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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Expertos creen que los padres que perdieron hijos deben recibir tratamiento para evitar depresiones

El pequeño Juan despierta gritando en las noches; su papá lo ve y llora

Freddy Loor y sus parientes muestran la vivienda que se vino abajo con el terremoto de las 18:58 del 16 de abril pasado, en donde murió una recién nacida.
Freddy Loor y sus parientes muestran la vivienda que se vino abajo con el terremoto de las 18:58 del 16 de abril pasado, en donde murió una recién nacida.
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La oscuridad es parte de la pesadilla. Desde las 18:58 del sábado 16 de abril pasado, Juan Loor y Ana Guzmán detestan la noche. El culpable de ello: el terremoto de 7.8 grados que dejó destrucción y muerte entre su familia.

Juan, de 12 años, se despierta gritando todas las noches y quiere salir corriendo. Freddy Loor, su padre, llora cada vez que recuerda a su hijo temblar pese a que el terremoto ya había pasado.

Ana Guzmán no deja de pensar en su recién nacida, quien murió en sus brazos mientras estaba sepultada bajo los escombros. “Mi hijo entró en shock”, repite Freddy, admitiendo la necesidad de hacerlo tratar con un sicólogo, al igual que lo necesitan miles de personas de Pedernales, de zonas aledañas como Flavio Alfaro y de toda la provincia de Manabí, que perdieron sus bienes o, lo que es peor, a sus seres queridos (ver subtema).

Un trapo blanco colgado a la altura del kilómetro 21 de la vía El Carmen-Pedernales indica que la  familia de Freddy es una de las damnificadas que todavía no reciben  ayuda humanitaria.

Tras el movimiento telúrico, este padre de familia trasladó a su esposa y 3 hijos a la casa de su suegro, en el caserío Tinaja, ubicado a una hora de camino.

Al pie de la casa destruida, de la que solo se salvaron 2 cilindros de gas, Freddy espera a diario la ayuda de los organismos oficiales. El miércoles pasado tuvo suerte: un derrumbe en el kilómetro 42 obligó a que se forme una larga hilera de vehículos, varios de los cuales transportaban víveres. En cuestión de 10 minutos recibió un botellón de agua, 2 atunes, una funda con papas, otra con frutas y una tercera con rábanos. Si no era por ese derrumbe, no obtenía nada.

Asimismo, desde el 16 de abril en que ocurrió el sismo, acudir diariamente a la casa o, mejor dicho, a lo que queda de ella, le está dando resultados: contó que el martes anterior funcionarios del Municipio de El Carmen lo visitaron para hacer una evaluación preliminar. Ahora, espera una respuesta.

Pese a ello, otra vez Freddy vuelve a llorar. No cesa de recordar a su pequeño hijo Juan invadido de pánico por el movimiento telúrico, sin decir nada o gritando tras saltar de su cama a causa de las pesadillas que ahora lo envuelven cada noche.

En brazos de la madre...

La segunda hija de Ana Guzmán murió sin tener nombre y sin ser inscrita. Tenía apenas 8 días de nacida cuando la sorprendió la muerte. Ella trataba de hacerla dormir cuando la tierra comenzó a sacudirlas; a un metro de ellas,  junto a la cama, estaba Aylín, de 2 años y 8 meses, su otra hija.

Al sentir el tumbado sobre sus cuerpos -según contó Ana- intentó esconder a sus retoños bajo la cama, pero el desastre fue más rápido y en cuestión de segundos las 3 yacían bajo los escombros.

Luego de cansarse de pedir auxilio, ‘inexplicablemente viva’, con la mínima movilidad que los trozos de concreto le permitían, Ana acomodó a Aylín a su costado derecho y sostenía con el otro a la pequeña recién nacida. Sepultadas vivas, en medio de la peor oscuridad conocida, las 3 se dejaron arrastrar por un pasivo y pesado sueño... un sueño del que la bebé nunca despertó.

A la mañana siguiente sintió que parte de lo que antes fueron las paredes y el techo de su vivienda eran removidas. Dijo que se animó por un momento, pero que la inmovilidad de la recién nacida apagó su ímpetu: “La niña estaba muerta”. A las 07:30 del domingo 17 de abril, 12 horas y media después del terremoto, su esposo, suegro y cuñado, consiguieron rescatarlas.

