujeto a la ciudad, a la ciudad que fue temporalmente borrada de su imaginario. Rodas actuó sobre la vergüenza del ciudadano de no sentirse parte de algo propio. Barrera (y Alianza PAIS) no revierte esa sensación de rubor y descuido, del despojamiento de toda ilusión de futuro, para restituirle al quiteño/a y al ecuatoriano/a su protagonismo, para reintegrarle a su presente.
Fue entonces el presente el que fue traicionado en estas elecciones y esa debe ser la lección más importante, para que la derecha deje de construir falsas hegemonías que presuponen actuar sobre la angustia de los habitantes de la ciudad, sobre el miedo sin objeto y la vacilación. Más temprano que tarde volverán a triunfar la certidumbre, el convencimiento y la confianza en lo propio.