Talvez la peor manera de contar la historia sería a través de resúmenes: hacer una selección de la información ‘más importante’, contar un hecho grosso modo, es una forma de obviar los matices, detalles que le dan sentido a todo, como los pequeños tornillos necesarios para mantener a cualquier mueble en pie. Hemos crecido creyendo, por ejemplo, en héroes, tiranos y traidores unidimensionales por culpa de los resúmenes de la historia. Pero, como para todo en la vida, hay excepciones.

En 1815, Simón Bolívar envió una respuesta por escrito a un comerciante inglés que se mostraba interesado por el proceso de independencia de Sudamérica. Ese documento es conocido como Carta de Jamaica, y sirve para resumir el pensamiento del Libertador. Mientras los pueblos de América del Sur seguían luchando contra la corona española, Bolívar explicaba ahí las razones por las que perseguía la independencia, pero también sus preocupaciones en cuanto al modelo de gobierno a implantarse en las nuevas naciones.

Luego de la muerte de su esposa en 1803, Bolívar pasó 4 años en Francia, donde se familiarizó con la democracia, una forma de gobierno que, por supuesto, no existía en América del Sur; también coincidió en París con la coronación de Napoleón Bonaparte como emperador con el apoyo abrumador del pueblo francés.

Bolívar siempre se preguntó cuál era la forma en que los pueblos de América del Sur debían gobernarse para unir a la gente del continente, ese “pequeño género humano” -como escribió en su carta-, en la causa de una nación integrada, una república tan fuerte para resistir las invasiones, como para convertir al Nuevo Mundo en una potencia, un sitio estratégico para el comercio mundial. Estas ideas se recogen en la Carta de Jamaica, un texto sobre cuya autenticidad los historiadores dudaron por 150 años. En 2014, el original de la Carta de Jamaica apareció en el Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador. Firmada el 6 de septiembre de 1815, la Carta de Jamaica cumple 200 años el día que circula esta edición de CARTÓN PIEDRA. Por eso, dedicamos esta edición a la mirada estratégica -y a veces, profética- del Libertador, que exhibió su omnisciencia política en aquellas páginas.