Con los pies hinchados, llena de moretones en distintos lugares del cuerpo a causa de los golpes que recibió del material que le cayó encima, Ana sale a dar algunos pasos. Varios de estos días los ha pasado en Santo Domingo y el miércoles decidió acompañar a una pariente, Georgina Viracocha, aprovechando que llevaba vituallas a Pedernales.

La hilera de automotores que espera la limpieza de la vía El Carmen-Pedernales le hace pensar de nuevo en la pesadilla.

Después de recorrer los escombros que quedaron de su casa, ella y su esposo irán a ver al papá de Ana (Pedro Guzmán), quien se quedó en Tinaja cuidando las pocas pertenencias que pudieron salvar tras el sismo que terminó, además de su casa y enseres del hogar, con la vida de su pequeña. (I)

En el sector de La Crespa, en Flavio Alfaro, provincia de Manabí, el sismo dejó pocas cosas de pie, entre ellas, un monumento religioso. Foto: John Guevara / El Telégrafo

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Escuchar es la clave

Apoyo sicológico es prioritario para los afectados

Tras el devastador terremoto ocurrido el sábado pasado, los damnificados de las provincias de Manabí y Esmeraldas, a más de víveres, enseres y vivienda, requieren una ayuda especializada que les permita exteriorizar su dolor y paulatinamente aceptarlo, para comenzar de nuevo.

Según la sicóloga María Cristina Pérez, es necesario que los profesionales que viajen para ayudar tengan entrenamiento en rescate y emergencia. “No es lo mismo atender a un paciente en el consultorio que ir al terreno donde se convive con situaciones extremas de pérdidas constantes de todo tipo”.

Pérez recalca que el apoyo sicológico debe empezar por una escucha terapéutica, que permita a los dolientes exteriorizar sus sentimientos. “Una persona que está atravesando una situación como esta no quiere escuchar nada porque está en shock. Hay que permitirles poner en palabras todo el dolor que están viviendo”.

La profesional indica que en los casos de padres que perdieron hijos se debería hacer un trabajo grupal. “En la contención del grupo no solo el terapeuta actúa, sino también los propios pacientes. (..). Eso además permitiría de cierto modo evitar que se puedan registrar suicidios, que en estos casos son muy comunes si no existe un tratamiento adecuado”.

Para ayudar a los niños, en cambio, es necesario que haya juguetes, que les permiten recrear sentimientos. “A través de los muñecos o familias de animalitos, pueden exteriorizar sus emociones; pero hay que tener muy en cuenta las actitudes de agresividad o destrucción”. (I)

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Solo permanecen 7 días

Rescatistas deben tener un período de recuperación

Pese a la experiencia que tienen en este tipo de eventos, los rescatistas y voluntarios especializados que trabajan en las provincias de Manabí y Esmeraldas en busca de sobrevivientes, también requieren apoyo sicológico para poder desarrollar sus tareas diarias.

Como una medida de ayuda al aspecto emocional, los voluntarios no permanecen en el territorio más de 7 días y tienen un período denominado ‘recovery’ (recuperación).

“En ese lapso los voluntarios hacen un alto a sus labores habituales y tratan de oxigenarse con otra actividad del equipo de ayuda sicosocial, contando lo que están viviendo o simplemente desarrollando otro tipo de actividades”, indicó William Parra, secretario general de la Cruz Roja Ecuatoriana.

Por ello con los voluntarios de la Cruz Roja y los sicólogos de la misma institución, cada noche se hace un análisis de las distintas circunstancias que viven cada día.

“El trabajo de apoyo sicosocial para los voluntarios es una acción trascendental plenamente garantizada por un equipo de expertos que brinda soporte a los grupos que están trabajando en el terreno para una mejor labor”, enfatizó Parra.

El grupo de ayuda está compuesto por 3 o 4 personas que son especialistas en primeros auxilios sicológicos y son específicos para garantizar el bienestar del voluntariado. “A parte de ellos tenemos un equipo que brindará más adelante apoyo sicosocial a las comunidades”. (I)

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