Arrastre de Caudas se realiza por 469 años en la capital
Una leyenda asegura que quien es tocado por la bandera que se usa durante la ceremonia religiosa conocida como Arrastre de Caudas, se halla en peligro de muerte.
Monseñor Hugo Reinoso, deán de la Catedral Metropolitana de Quito, no cree mucho en aquello, aunque dice socarronamente que por las dudas es mejor no exponerse.
El rito, que se celebra al mediodía de todos los miércoles santos en el principal templo capitalino desde 1550 -según los registros- por suerte no pone en riesgo a nadie.
Esto porque las manos del arzobispo de Quito son las únicas que se posan sobre el estandarte negro con una cruz roja en el centro o más precisamente sobre su asta.
Monseñor Fausto Trávez, arzobispo emérito (saliente) de la capital, se encargó de ello ayer por última ocasión.
A inicios de mayo está prevista la posesión oficial de Antonio Espinoza, designado por el Vaticano como nuevo titular de la diócesis tras el retiro de Trávez por cuestiones de edad.
Además, la bandera tampoco roza siquiera a los diáconos, que representan al pueblo y sobre los que el prelado bate (ondea) la tela durante la ceremonia.
Lo hace para transmitirles las virtudes de Cristo y al final hace lo mismo de manera simbólica con los fieles presentes en el acto.
Previamente, el arzobispo pasa siete veces la tela sobre el altar mayor de la iglesia, que representa el cuerpo inerte de Jesús, para que esta absorba sus méritos.
Esto se hace mientras se entona el himno Vexilla Regís (Las banderas del rey).
Monseñor Reinoso, uno de los participantes como diácono, señala que el rito tiene un origen militar de la antigua Roma.
Se basa en la costumbre establecida de que a la muerte de un general, el sucesor al mando blandía el estandarte de la legión para transmitir a sus tropas el valor, arrojo y demás virtudes marciales del fallecido.
Este año, ocho religiosos con el nombramiento de diáconos intervinieron. En la arquidiócesis de Quito existen nueve sacerdotes con esa denominación, pero uno de ellos no participó por razones de salud.
Los diáconos visten túnicas negras en señal de luto por la muerte de Jesucristo, general de las huestes celestiales y arrastran colas de aproximadamente tres metros que simbolizan la historia de pecado del mundo.
Estos apéndices son conocidos como caudas y de ahí la denominación popular que tienen en el acto, conocido oficialmente como Reseña.
Los religiosos recorren en silencio los pasillos de la catedral ayudados por tres acólitos antes de llegar frente al altar para, postrados, recibir las virtudes de Cristo. (I)