Que en la región se impulsen proyectos ideológicos distintos y, hasta antagónicos, no es una sorpresa, pero constatar que instancias como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) experimenten una suerte de letargo mientras propuestas subregionales, como la Alianza del Pacífico, se fortalecen, debería servir como un llamado de atención para los líderes regionales que han proclamado reiteradamente su voluntad de consolidar la integración latinoamericana.

Durante su visita a Francia, en un discurso en La Sorbona de París, el presidente Rafael Correa alertó que existe “toda una restauración conservadora en la región para contrarrestar proyectos alternativos” como Unasur y Mercosur porque “hay potencias que no quieren” a esos organismos y “quieren negocio, quieren comercio, quieren mercados”.

No es la primera vez que Correa habla de ello, pero sus palabras de alerta parecen perderse en medio del silencio de otros mandatarios de la región.

No es un secreto que Chile, Colombia, México y Perú tengan una línea conservadora y que sigan proclamando sus esfuerzos nacionales y subregionales para avanzar en zonas de libre comercio, pero ese entusiasmo contrasta con la quietud, al menos en la escena pública, de la Unasur, que desde agosto busca nuevo secretario tras la salida del venezolano Alí Rodríguez.

Desde la muerte del presidente Hugo Chávez, en marzo, y, poco antes, cuando su enfermedad impedía que él, personalmente, le imprima un ritmo más acelerado al proceso de integración, la Unasur ya mostraba signos de estancamiento. La memoria de Chávez exige que ese esfuerzo de integración no se pierda.

La construcción de la sede del organismo en Quito avanza y la entrega del edifico está prevista para mayo de 2014. Hasta esa fecha algo en la Unasur debe cambiar para que la inauguración no quede en la anécdota.

¿Hacia dónde ir? ¿Cómo retomar el impulso de la integración latinoamericana? Parece necesaria una reflexión profunda sobre el momento que vive la región, pero sobre todo es imprescindible la autocrítica para corregir el rumbo.

No es posible ni deseable, impedir que la Alianza del Pacífico avance, pero sí que la Unasur no se quede atrás.