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El Telégrafo

Editorial

La belleza escondida en la diversidad

La belleza escondida en la diversidad
02 de febrero de 2015 - 08:31

Terrible pero cierto, los seres humanos reparamos en la diferencia, en el ‘otro’, cuando algo trágico ocurre, cuando nuestro sistema de pensamiento se ve afectado directamente por algo que desconocíamos completamente pero que, resulta, estaba ahí mucho tiempo antes de que reparásemos en él.

Sucede así que las personas, por desconocimiento, opinan, se contradicen, atacan, —sin tener mayores argumentos— a un hombre, a una cultura. Incluso, es dado confundir a las personas, según su origen, sus creencias, su lengua.

Después de la reciente tragedia del semanario francés Charlie Hebdo y de las ejecuciones de rehenes por parte del Estado Islámico (lamentables sucesos que, sin embargo, han sido explotados mediáticamente para acicatear cuestiones políticas), muchas personas volvieron la vista, nuevamente, hacia Oriente Próximo y Oriente Medio, hacia lugares imprecisos, parajes imaginarios, casi, habitados por monstruos, criaturas mitológicas que representan el atraso del mundo, la maldad frente a la civilización de Occidente.

Por supuesto, ningún crimen contra un ser humano debe ser justificado, así como ningún crimen debe ser atribuido a un grupo humano, a una cultura, por ignorancia o negligencia. Así, el desconocimiento nos ha hecho confundir términos, denominaciones —odiosas, la más de las veces, pero necesarias— y así una cultura riquísima queda fuera de nuestro alcance. ¿Cuántos conocen la diferencia entre árabe, musulmán e islamista? Quizá quienes cometen estos pequeños errores de omisión son quienes ignoran también la diferencia entre israelita, judío y sionista. O quienes alguna vez confundieron pusieron a todos los alemanes bajo la denominación de nazis.

El flujo incontenible de ‘información’ al que hoy estamos sometidos impide, muchas veces, que podamos realmente conocer lo que sucede, los orígenes de las situaciones, quiénes son los actores de cada acontecimiento, y así, los juicios erróneos se multiplican ad infínitum.

Un momento de receso, un vistazo atento alrededor no hace mal a nadie. Necesario es evitar el choque de culturas y apostar por un roce, por un acercamiento, la comprensión mutua, dentro de lo posible.

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