Los vecinos de las edificaciones deterioradas piden a la policía vigilancia permanente por la presencia de delincuentes
Las rutinas cambian en el centro y suburbio
La Plaza San Francisco, ubicada en el centro de Guayaquil, presentó una anormal concurrencia en la mañana de ayer. A las 10:00 cientos de personas estaban concentradas en las calles 9 de Octubre y Pedro Carbo, al pie de la iglesia católica.
Eran trabajadores de las edificaciones del sector y transeúntes que buscaron refugio tras el temblor registrado a las 08:26. Según el Instituto Geofísico, el movimiento fue de 5.2 en la escala de Richter, con epicentro en el mar, entre Posorja y la isla Puná (Guayas).
Sonia García, que realizaba un trámite en un banco, corrió hacia las fuentes de agua. Consideró que ese es uno de los puntos seguros. Dos horas después del evento ella permanecía en el lugar. “El agua de la pileta saltaba”.
El resto de ciudadanos que estaban en las construcciones hizo lo mismo. Enrique Cárdenas, quien labora en el edificio de la CFN, permaneció calmado en la plaza. Él vio a gente corriendo por las calles en búsqueda de un sitio despejado.
En el suburbio los habitantes también se encontraban fuera de sus casas o en los portales. Miguel Vera Rodríguez, vecino de la Décima y El Oro, permaneció con la puerta abierta. Desde el sábado pasado, tomó la decisión de no cerrarla, pues así podrá escapar rápido a la calle.
Hace 7 días su primo se quedó atrapado en el inmueble de construcción mixta. Por el terremoto de hace una semana las paredes del baño se cayeron, el techo del segundo piso se hundió, quedó destrozado, hay varios ladrillos a punto de caerse, un cuarto colapsó, entre otros estragos.
De 9 integrantes de su inmueble, 5 evacuaron y 4 se quedaron. Ellos hacen turnos para cuidar la vivienda. “Dos nos quedamos despiertos en la madrugada y dos en el día”.
Su familia pide a la empresa privada o a las autoridades apoyo para conseguir un préstamo para reconstruir la vivienda. “Hay que derrumbarla y levantarla. Nos comprometemos a pagar el préstamo. No pedimos que nos regalen, sino un apoyo”.
La casa de la vecina Lupita Cujilema también presenta una pared que está a punto de caer y los techos son sostenidos con cañas. Ella pide que comuniquen a sus familiares de Quito, Ambato y Riobamba los problemas que enfrenta. De igual manera, su hijo Juan Cuesta pide apoyo para reparar la casa. “Pido a la empresa privada o pública que nos ayuden con materiales. Los podemos pagar si nos dan las facilidades”. (I)
Los habitantes de Guayaquil, que se encontraban en la Avenida 9 de Octubre, ayer se concentraron en la Plaza San Francisco por el sismo de la mañana. Foto: José Morán/El Telégrafo
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Zona es de manabitas y esmeraldeños
En Monte Sinaí lloran por las víctimas
La tristeza e incertidumbre embargan a cientos de personas en Monte Sinaí, cuyos familiares están en cantones y poblados de Manabí o Esmeraldas devastados, en mayor o menor grado, por el terremoto.
Los habitantes de las cooperativas Voluntad de Dios, Sergio Toral, Las Marías y Chiflón esperaron hasta el siguiente día para tener noticias, pues por el sismo hubo un apagón y las líneas telefónicas no sirvieron.
Las lágrimas recorren el rostro de Miriam Franco, de la cooperativa Chiflón, al recordar la situación crítica en la que viven sus seres queridos en Portoviejo. En su vecindario, comenta, hay varias personas que han perdido hasta 2 y 3 parientes. Conoce de vecinos en Mapasingue y El Fortín, quienes tuvieron que viajar hasta Manabí para traer cadáveres de familiares y sepultarlos en Guayaquil.
Para Pedro Ponce, de la cooperativa Sergio Toral, fue una noche intranquila porque no pudo conocer inmediatamente cómo estaban sus hermanos, sobrinos, tíos y padres que habitan en la capital manabita. “Intenté hacer llamadas por el celular, pero no me contestaron”, indicó.
En la mañana del domingo, la primera persona con quien pudo contactarse fue su progenitora. Supo que todos se encontraban bien, pese a que algunas paredes del lugar que habitan cayeron.
Ponce comentó que la situación se agrava cada día porque hay escasez de alimentos y los pocos insumos se venden a precios altos. “Por una libra de arroz o un botellón de agua les cobran hasta 5 dólares”, aseguró.
Sus familiares han decidido no moverse de su lugar natal, porque consideran que en estos momentos deben intentar reconstruir sus viviendas. Otros, como Pedro Mirabá, de Las Marías, perdieron a 6 seres queridos en una iglesia evangélica que se derrumbó en Canoa. La única sobreviviente es una tía política.
Recién pudo enterarse a los dos días cuando, en compañía de su esposa, vio a su pariente aparecer en las noticias. Entonces se contactó a un hijo de la señora afectada para que fuera a buscarla. “La señora está solita y aún no decide con quién quiere vivir… está muy triste y nerviosa porque perdió a su marido”, precisó. Mientras que, los esmeraldeños que viven en Monte Sinaí también están pendientes de sus familiares sobrevivientes.
Leidi Arroyo, oriunda de Esmeraldas, puntualizó que no hay mayor afectación en su lugar natal. La joven está en permanente contacto con su progenitora, a quien recién pudo llamar media hora después del sismo.
En Monte Sinaí están reconocidas 38 cooperativas en las que habitan aproximadamente 27.000 familias, según uno de los estudios recientes del Instituto Nacional de Estadística y Censos. Se estima, además, que el 60% de la población proviene de Esmeraldas, Manabí y Los Ríos. (I)