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El Telégrafo
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La maquinaria de varias entidades participa en las labores de limpieza de calles y veredas

Los portovejenses retiran los escombros de casas y edificios para empezar desde cero

De los $ 70.000 en inversión que tenía Nelson Loor (der.) en su negocio, ha perdido más del 30%, asegura.
De los $ 70.000 en inversión que tenía Nelson Loor (der.) en su negocio, ha perdido más del 30%, asegura.
Foto: Rodolfo Párraga/El Telégrafo
27 de abril de 2016 - 00:00 - Redacción Regional Manabí

En las calles de la capital manabita ya hay más personas que intentan volver a su vida cotidiana. De a poco, los portovejenses inician sus actividades en las zonas cercanas al casco comercial, el sector que sufrió mayores daños por el terremoto.

Hay emprendedores que instalaron quioscos improvisados para la venta de jugos, comida y artículos de primera necesidad. En el parque central existen carpas con atención médica.

La situación durante esta semana es diferente a la anterior, cuando los trabajos se enfocaron en el rescate de posibles sobrevivientes. La recolección de escombros continúa. El ruido de las maquinarias es una constante por las varias calles del centro portovejense.

Afuera del edificio administrativo del IESS, José Valencia ve cómo trabajadores sacan los restos del lugar en el que trabajaba hace 6 meses. Su oficina estaba en el segundo piso de un edificio que tenía 8 plantas. “Es un impacto tremendo. A veces cierro los ojos y me dan ganas de llorar al recordar cómo era todo aquí”, aseveró.

Valencia acota que “gracias a Dios el terremoto no fue entre semana, porque a esa hora a veces yo estaba en la oficina y habían más personas. Tendríamos muchos muertos si todo hubiera pasado un lunes o miércoles”.

Un nuevo refugio

Los sobrevivientes de sectores de Pedernales y Jama cuentan desde ayer con dos nuevas carpas refugio con capacidad para 3.000 personas. El aporte lo dio una empresa privada de venta de bebidas.

Las carpas son las estructuras de este tipo más grandes que existen en el país. Miden más de 4 mil metros cuadrados y cada una acogerá a 1.500 víctimas.

Directivos de la compañía hicieron la entrega ayer al ministro del Interior, José Serrano. “Nuestro compromiso es apoyar a nuestros compatriotas con acciones que alivien en algo el dolor que les embarga tras el desastre natural y con la donación de estas carpas”, destacó la compañía en un comunicado, en el que también se destaca la entrega diaria de 125.000 litros de agua para beber.

Mientras tanto, en la avenida Pedro Gual (zona comercial), decenas de personas hacen largas colas para pasar por el cerco policial e ingresar a sus negocios. Esta medida se aplica desde el lunes, cuando se dieron los primeros accesos sin que se reporten inconvenientes.

En horas de la  tarde, los miembros de la Policía Nacional impidieron el paso, debido a la gran cantidad de personas que estaban en el lugar. Las autoridades dispusieron la creación de grupos para que puedan entrar.

Nelson Loor ya tenía varios días de ventaja. Empezó a vaciar su negocio, ubicado frente al Centro Comercial Municipal de Portoviejo, desde la semana anterior. “A veces toca correr riesgos. Si no entrábamos, capaz que nos ganaban los ladrones o había otra réplica, el edificio se caía y perdía toda mi mercadería”, indicó.

En su local ofertaba gorras, billeteras, zapatos, maletas y otros artículos. Para sacar estos productos acudió por varios días con 6 personas. La mercadería fue puesta en un camión. El vehículo no estaba vacío, pues en su interior tenía agua, la que pasaba regalando por las zonas más afectadas. En días anteriores no había permiso de las autoridades para ingresar, pero la vigilancia era menor. Así, Loor, como varios comerciantes, aprovechó para verificar el estado de su mercadería.

Los agentes del orden les decían que no podían entrar, pero ellos hicieron caso omiso. Ya con salvoconductos, la situación fue bajo estricto control.

Gisella Mora, coordinadora de la Empresa Pública Municipal Portocomercio, resaltó que el acceso de personas a sus locales se ha hecho de manera ordenada y planificada.

Los puntos de atención e información para los interesados en la evacuación de sus pertenencias de las edificaciones afectadas, se encuentran en los parques Eloy Alfaro y Vicente Amador Flor. Los puntos de atención se instalan diariamente a partir de las 07:00.

El sector centro-norte es el cuadrante comprendido por las calles: Ramos Iduarte, Olmedo, Francisco de Paula Moreira, García Moreno, 18 de Octubre. El centro-sur, está entre las calles 10 de Agosto, Sucre, Espejo y García Moreno.

