El nacimiento de los centros urbanos coincidió con la invención de la escritura.

Describir el entorno, opinar sobre él, para hacerlo suyo a través del lenguaje, fue desde entonces la consigna del hombre. Así, los cronistas empezaron a registrar los acontecimientos de su época, de sus ciudades. De esa tradición nacen los nuevos cronistas que caminan por las urbes modernas y que captan pequeñas historias, recuerdos, el sentimiento que las calles transmiten a sus caminantes.

Desde las primeras crónicas en nuestro idioma, de la época de Alfonso X, el Sabio, sabemos que este género combina la descripción de hechos con la interpretación de su autor. La crónica es un género híbrido que se sitúa entre el periodismo puro y la literatura. Ya no se trata solamente en la crónica de informar, sino de transmitir un sentimiento, un parecer, aquello que el cronista percibe y siente cuando presencia un acontecimiento, cuando se detiene frente a las puertas de una ciudad y aguza el oído para escuchar las voces de sus habitantes.

Nacieron las crónicas de viajes, esos relatos que llevaban a los lectores a parajes lejanos, reales, sobre todo, por la gente que poblaba sus calles. Quienes leían —y leen aún— estas crónicas acceden a la vida de otra ciudad, a la existencia de otros hombres, distintos e iguales, al mismo tiempo. Las voces de Marrakesh, de Elías Canetti, podría ser calificado como un libro de crónicas de viaje, las crónicas sobre una urbe que impresiona por su riqueza cultural, su crueldad, su disparidad, en fin, con el lugar de origen del viajante.

Cada ciudad es distinta. Cada mirada es diferente. Con base en esa diversidad dedicamos  esta edición a crónicas sobre ciudades tan dispares como son Río de Janeiro, Buenos Aires, Quito y La Habana, escritas por hombres que miran alrededor desde perspectivas específicas: lo social, la literatura, la tradición y la música. Sobre todo, estas son crónicas de quienes caminan por las calles con la conciencia de que cada piedra tiene algo que decir.

Los invitamos entonces a recorrer las calles de cuatro urbes americanas bajo la mirada de los hombres, siempre extranjeros e inocentes en el mundo que habitan. Bienvenidos.