La comuna Agua Blanca subsiste por el turismo
Una caminata de aproximadamente 2 kilómetros es lo que les espera a quienes visitan el Museo Agua Blanca, ubicado a 15 minutos del cantón Puerto López, en Manabí. Llegar a este pequeño paraíso significa atravesar una carretera polvorienta con baches, por donde transitan taxis o mototaxis.
A la llegada, una especie de aldea es la primera impresión. La casa de madera y techo de paja bijao es donde descansan los restos arqueológicos de la cultura manteña (800-1532 DC).
En este museo destacan vasijas que servían como sepultura, con los huesos y cráneos de quienes fallecieron en su interior. También asientos de piedra que fueron encontrados en los asentamientos más importantes de la cultura manteña, y en los centros ceremoniales incluyendo los cerros Jaboncillo y de Hojas.
El Museo de Agua Blanca encierra vestigios la riqueza histórica y cultural de los ancestros de sus habitantes. Hay herramientas, utensilios y artesanías.
De una de las paredes cuelgan fotografías de habitantes cuyos rostros tienen cierta similitud, sobre todo por su nariz aguileña.
José Tumbaco Cruz, uno de los comuneros que forma parte del grupo de 27 guías con que cuenta esta comuna, recibe a los turistas y les explica dónde empieza el recorrido y dónde concluye.
El hombre, de 36 años, confiesa que toda su vida ha vivido en Agua Blanca y que es descendiente de la cultura manteña, por eso su foto es una de las que cuelga de la pared. Asegura que los rasgos físicos y el hecho de haber nacido allí atestiguan su procedencia.
José Tumbaco Cruz muestra cómo un caracol era el instrumento que utilizaban sus ancestros para comunicarse. Él es uno de los 27 guías con que cuenta la comuna.
Junto al museo hay un espacio donde un grupo de mujeres emprendedoras elaboran artesanías con concha de nácar, spondylus... También venden el palo santo en pedazos y el aceite que extraen de él que, según ellas, es bueno para los dolores reumáticos y resfriados.
El ingreso al museo, con su recorrido incluido, tiene un costo de $ 5, con los debidos descuentos a niños, adultos mayores y estudiantes.
Ese rubro -dice Tumbaco- es dividido en ocho partes, incluyendo el pago a los guías, que la mayoría de veces reciben centavos. Por eso, cuando no les toca estar de turno como guías, salen a la ciudad en busca de un trabajo eventual.
En la parte central del Museo Agua Blanca están las fotos de quienes se consideran descendientes de la cultura manteña. Sus rasgos físicos así lo atestiguan.
Después de la visita al museo, los caminantes atraviesan por un puente colgante hecho de caña, madera y bijao que con cada paso se tambalea. El terreno no es plano, por el contrario, tiene desniveles; hay escaleras de tierra.
Casi a medio camino, un escuálido riachuelo cercado por enormes arbustos y un improvisado puente hecho con sacos de arena forma parte de la aventura. Si está de suerte puede ver atravesar por él a una manada de chivos que buscan alimento.
La caminata, que toma más de 40 minutos, dependiendo del ritmo al que vaya, es amenizada por el canturreo de aves que habitan en este bosque seco tropical.
El principal atractivo
El sitio donde todos quieren llegar es la laguna volcánica que, según Tumbaco, tiene más de 120 años de historia, pues las primeras cinco familias que allí habitaron ya daban cuenta de ella.
Hace dos años -explica el guía- dos universidades, una de Cuenca y otra de Ibarra, hicieron un análisis de sus aguas, cuyo color es oscuro, además de un característico olor azufroso.
Tumbaco precisa que el resultado de esas investigaciones concluyó que el agua posee un porcentaje de azufre del 62%, hierro 4%, magnesio 4%, potasio y fósforo. “Con todos esos componentes, la piel, al bañarse, queda suave; es buena para las quemaduras de sol, para curar los granitos”.
El lugar es muy visitado por extranjeros que toman baños de lodo en un spa que está cerca a la laguna y donde trabajan mujeres de la comuna. Si el hambre apremia, hay un pequeño bar donde venden corviches y empanadas. Los guías, por su parte, regalan a los visitantes un vaso pequeño con lodo de la laguna, que tiene 60 metros de diámetro y una profundidad de casi cinco metros.
La comunidad comprende 9.200 hectáreas y está dentro del área protegida del Parque Nacional Machalilla cuya extensión es de 56.184 ha.
Tumbaco cuenta que cuando por resolución ministerial, en 1979, se creó este parque, los habitantes de Agua Blanca iban a ser desalojados, pues las autoridades, por ser un área protegida, no querían que nadie habitara allí.
Destaca que hicieron resistencia con otras comunidades que iban a ser afectadas y desplazadas, y lograron quedarse. Sin embargo, ninguno de sus habitantes tiene un título de propiedad y si alguno de ellos emigra, esa casa le es otorgada a otro comunero, no pueden venderla.
Especies
El bosque es rico en flora, destacándose el algarrobo, el palo santo (un árbol que muere de forma natural entre los 40 y 70 años), el cascol, el barbasco, que se lo recolecta para venderlo como materia prima para la elaboración de insecticidas para las piscinas camaroneras.
En lo que se refiere a la fauna, allí es el hábitat de monos aulladores, micos, monos nocturnos, venados, guantas, guatusas, jaguares, que se los encuentra en el bosque húmedo, mientras que en el bosque seco tropical hay osos hormigueros, tigrillos y armadillos.
Al regreso, José hace su máximo esfuerzo para que el turista conozca el mirador y pueda extasiarse observando el valle del río Buenavista. Desde allí también se puede apreciar el corredor de la cordillera Chongón-Colonche, donde cambia la vegetación.
En Agua Blanca también hay un espacio destinado para camping, que generalmente es utilizado por estudiantes y turistas del exterior.
Al culminar el recorrido, una buena opción es deleitar el paladar con un típico seco de chivo. (I)
Las mujeres que habitan en la comuna se dedican a elaborar artesanías con concha spondylus, de nácar y otros elementos. Además venden aceite de palo santo.