Mora indicó que miércoles y jueves se darán los salvoconductos para la evacuación de la fase 2, y el viernes y sábado para la fase 3. La autorización para la evacuación le permite al interesado ingresar a la zona con 6 ayudantes y un vehículo. (I)

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Los habitantes de Rocafuerte dicen que vendrán días mejores

8 familias de Frutillo hacen de una escuela su morada luego del desastre

Foto: María Fernanda Arreaga / El Telégrafo

En el recinto Frutillo del cantón manabita Rocafuerte, 8 familias han convertido las aulas de una escuela en su nuevo hogar, luego de que sus casas de caña quedaron enterradas en el fango tras el terremoto.

Hay intranquilidad por las réplicas que no paran, por las noches duermen en el patio de la institución. Sacan sus colchones y toldos hasta esperar a que amanezca, por el miedo a quedar atrapados.

En las mañanas, en cambio, las mujeres pasan el día lavando ropa y se turnan para cocinar. Silvia Villamar, quien tiene un niño de 4 años, es una de ellas. Esta madre cuenta que no dudó en instalarse en uno de los salones pues su vivienda quedó inhabitable. El piso está cuarteado y las paredes hechas polvo. “Habíamos pasado por una reciente inundación, por eso cuando intenté salir me quedé atrapada en el agua. Estaba aterrada de ver cómo se batía, parecían olas y el río empezó a crecer. 

Cuando logré escapar los cables parecía que me caían encima y vi cómo la casa se derrumbaba; si no salía las paredes me aplastaban”, recuerda.

Hilda Peña, quien tiene 2 hijos, uno de ellos con discapacidad intelectual, también vive en este albergue improvisado. “Aquí necesitamos ayuda, sobre todo por los niños que pasan con diarrea y fiebre pues nos ha tocado tomar agua del pozo. Mi hija de 6 años tiembla con las réplicas”.  

En el lugar hay más de 10 menores, entre recién nacidos. Tamara Anchundia, de 12 años, estudiante de la unidad educativa, cuenta que cuando jugaba en la pista vio cómo empezó a moverse la tierra. “Me asusté mucho y cogí las manos a unos señores que me dijeron que me siente, luego corrí a buscar a mi mami”.

En Tierras Amarillas, otro recinto del cantón Rocafuerte, Diana Montes está dolorida y su respiración es dificultosa. La mujer junto con su hija tuvo que soportar durante 38 minutos el peso de una viga que las tenía atrapadas. No hubo rescatistas ni bomberos, pero sí las manos de varios vecinos, su hermano y su papá Andrés, que buscaron cómo ayudarla. Recuerda que mientras uno de sus vecinos le daba ánimo para que se mantuviera con vida, otros cortaban la viga de concreto.

Durante el terremoto, Diana y su hija se habían escondido debajo de la mesa, pero apenas se fue la luz, la casa empezó a colapsar y ellas quedaron atrapadas entre los escombros. “Yo no podía respirar por todo el peso que tenía sobre mi cuerpo. Mi hija me decía que me calme, hasta que ella después empezó a decirme: mami, no siento mis piernas. Hasta que escuché la voz de mi papi. Él me dijo que nos iba a sacar y así fue. Estamos vivas”.

Su papá, Andrés Montes, no olvida los gritos desgarradores de su hija y nieta, pero agradece que estén aún con él. “Aquí en Rocafuerte sí hay pérdidas de vidas; en el recinto Buenos Aires una mujer murió cuando subió a ver a sus hijos y le cayó una columna de una pared”. Por ahora Diana vive en la casa de su padre. Cuenta que de lo que quedó en su casa, salvaron una alcancía que estaba  enterrada y con cuyos ahorros piensa construir una pequeña vivienda o lo que alcance.

Otros que también corrieron con la misma suerte de salvarse fueron los miembros de una familia en Jagual. Allí María Guadalupe Chávez junto con sus nueras vive en una carpa elaborada con palmeras de cocos y fundas. Relata que su nieto, que tenía 2 días de nacido, quedó atrapado con su nuera, pero salió sin ningún rasguño. “Esto fue una nueva oportunidad para vivir, más para ese angelito. No sé cómo hicieron para salvarse, porque aquí se nos hundió la tierra; solo sé que mi Dios no quiso llevárselos”.

María Auxiliadora Rivera, quien está embarazada, cuenta que a pesar de la desesperación que la invadió encontró la salida de la vivienda. “Solo pensé en mi bebé que viene en camino y me agarré de donde pude hasta salir. Aquí nosotros decidimos quedarnos porque sabemos que saldremos de esto. Vendrán días mejores”.

En el cantón Tosagua enfrentan una nueva desgracia. La tarde de ayer un incendio consumió por completo 6 viviendas y dejó una más afectada, según el reporte del ECU-911. Bomberos de Portoviejo, Chone, Junín y Calceta controlaron el fuego. No se registraron heridos pero algunos miembros de la casaca roja fueron atendidos con señales de asfixia. (I)

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