Existe un popular dicho en inglés Skeleton in the closet (Elcadáver en el armario) que es utilizado para describir un secreto muy íntimo que avergüenza. Esta frase bien podría aplicarse a la historia de la crisis bancaria de finales de los noventa que dejó una larga estela de consecuencias económicas y sociales. Es un capítulo doloroso para el Ecuador que aunque no es secreto todavía nos avergüenza. Este “cadáver” parece que por fin será enterrado si se concretan iniciativas del Gobierno como la Ley para el Cierre de la Crisis Bancaria de 1999, que busca resolver la situación de los llamados “deudores de buena fe” (no vinculados con la banca cerrada) y aprovechar los activos de las entidades que fueron liquidadas transfiriéndolos a instituciones públicas. Otro pasó será pagar a ciudadanos que nunca pudieron recuperar sus ahorros y también cobrar hasta abril, como anunció hace unos días el presidente Rafael Correa, los pagos pendientes de quienes estuvieron vinculados con los bancos o de lo contrario declararlos insolventes.

En 2008, 2009 y 2012 se dieron algunos pasos para lidiar con los efectos de la crisis con leyes y mecanismos para condonar, negociar o rebajar deudas, pero tuvieron que pasar 15 años y 4 presidentes para que esta etapa de la historia pudiera darse por terminada, lo cual no quiere decir que deberá olvidarse. Hay que recordar que la crisis provocó el cierre del 70% de las instituciones financieras; el éxodo de cerca de 2 millones de ecuatorianos hacia Estados Unidos y Europa, con los subsecuentes efectos en los tejidos familiares y sociales (niños criados por sus abuelos o pueblos enteros del sur del país donde solo vivían mujeres, ancianos y menores porque los hombres migraron en busca de trabajo) e incluso episodios dramáticos como la muerte y el suicidio de clientes de bancos que de un día a otro lo perdieron todo. Y en ese contexto veíamos desaparecer el sucre como moneda nacional.

Como en todas las crisis de esta índole -basta ver los casos en Europa y Estados Unidos- la intervención del Estado evitó un de calabro mayor, pero a costos altísimos. En el Ecuadorllegó la hora de sepultar a un cadáver que nos recuerdala codicia y el poder del capital especulativo y financiero, la ineficiencia de las autoridades y el dolor de todo un país.