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En Pedernales 600 niños vuelven a la escuela

En los albergues de Canoa (Manabí) los adultos contribuyen en las tareas de limpieza, organización y seguridad.
En los albergues de Canoa (Manabí) los adultos contribuyen en las tareas de limpieza, organización y seguridad.
Foto: John Guevara / El Telégrafo
12 de mayo de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez

En los albergues de Pedernales, Jama y Canoa (Manabí) se establecieron normas que facilitan la convivencia. Los damnificados reubicados tras el terremoto del 16 de abril deben respetar el espacio de los demás y colaborar en la preparación de alimentos, limpieza, organización...

Ante todo, en los diferentes albergues está prohibida la venta y consumo de licor. El personal del Ejército y de la Policía ronda el interior y exterior para garantizar la seguridad de las familias.

Las figuras del Divino Niño, San José y la Virgen María, que Margarita Mendoza cuenta que mantenía en un altar, en la sala de su vivienda, -en ruinas tras el terremoto- son entre los pocos objetos que rescató y ahora están ubicadas en su “hogar provisional”.

Más de 15 días vive en un campamento que levantaron en el patio posterior de su propiedad, situada a pocos metros de la playa en la zona El Matal, en el cantón Jama.

Su campamento llama la atención porque colocó un gran cartel donde se lee: “Albergue familiar Mendoza Medina”. Junto al lugar también hay otras carpas en las que, en cambio, viven su hija y su cuñada, quienes también perdieron sus viviendas. Las tres aprendieron a organizarse para cocinar y mantener limpio su nuevo hogar.

Dicen: “esta desgracia nos unió más”, porque sus esposos, pescadores, hasta antes del sismo pasaban muchas horas en el mar. El producto de la pesca, por ahora, es solo para el consumo familiar, ya que por el terremoto las personas que lo adquirían para comercializarlo en los mercados dejaron de ir a El Matal y la hielera, donde era conservado  para la posterior venta, se dañó.

De allí que esta familia de pescadores asegura que sin hielera es difícil mantener en buenas condiciones el producto y por eso muchos hombres aún no han regresado al mar, lo cual resulta preocupante porque -como manifiestan- “El Matal es tierra de pescadores”.

La mayoría de damnificados, sin embargo, se aloja en los albergues que el Gobierno instaló en una zona cercana a la playa. Allí permanecen cientos de familias que se organizaron para preparar los alimentos en las cocinas comunitarias.

Mientras las mujeres se encargan de la comida, los pescadores ayudan a los miembros del Ejército que vigilan los albergues a levantar nuevas carpas, adecuar baños y limpiar. “No podemos estar sin hacer nada, la vida nuestra cambió y ahora estamos aquí sin nada”, señala el pescador Pedro Intriago, quien para entretenerse también juega con su nieto, Abraham Intriago, de 8 años.

En El Matal, al igual que en la parroquia Canoa, surgieron varios asentamientos particulares, donde viven cientos de afectados. Al ingresar a uno de ellos hay un letrero que dice: “Albergue Los Olvidados”. Allí vive Ligia Cedeño con su esposo y sus 6 hijos. No buscó un albergue público porque, indica, tiene varios animales (dos loros, un perro y un gato) que no serían admitidos en estos sitios. Hace varios días el lugar fue visitado por el alcalde de Jama, Ángel Rojas, quien les pidió reinstalarse en otra zona, pero Ligia y otras familias se niegan porque el lugar escogido por el alcalde es una suerte de pantano.

En Canoa hay albergues  que también ofrecen atención médica, actividades recreativas para adultos y niños, así como un comedor surtido de alimentos.

Sin embargo, varias personas coinciden en que prefieren construir su propio campamento porque tienen animales y quieren evitar conflictos que pueden surgir por la convivencia en un albergue.

El coronel del Ejército Gustavo Acosta, del Comando de Operaciones Norte, indica que en los albergues hay normas que facilitan la convivencia. “Todas las familias están identificadas, pueden entrar y salir con libertad, pero se lleva un registro”, explica. También se respetan los horarios de alimentación y todos deben acogerse a estos.

Según Acosta, el Ejército es responsable de dar seguridad al interior y exterior de los albergues. “No se permite la venta de licor y drogas. Hasta el momento solo se registró el caso de una persona en estado de embriaguez por el Día de la Madre en un albergue de El Matal, pero fue controlado”, indica.

Mientras que, personal del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) trabaja en talleres con las familias para promover el fortalecimiento personal y respeto a los demás.

El mayor Ramiro Jadán, a cargo del principal albergue en Canoa, explica que se presentaron ciertos “roces” entre familias, sobre todo, por la participación en la preparación de alimentos. De allí que es necesario distribuir las tareas y organizarlos en grupos.

