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La diversidad no es patrimonio de un solo grupo
Manhattan, 1969. The Stonewall Inn era un bar donde las personas sexualmente diversas solían reunirse. Pero esa época no era la mejor para ser (y mostrarse) homosexual o transgénero en público, pues la policía hacía redadas frecuentemente en los lugares en donde se convocavan gais y lesbianas para amonestarlos.
Era la madrugada del 28 de junio de 1969 y todo parecía desarrollarse con normalidad ahí, hasta que la polícía, agrestemente, irrumpió en The Stonewall Inn y arrestó a algunos de los trabajadores del establecimeinto y a varias personas, especialmente drag queens, que fueron solo a divertirse. ¿Su delito? Ser diferentes. Esta había sido una práctica común en esos tiempos (que ha cambiado ligeramente hasta la actualidad) y la gente estaba acostumbrada a la resignación, pero esa noche fue diferente: no huyeron sino que se pararon firmes ante la ‘autoridad’, apoyándose los unos en los otros, hasta que fue creciendo el número de individuos que se resistió al maltrato, a la burla, a la discriminación... Y la lucha duró más días, dejando un legado: marchar cada año, hasta ahora, bajo el nombre de la Marcha del Orgullo Gay, para recordarle a la sociedad que ellos existían, que tenían los mismos derechos a pesar de tener diferentes cuerpos.
Si bien este suceso marcó un precedente en la historia del movimiento gay, con los años, la marcha se convirtió en un lugar que parecía ser exclusivo de un solo tipo de sujetos: blancos, de clase media alta y occidentales. No en vano, el escritor y cronista chileno Pedro Lemebel escribía en su libro Loco afán. Crónicas de sidario, lo siguiente: “Basta entrar en el Bar Stonewall, que siempre está de noche, para darse cuenta que la concurrencia es mayoritariamente clara, rubia y viril, como en esas cantinas de las películas de vaqueros. Y si por casualidad hay algún negro y alguna loca latina, es para que no digan que son antidemocráticos. Por eso no me quedé mucho rato en el histórico barcito, una rápida ojeada y uno se da cuenta que no tiene nada que hacer allí, que no pertenece al oro postal de la clásica estética musculada”.
La diversidad no puede ser exclusiva ni excluyente, tampoco el patrimonio de un cierto grupo que, por abanderarse de una causa, deslegitima otras. La Marcha del Orgullo Gay tiene que revisar su origen y convertirse en el vehículo en el que todos puedan viajar.