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El Telégrafo

Editorial

Del silencio como ausencia y como punto de partida

Del silencio como ausencia y como punto de partida
08 de junio de 2015 - 00:00

Define la Real Academia al silencio como la ausencia de ruido o de sonido. También, como la falta de algo. Una ausencia, una omisión, involuntaria o voluntaria.

El silencio, a veces, es provocado por terceros, algunas voces han sido silenciadas por la desidia, por las condiciones sociales, por las ideas encontradas, incluso por la desigualdad de género —algo que aún no se ha superado—, y así, parte de una época, parte de la misma historia del mundo desaparece.

Pero cada cierto tiempo, esas voces, a pesar del silencio, son descubiertas por alguien, vuelven a la superficie, en forma de destellos, recuerdos; las raíces de lo que hoy se encuentra en proceso de crecimiento. Indagar en estas voces, en estos restos, más que volver al pasado, implica un redescubrimiento de conceptos e ideas, una forma de emparentar lo nuevo con lo antiguo, para darle continuidad a la historia.

Más allá de las diferencias políticas, culturales, regionales, el ser humano tiene derecho a la expresión de su pensamiento, a que otros lo debatan y critiquen, si es necesario, pero el silencio, como imposición, como omisión incluso, no solo daña a quien se segrega, sino al público, a los lectores, espectadores, etc., que pueden acceder a eso, con un criterio, en búsqueda entretenimiento o de reflexión, pues en la decisión, en la opción, radica el libre ejercicio del pensamiento humano.

Reparar hoy en día en este silencio, en estas ausencias, debería tomarse como un punto de partida para pensar por qué se producen estos quiebres, estos vacíos culturales o políticos. Sobre todo, habría que pensar en las causas de estos silencios, para que no ocurran nuevamente. Si el punto de partida es el silencio, la meta debería ser la reapertura de los canales para que las voces circulen, la vida, las ideas.

Luego de la publicación de Madame Bovary, la obra fue llevada a juicio por inmoral, por promover el adulterio en las mujeres. En el juicio, los argumentos a favor de la obra se impusieron y la voz que pudo ser silenciada fue escuchada de forma atronadora.

Por más silencio que se imponga, las voces se las arreglan para permanecer en el imaginario colectivo, aunque sea en la memoria de una sola persona, desde donde se produce un fragoroso eco.

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