PAblo ANdrade Gallardo, pedernales
"Debajo de los escombros llamé a mi padre para despedirme, pensé que no me salvaría"
Las historias de sobrevivencia están en cada rincón de Pedernales luego del terremoto que prácticamente destrozó la turística ciudad costera. Una de esas miles de experiencias conmovedoras es la de Pablo Andrade propietario de unos de los 40 hoteles derrumbados por el evento telúrico.
El sábado en la tarde Pablo revisó como de costumbre la lista de hospedados en el hotel que está a pocos pasos de la playa de Pedernales, era un día como cualquiera con un sol opaco cayendo en el horizonte nublado.
Como siempre les dio a los 2 empleados de recepción las indicaciones rutinarias, quienes le informaron que 4 habitaciones estaban ocupadas y subió a su cuarto en el tercer piso. “Hubo un primer temblor que me levantó de la cama, apenas me había recostado, pero no le di importancia, al poco rato empezó a moverse todo con fuerza”, contó todavía estremecido por lo sucedido.
Enseguida salió al corredor hacia las gradas. Del techo se desprendían pedazos de bloques. En medio de la lluvia de escombros saltó al descanso de las escaleras hacia el segundo piso, “era como caminar sobre una ola que salía del piso”. En el segundo nivel ya las paredes se habían derrumbado, desesperado brincó el pasamano hacia la recepción con los brazos levantados sobre su cabeza.
Ya abajo se dio cuenta que todo el frente estaba caído, por eso se dirigió hacia la zona del mesón de la entrada donde paró para recuperar el aliento cuando de repente otra pared cedió, “pensé que no me salvaría y se me ocurrió llamarle a mi papá por teléfono. A las 19:01 le marqué para despedirme”. Pero no le contestó, extenuado volvió a intentar sin resultado, entonces escuchó las voces de sus empleados que le gritaban desde afuera.
Sacando fuerzas de voluntad se trepó por un montículo que se había formado por los bloques quebrados y saltó hacia la puerta delantera, por donde una mano que no recuerda de quién lo haló hacia la calle. Pero no hubo tiempo para recuperarse y casi instintivamente con los trabajadores que salieron primero, volvió a ingresar ya que en un cuarto del patio trasero residía la esposa de uno de ellos, con 2 hijos.
Las ruinas bloqueaban la entrada, pero dejaron un espacio para avanzar hacia atrás, allí hallaron a la mujer, “todas las paredes del cuarto estaban en el suelo, pero ella con los niños abrazados estaban en el centro, no les cayó nada como si alguien los hubiera protegido”.
Los dejaron en la calle y volvieron a ingresar para seguir sacando a los huéspedes. Una pareja, con sus hijos, igualmente se salvó, a pesar de que estaba en la habitación de la segunda planta. “Lloraban y temblaban, con dificultad, los ayudamos lo más pronto posible ya que temíamos que se caigan las losas”. Otros ocupantes en el momento del terremoto estaban en la playa, así que al regresar al hotel solo querían sacar los carros del garaje para irse.
Una vez que la situación estaba más calmada sintió un dolor punzante en la pierna derecha y notó que estaba hinchada, ya no pudo caminar cayó sentado frente a las ruinas del hotel donde laboró 8 años. A la mañana siguiente el mismo sol sin brillo del día anterior develó la tragedia, no se movió del lugar por miedo a los saqueos y un vecino le prestó unas muletas para que caminara.
Solo hasta el domingo en la tarde, médicos que iniciaron los recorridos por las calles lo encontraron sentado en la vereda de lo que quedaba de su hotel y le entablillaron la pierna, le pusieron una crema, inyectaron antibióticos y lo vendaron. (I)