Coincide en señalar que en ese albergue también hay un control rígido para evitar el expendio de bebidas alcohólicas y drogas, y riñas.

En el caso de los albergues de Pedernales, en la mayoría se nombró  un presidente, quien se encarga de informar al MIES las necesidades de las familias. Al mismo tiempo -como ocurre en los otros albergues- se efectúan rondas al exterior e interior para garantizar la seguridad.

En el Colegio Técnico Pedernales, los hombres colaboran con el presidente del albergue. Aquí  varias mujeres lavan la ropa de los militares y por tres prendas ganan $ 2. “Es una manera de tener platita”, manifiesta Jacinta Cheme, quien lidera un grupo de mujeres que se dedica a esta actividad.

Escuelas temporales reciben niños

Todos entonaron la misma canción; sus voces se escuchaban diáfanas (claras) apenas se ingresaba a uno de los campamentos donde funciona -desde el lunes- una institución educativa temporal, en Pedernales.

Las voces provenían de los niños y niñas de tercer año de básica que cantaban a todo pulmón: “Arriba las manos, abajo los pies, cerramos la boquita, 1, 2 y 3...”. Esa es la canción favorita de Izzy Mareli Mero, de 8 años, que asiste a la institución educativa temporal desde que fue inaugurada el martes pasado.

El martes fue su segundo día de ‘clases’ como lo llama ella, aunque en el tiempo que permanece allí, de 07:00 a 10:00, solo se dedica a cantar, bailar y conversar con otros pequeños de su edad.

Christian Mero, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), organismo que donó las carpas donde los niños reciben clases de motivación, dice que son 3 campamentos con 15 carpas habilitadas para menores en Pedernales. Explica que los padres de familia pueden elegir para sus hijos tres horarios diferentes: de 07:00 a 10:00, de 10:30 a 13:30 y de 14:00 a 17:00. Se estima que más de 600 niños asisten a estos centros educativos temporales, habilitados por el Ministerio de Educación con el apoyo de la Unicef. (I)

Save the Children apoyará a 5.000 niños rurales

Alrededor de 5.000 niños de la zona sur de Esmeraldas, sobre todo de las poblaciones rurales de Muisne y Chamanga, recibirán apoyo de Save the Children inicialmente por 6 meses, pero esperan tener el apoyo económico para fomentar proyectos que al menos duren  entre 3 y 4 años.

“Ajustamos nuestra planificación para llegar a todos y tenemos varias reuniones para no duplicar el trabajo que hacen otras agencias de cooperación con las que coordinamos para colaborar en la experticia que nosotros tenemos”, dijo Gabriela Villalobos, directora en el país de la organización no gubernamental.

El trabajo que la organización realiza está en territorio y busca en primera instancia articularse con los actores locales (Gobierno) y comunitarios porque cada uno de los sectores rurales tiene sus propias dinámicas. En las tareas que desarrollan ponen la experiencia lograda en las emergencias afrontadas. Esta ONG tiene representación en 125 países.  “Tenemos que poner énfasis en todos los temas de protección que tienen que ver con prevención de violencia. Estar atentos a que no haya ruptura familiar porque en una situación de caos posterremoto la gente se acomoda como puede”, Villalobos contó que en las localidades esmeraldeñas, con el Ministerio de Educación, apoyarán las tareas en los distintos grupos de edad, sobre todo en aspectos sicoemocionales en 5 escuelas. “Implementaremos metodologías de acompañamiento a docentes y a chicos en la escuela”, dijo.

Save The Children creará algunos espacios amigables para la infancia en lugares cercanos a los albergues. El objetivo es que los niños y adolescentes logren estar más tranquilos con ellos mismos. “Más allá de comer, dormir (...) los chicos tienen mucho tiempo que hay que aprovecharlo para que exterioricen su miedo, su rabia y saquen esa capacidad para sobreponerse y seguir”.

La directora refirió que es necesario identificar las necesidades especiales que tienen los niños y adolescentes con discapacidad. “En nuestros métodos de trabajo incluimos estos aspectos para que los profesores o los facilitadores de los espacios amigables miren esas particularidades y trabajen con todos”.

Villalobos recordó que es necesario, además, trabajar con los adultos para que  aprendan a gestionar y manejar sus emociones. “En sociedades como la nuestra, es normal que los adultos concentren todo el poder y piensen que tienen todo el derecho de imponer a la infancia cosas; y ahí es donde empiezan las primeras vulneraciones en lugar de entender que están asustados, más hiperactivos (...)”.

La organización además provee de kits educativos a niños, así como implementos a los albergues, el aseo. “Los kits son respaldados de una capacitación, porque si no se sabe cómo usarlo sirve de poco”.  (I)

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