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El Telégrafo

El ejercicio de la memoria es un derecho y un deber

El ejercicio de la memoria es un derecho y un deber
11 de mayo de 2015 - 00:00

El ejercicio de la memoria es algo complejo, incluso en nuestros días, cuando la tecnología ayuda. La memoria, frágil, está siempre sujeta a la interpretación, a la subjetividad, es decir, a la perspectiva de los seres humanos, disímiles entre sí cuando se trata de defender cualquier postura. Así, este ejercicio es un derecho, una forma de expresión y de construcción de identidad, individual y colectiva.

Pero recordar también es un deber, una necesidad en tiempos en que las ideologías se confunden, se manifiestan parricidios teóricos y la ‘novedad’ es lo que prima en las propuestas; si bien es posible aportar con cosas realmente nuevas a todo nivel —arte, cultura, economía, y otras ciencias—, también es necesario ejercitar la memoria todos los días, pues a veces ‘novísimas’ teorías no son sino pastiches de dichos y pareceres antiquísimos, que la gente, en general, olvida, pero que se mantienen en algún recuerdo, listos para ser recogidos a conveniencia de alguien que sí tiene una buena memoria, selectiva, por supuesto.

Los ejercicios de memoria colectiva permiten, precisamente, advertir oportunamente cuando algo ha sido ‘rejuvenecido’ con caretas u otros rostros, cuando los medios tratan de sorprender a la audiencia con informaciones descontextualizadas, cuando se han cometido atrocidades amparados los hechos en teorías raciales o políticas. Permiten también que salga a la luz la historia que muchas veces se pretende acallar, pero que se mantiene respirando bajo las voces de la hegemonía.

Recordar, para una comunidad, implica que su historia sigue viva, y que está mejor preparada para resistir cualquier crisis. La memoria es un escudo contra los charlatanes, los mesías y los falsos mártires, que tienen por costumbre lanzar piedras, esconder las manos y huir, para volver, luego de los años y embozados bajo una ‘sabiduría adquirida’, para sorprender a quienes no recuerdan por qué se fueron en un principio.

Frente a los discursos empalagosos, frente a las justificaciones después de las faltas, el ejercicio de la memoria, como un derecho y un deber, se convierte en la defensa más efectiva contra cualquier canto de sirena. Y es que los hombres son los únicos animales que tropiezan con la misma piedra más de una vez, pero por lo menos, cabría estar al tanto de cómo fue que se produjeron las caídas anteriores, antes de limpiarnos el polvo de las rodillas una vez más.

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