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El Telégrafo
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Los resultados de la evaluación se expusieron ayer en la Escuela Politécnica Nacional de Quito

Cinco expertos identificaron falencias en 60 edificaciones de Manta y Portoviejo

Varias de las edificaciones del barrio Tarqui, en Manta, fueron analizadas por el equipo de Tecnalia.
Varias de las edificaciones del barrio Tarqui, en Manta, fueron analizadas por el equipo de Tecnalia.
Foto: Archivo / El Telégrafo
21 de mayo de 2016 - 00:00 - Redaccion Economía

Errores de concepto en el diseño arquitectónico y mal uso de materiales fueron las principales observaciones que resultaron de la evaluación estructural realizada por los expertos de Tecnalia, en las zonas impactadas por el terremoto del 16 de abril.

Así lo señalaron los 5 expertos en patologías constructivas que junto al equipo del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) analizaron 60 edificaciones de Manta y Portoviejo, durante 6 días. Los resultados de esta evaluación se presentaron ayer, en el marco de una conferencia dictada en la Escuela Politécnica Nacional.

“Utilizamos ese laboratorio real en el que se transformaron los centros neurálgicos del terremoto para tener lecciones que ayuden a evitar los mismos errores y prevenir que los edificios se conviertan en trampas mortales”, expresó Azucena Cortés, directora de Tecnalia en Ecuador.

Este centro tecnológico, que tiene su sede en España, trabaja en el país desde hace seis años. Su misión en el marco del desastre natural ecuatoriano fue aportar conocimiento de forma voluntaria.

Su labor consistió en hacer inspecciones en lugares estratégicos para generar una metodología que pueda ser replicada por los ingenieros locales. Esta metodología contempló la inspección de fachadas, entorno e interiores de las infraestructuras tanto de la parte estructural como no estructural. Para sistematizar la información, adaptaron una ficha básica a las necesidades específicas en la zona cero.

Durante la inspección, el equipo se propuso ir más allá de las evaluaciones de emergencia realizadas hasta la fecha, las cuales carecieron del suficiente detalle porque estaban enfocadas únicamente en determinar las condiciones de habitabilidad.

Por esta razón, además de describir los daños, los expertos involucrados plantearon recomendaciones específicas de actuación de tres tipos: reparación, reforzamiento o demolición. “Nos encontramos con una tipología de hormigón de muy mala calidad que tenía dosificaciones incorrectas de los componentes. Armaduras corroídas que no recibieron un tratamiento adecuado. Diseños urbanísticos pobres en los que coexistieron edificios de diferentes alturas”, cuenta Natalia Lazarte, ingeniera estructural de Tecnalia.

Lazarte destaca también que aunque muchos edificios parecían colapsados, en realidad tenían daños menores. Sus afectaciones eran de mampostería, pero las estructuras estaban en buen estado. “Los daños por ahogamiento de hormigón o por aplastamiento no significan que una vivienda tenga que ser demolida. Casi siempre hay alternativas”.

En su opinión, lo importante es identificar dónde se encuentran las fisuras. Si se concentran en la mampostería, lo mejor es renovar esta sección para evitar futuras complicaciones. En cambio, cuando se trata de la estructura, hay que concentrarse en el estado de las columnas.

En casos de que haya daños parciales en la estructura, lo aconsejable es reforzar y reparar. En cambio, cuando una vivienda está inclinada, ya sea hacia adelante o a los lados, y si esta condición se acompaña por  columnas agrietadas o caídas, hay indicios de demolición.

Entre las recomendaciones globales planteadas por el equipo de Tecnalia consta promover un rediseño de las ciudades afectadas en el cual se consideren sus identidades propias. También que se logre un equilibrio entre la aplicación de técnicas y materiales tradicionales de la zona con las técnicas modernas de construcción.

“Es necesario recuperar las técnicas vernáculas que tuvieron un muy buen comportamiento en relación a las estructuras nuevas. Hay edificios de no más de un año que colapsaron”, señaló Cortés.

Así también, los expertos manifestaron que es necesario capacitar a los profesionales de las diferentes ramas vinculados a la construcción y dotar a las zonas afectadas de laboratorios que ayuden en el proceso de fiscalización de obras.

Por su parte, Verónica Bravo, subsecretaria del Miduvi, recalcó que, de aquí en adelante, se deberá exigir el cumplimiento de las normas, pues muchos de los vicios en la construcción son repetitivos. “Tenemos que tender hacia la formalización de la construcción”.

La cartera de Estado continuará con las brigadas de evaluación de las estructuras afectadas hasta junio. A la fecha, 24.013 edificaciones fueron revisadas en Esmeraldas, Manabí, Los Ríos, Santo Domingo, Guayas y Santa Elena.

Este proceso de valoración tiene como fin determinar la habitabilidad de las infraestructuras y los posibles riesgos en ellas. Por ello se identifica con sticker de color verde cuando la vivienda puede ser ocupada sin peligro. El color amarillo se usará si se restringe el paso a ciertas áreas por períodos cortos de tiempo y el color rojo es para edificaciones colapsadas e inseguras donde está prohibido el ingreso y la ocupación. (I)

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