Es hora de poner atención a las imágenes que circulan bajo tierra
Hace poco más de diez años, las propuestas audiovisuales que ocuparon gran parte de las carteleras del cine nacional eran extranjeras. Escasamente se proyectaban trabajos de reconocidos cineastas que tomaban riesgos estéticos, políticos y de contenido en sus apuestas visuales.
El cine en el Ecuador, tenía una orientación comercial e, inclusive, de clase. Si a esto sumamos que los trabajos cinematográficos de realizadores ecuatorianos apenas se producen sostenidamente desde 2001, la oferta audiovisual en el país aún tiene un músculo que ejercitar.
Aunque este escenario ya es conocido por muchos, la primera Rueda de Negocios del DVD que se efectuó en la ciudad de Manta durante los días 21, 22, 23 y 24 de enero, evidenció las profundas limitaciones que existe en la circulación y distribución de material audiovisual ecuatoriano. Además, reveló las breves estrategias entre productores cinematográficos y comerciantes informales.
Sin embargo, lo que más llamó la atención de la rueda de negocios, que se hizo paralelamente al Festival de Cine Ecuador Bajo Tierra, fue las películas que se proyectaron en el encuentro: propuestas visuales que descolocan, cuestionan y aturden la mirada habituada del espectador.
Ecuador Bajo Tierra es un festival que tiene contenidos que deben visibilizarse y posicionarse con la relevancia que merece, pues, apunta a la recuperación audiovisual de trabajos que laten y circulan subterráneamente –no solo en las ciudades epicentro del cine nacional–. Sino que, forman parte de una red que no es la establecida y que, además, han sido producidos con bajo presupuesto y en condiciones diferentes a las que el foco central de cinéfilos y productores está acostumbrado a ver, pero que tienen una fuerza preponderante como espejo de nuestra sociedad. Tal vez, en estas imágenes podamos quebrar el imaginario convencional de la representación de la identidad ecuatoriana.